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opinión

Mentiras del fútbol

25/06/2019 - 

VALÈNCIA. Una de las cosas que más nos ofende de toda esa corrupción que hay vinculada al amaño de partidos es que sabemos que el mundo del fútbol tiene mucha mentira, pero, con independencia de esto, confiamos siempre que se imponga la verdad de lo que ocurra en el terreno de juego. Y vemos que ni tampoco así ocurre.

Una de la mentiras más socorridas de este deporte rey es que basta solo con jugar bien, quiero decir: la juventud que lo practica cree que basta con ser muy bueno en el terreno de juego. Y lo que ocurra fuera, pues no tiene importancia. Pero sí la tiene, porque el desorden en todos los sentidos afecta al rendimiento, a la mentalidad, a la atención del juego. Hemos visto miles de casos de chicos y chicas que han jugado realmente bien y nunca han pasado de la categoría Regional Preferente, por ejemplo. No es por calidad ni por condiciones físicas, sino por constancia, por el orden fuera del campo, cuidándose al milímetro. Aunque lo más frustrante es saber que, pese a jugar bien y a cuidarse tampoco tienes garantizado nada, ya que dependes de otros muchísimos factores que no controlas y que matizan tus cualidades hasta reducirlas a solo un porcentaje relativo de la ecuación del éxito. 

Los niños y las niñas que juegan al fútbol a veces no comprenden esto y sus padres y madres mucho menos: no hay mejor manera de sacarse la presión que entender el fútbol como un deporte capaz de darnos la capacidad de cooperar con los demás, de organizar nuestra mente y nuestra vida, de darnos unos valores sociales y personales, de convencernos de la necesidad del esfuerzo y de la autoexigencia para alcanzar nuestros éxitos. La verdad es que solo para esto sirve el fútbol, porque la victoria tiene muchas caras y ya sé que es muy bonito jugar en un estadio lleno, las cámaras, la luz de los focos, el olor del césped… Todo esto es una experiencia única, pero no todos pueden vivirla; en cambio, hay otras muchas experiencias, más cotidianas, que el fútbol sí puede brindarnos a todas y todos y sirven para el resto de vida.

Luego está la mentira de la fama del futbolista: ¡hay que ver cómo atrae el tema del famoseo!, la posibilidad de manejar dinero, etc. El fútbol va en una dirección opuesta al resto de profesiones: si de normal uno recibe los reconocimientos y los honorarios más elevados cuando tiene una trayectoria larga y consolidada, en el fútbol esto ocurre al contrario, ya que se comienza demasiado joven a tener reconocimiento, fama y dinero. Quizá esto sea lo que atraiga a muchísima gente que está mirando este deporte como una inversión de futuro, pero desconocen que, rara vez, dicha inversión da rentabilidad. Otra mentira: vivir el fútbol como un espectáculo, otro Reality Show más, una red social al uso. No saben muchos jóvenes el altísimo porcentaje de exfutbolistas arruinados que hay vagando hoy por las calles.

Tampoco son conscientes de que, en verdad, los salarios astronómicos los cobran un número no tan elevado dentro de la reducida nómina de futbolistas profesionales y que muchos jugadores de categorías como 2ª B o 2ª División son a veces mileuristas en muchos de los casos, siempre y cuando lleguen a cobrar. Y lo peor de todo es que estos jugadores se han sacrificado al máximo para tocar la élite y tras varios años vagando por categorías semiprofesionales, se encuentran sin más alternativa que trabajar, como cualquiera, en cualquier puesto de trabajo, pero sin formación alguna en la mayoría de los casos. En el caso de los jugadores que han ganado más dinero y que han tenido el calor y el cariño de la gente es ver que no había ni tanto calor ni tanto cariño una vez dejan de jugar y que, en verdad, no saben ni cómo se busca un fontanero para arreglar algo de su casa. Y es más: la gente te observa como se mira a un león viejo encerrado en un zoo: sin ese toque de admiración que antes levantaba.

Supongo que toda esta maraña de mentiras es el motivo principal por el que futbolistas y exfutbolistas se enredan a amañar partidos a través de apuestas, contactos y demás. Porque, al final, te das cuenta de que en estos casos la condición humana, baja y sin valores, no tuvo un correcto entrenamiento en ese día a día: sí, se dedicaron al deporte, pero no aprendieron nada de lo que el fútbol significa, porque se quedaron enganchados a su gran mentira. Su fracaso es el fracaso de una sociedad que premia la apariencia y la falsedad al mismo tiempo que la castiga con indiferencia y olvido. Visto así, el fútbol se está convirtiendo en una potente máquina de crear frustraciones de todo tipo y eso sí es una mala noticia, porque este deporte es realmente noble, bello y apasionante. El fútbol siempre debe estar del lado de la gente, porque hoy por hoy su fuerza educativa es incuestionable: si los padres y las madres pensaran en esto quizá conseguirían que sus hijas e hijos vivieran cada partido de manera diferente. Cuando no lo piensan, cuando se obcecan en su propia frustración, es cuando están minando este deporte por dentro y la vida de sus propios hijos, aunque no lo sepan, porque eso tiene la mentira más cruel de todas: mentirse uno a sí mismo para justificar sus engaños.

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