VALÈNCIA. “Ya verás, Alberto tiene ensayada la pose”. El autor de las palabras es Sergio Sastre, teclados, guitarra y sintetizador del grupo Miss Caffeina. En el hall del hotel Conqueridor, donde nos citamos con la banda, Sastre bromea espantándose así el cansancio de horas de carretera y días interminables. Acaban de terminar la presentación de su nuevo disco, Oh Long Johnson, en el Fnac, y la nuestra es la primera de las entrevistas de la noche. Álvaro Navarro (guitarra eléctrica), Antonio Poza (bajo eléctrico) y Alberto Jiménez (voz) no tardan en sumarse a su compañero tras los oportunos saludos. Toca el turno de las esperadas fotografías: primero juntos, luego separados. Se les nota el bagaje, como ya avanzaba Sastre. Podrían parecer a los ojos de cualquier espectador inexperto una boy band. Pero no lo son.
Han escogido el maullido de un gato para dar nombre a su disco. “Oh long Johnson” son las balbuceantes palabras que entona un minino en un vídeo que ya es un fenómeno viral de Internet. Un título, cuanto menos, curioso. “La gente está conectada por una tontería como un meme, pero realmente no por lo esencial”, alega Alberto Jiménez, vocalista del grupo. Todas las canciones, de una manera u otra, abordan la importancia de reparar en lo realmente importante (y lo hacen, además, con una buena dosis de ironía).
“Es importante que nos demos cuenta de que estamos perdiendo cosas muy cotidianas y muy simples, pero fundamentales en nuestro día a día; aquellas que, en realidad, nos definen”, agrega Sastre. El CD, siguiendo la estela de su anterior trabajo Detroit (2016), se aproxima a los sonidos electrónicos en un devenir casi “natural” para el grupo. “Aunque ha habido una apuesta más descarada y radical, han sido las propias canciones las que nos han ido llevando. Menos un par de producciones que tuvimos que echar para atrás y empezar de cero, el resto ha ido saliendo así”, confiesan.
Durante toda la entrevista se respira un ambiente distendido, agradable, como si una se encontrara entre colegas de toda la vida. “Alberto se va a disfrazar para la puesta en escena”, bromea Antonio Poza cuando les preguntamos sobre la escenografía de su nuevo trabajo. “Pero qué dices, tío”, enarca las cejas el vocalista. Mirada incrédula, movimiento de cabeza. Luego, risas. “Hay una serie que ha sido muy inspiradora para mí”, comenta también Poza durante un momento de la conversación. Silencio. No recuerda su título. ¿Los Serrano? ¿Farmacia de guardia? ¿Al salir de clase? Los bombardeos irónicos de cada miembro del grupo se estrellan contra el vano intento del bajista de desentrañar el título. Finalmente, sale a la luz: El cuento de la criada. “Eso es. Pues me impactó mucho”. “Inspiran muchísimo”, se corrobora por parte del resto después de las bromas iniciales.
La palabra vocación viene más de una vez a la mente al hablar con ellos. Llevan la friolera de trece años en la profesión, un oficio duro y sacrificado que a veces absorbe y escupe con la misma impulsividad. No existen trucos para mantenerse siempre a flote en un sector tan cambiante, efímero y desafiante, pero ellos lo han conseguido. Más que cuatro músicos de un importante grupo, se nos antojan, quizá, cuatro personas con exultante pasión por lo que hacen. A pesar de todo, contra todo. Con Miss Caffeina una se siente como en casa, ya sea hablando del desleal consumo cultural, las lecciones que brinda la vida o el actual panorama musical. Tomen asiento que empieza el espectáculo.
-“Ahora que todo el mundo es poeta el sentido de la vida te lo compras en Bershka”, decís en la canción Oh Long Johnson. ¿Todo el mundo realmente puede ser poeta o hacer música?
Alberto Jiménez: No. Lo que pasa es que la criba de la calidad es muy difícil ponerla. Quién te dice lo que es música o lo que no; lo que es poesía o lo que no… Cuando hay un programa de televisión de música como Operación Triunfo, de repente hay un aluvión de gente cantante. Todo el mundo es cantante. Me parece que pasa lo mismo con la poesía. De repente hay muchos instagrammers poetas…
Sergio Sastre: Y muchos músicos que nos creemos poetas de repente.
Alberto Jiménez: También. Yo entiendo que no todo vale. Pero es muy difícil poner la línea de lo que sí o lo que no. Todo se consume de una manera más rápida.
-Productos de “usar y tirar”, ¿también en la industria musical?
Sergio Sastre: Sí. Exactamente igual. Productos de mucho rendimiento a corto plazo. No creo que nadie pueda poner una línea de tiza… pero sí me parece hay un vínculo entre lo que te genera una obra artística y tú, como ser humano, que acaba delimitando lo que es arte y lo que no de una manera involuntaria, de forma no explícita.
La poesía de instagrammer… a mí no me lo parece. Me da la impresión de que hay cosas que funcionan muy bien, como producto, para ponerlo en una taza o en un libro con fotos muy bonitas… Pero cuando lees eso, y lees a [Luis] García Montero; el peso artístico de las cosas que ves es diferente, y hay algo humano que te lo dice. No sé si hace falta mucho más que eso.
Alberto Jiménez: Lo que pasa es que, de repente, las frases estas de las tazas (que no decimos la marca, pero todos sabemos cuáles son) a mucha gente le motivan los mensajes, le llegan.
Sergio Sastre: ¿Tú crees realmente que te cambia el día un mensaje en una taza?
Alberto Jiménez: Yo creo que sí. La gente que pone las frasecitas en Twitter y cosas así, frases hechas y muy manidas… Hay personas a las que les sirven.
Álvaro Navarro: Quizá no necesitan algo tan profundo…
Sergio Sastre: Yo creo que es más postureo que otra cosa. Cuando la gente pone frases en Twitter parece que es para exponer lo guay que es a través de lo que ha dicho otro.
Alberto Jiménez: Sí, puede ser. Es difícil. Vas a ARCO y de repente ves cosas que dices: “Pues para mí esto no es arte”. Pero para otra gente sí.
-Empezasteis en 2006. Con una industria y consumo cultural tan cambiante en los últimos años, ¿cuál es la clave para mantenerse?
Alberto Jiménez: Es muy difícil saber por qué nosotros nos hemos mantenido y otros que quizá han hecho el mismo esfuerzo, no. Entiendo que al final consiste en conectar. También tiene que ver con el talento (aunque quede mal que lo digamos).
Somos una banda muy inquieta musicalmente y eso hace que conectemos con un público nuevo cada vez que sacamos un disco, aunque desconectemos con otro también. Solemos ir siempre hacia delante. Creo que hemos sabido adaptarnos a los cambios que ha hecho la industria, hemos estado muy atentos a cómo se hacía según qué cosas. Todo se ha juntado para que tengamos una carrera larga. Me encantaría pensar que tiene que ver más con el talento, pero no lo sé. Quizá somos muy buenos empresarios también.
-De estos trece años, ¿sacáis alguna lección?
Alberto Jiménez: Un montón. Hemos aprendido muchísimo.
Antonio Poza: La primera es que no hay que correr. La paciencia tiene que ser tu mejor aliada.
Alberto Jiménez: Hay que rodearse de gente con buena energía, gente buena. Y personas que te aporten cosas positivas y no resten. Que no intenten decirte lo que tienes que hacer, que se da mucho en la industria.
-¿Y cómo se mantiene uno firme frente a ello?
AJ: A veces es intuición. Cuando tú tienes una intuición muy fuerte y tienes muy claro lo que quieres, todo el ruido que hay alrededor hay que saber filtrarlo y no hacerle demasiado caso.
SS: Hay que permitirse fracasar con tus ideas por delante. Y si te va bien, te va bien por eso; y, si no, también. Pero hay que darse el gustazo de fracasar a lo grande también si hace falta.
-¿Se está perdiendo el concepto de “álbum” a favor de los singles?
SS: Yo soy más optimista. Creo que se están abriendo ramas de desarrollo de productos musicales a través de los singles. El álbum no se pierde: las tiendas de disco siguen llenas de ellos. Pero sí es cierto que hay un nuevo modelo de desarrollo de carreras, sobre todo de gente muy joven, para los que es fenomenal sacar singles, que al final es lo mismo que hacíamos nosotros con los EPs. Lo que pasa es que nosotros juntábamos cuatro y, ellos, uno. Cada vez somos más vagos. Yo creo que simplemente se abren nuevas estrategias, no hay que verlo todo desde un punto de vista contrapuesto. Es una alternativa.
-Dijisteis en una entrevista que ahora vivís “en medio del río entre el indie y el mainstream”. ¿Está de moda lo indie ahora?
AJ: Lo ha estado. Obviamente, nunca ha habido este apogeo de festivales. Y para mucha gente joven, desde los 18 años, sus vacaciones son los festivales. Está muy de moda el concepto de la “escena indie” tocando en grandes recintos. Pero creo que, cada vez más, el concepto indie musical se está disolviendo.
AN: Como género está muriendo, pero como escena está muy vivo. Y es fácil que se tienda a confundir una cosa con otra.
SS: Yo creo que no está de moda. Estamos recogiendo frutos de muchos años sembrando una industria que ha crecido. De moda está lo urbano, el trap y el reggateon. El indie no está de moda, es una escena que existe.
-¿Hay demasiados festivales, demasiada oferta?
AJ: Yo creo que no. Espero que no. Hablábamos justo hoy de que hace tiempo parecía que iba a explotar la burbuja del “festival” … y se ha mantenido. Han pasado cerca de 10 años desde que empezaron los primeros.
SS: Hay un núcleo fuerte de festivales muy consolidados. Un circuito veraniego. Y luego, a los bordes de eso, hay festivales medianos que con más o menos suerte: algunos se mantienen, otros no. Después, directamente, hay ejercicios especulativos con dinero público o privado que surgen y desaparecen como setas. Como flor de un año. Pero hay un cuerpo muy fuerte de festivales, una escena y recorrido.
AJ: Hay veces que todo el mundo cree que puede hacer un festival. Te encuentras con cada cosa... Como quien monta un bar y le va mal. Pero sí se ha afianzado bastante y va a seguir así.
SS: El hecho de que haya festivales que cumplan la quinta, la séptima, la décima edición… El Sonorama que no sé cuántas lleva: más de veinte. Ya no es una burbuja, sino un negocio que existe.
-Estudios de los últimos años demuestran que cada vez se accede más a los contenidos de manera lícita, aunque todavía hay piratería. ¿Cuál es vuestra opinión frente a esto? ¿Os preocupa mucho proteger vuestras canciones?
SS: Nos importa hasta donde le importe a la compañía. Nosotros hemos crecido en Internet poniendo las canciones gratis. Quizá no fue muy inteligente porque a pagar se aprende despacio, pero a no pagar se aprende muy deprisa. La gente se piensa que todo es gratis.
Estamos en un mundo en el que por diez euros al mes tienes toda la música de la historia a tu disposición: o incluso desde cero, porque con publicidad también puedes seguir escuchando. Hoy día hay que ser muy cutre para no escuchar música de manera legal. Yo solamente por la pereza que me da encontrar un link de una descarga, solo por eso, ya pagaría. El tiempo que voy a emplear en eso ya me vale más…
AP: Sin embargo, yo conozco a gente que no tiene dinero, que son más jóvenes, y quizá sí se lo buscan. Aun así, creo que los artistas no debemos estar preocupados en ese sentido tal y como están las cosas ahora mismo.
AJ: Hay que saber convivir con ello.
AP: Exacto. Y ponérselo fácil a la gente para que no lo haga. Poner los medios.
AJ: Lo que no se puede piratear es un concierto nuestro. Quien quiera verlo, tiene que venir sí o sí.
SS: El que quiera la experiencia, la tiene que pagar. Lo que yo sí creo (y en este sentido hay que ser autocríticos) es que a lo mejor un disco que valía veinte euros hace diez años igual era muy caro, pero ahora… Los márgenes de las compañías es algo que nadie discute. Hay debate para rato. Yo creo que hoy en día el que la escucha de manera ilegal, o tiene mucha paciencia, o no es de este siglo. Youtube, Spotify, cualquiera de las plataformas, es legal en el sentido de que monetizas de manera lícita la escucha. Hay que estar en otro siglo para no hacerlo así.
AN: A mí me preocupa más el tema de la reventa de entradas, el que se quiera hacer negocio con este tipo de cosas. Al fin y al cabo, hemos crecido con toda esta generación, y entendemos que para un artista que hace veinte años vendía millones de discos esto le afecte más, pero nosotros hemos aprendido y crecido a la vez…
AJ: Bueno, pero que conste: aun así, nos encantaría vender un millón de discos de repente.
AN: Ojalá.
-Habéis pisado y seguís pisando muchos festivales. Algunos espectadores se han quejado de que en el proceso de compra los precios van subiendo de una manera, a veces, abusiva… ¿Tenéis alguna opinión al respecto?
AJ: No estoy de acuerdo con eso. A ti te dan un tiempo para que compres la entada antes que nadie y a un precio más barato. Cuanto más tardas en decidirte, más caro es. Por ejemplo, nosotros tenemos precio de anticipada, y de taquilla. Siempre es un poco más caro la taquilla. Es una forma de premiar a la gente que lo hace antes e incentivar la venta.
Lo que sí que me parece mal es que hay algunas ticketeras que tienen sus propias webs B, donde compran un pack de entradas y luego las venden más caras como si fueran reventa. Y esto ha sido muy heavy en conciertos como el de U2 y en muchos otros porque los han pillado.
SS: Esto sí lo percibimos más como un problema. Lo otro, lo de que los festivales hagan packs por entrada es una curva de demanda.
AJ: Además, si por ejemplo una ticketera compra un pack de entrada y la vende más cara, ese dinero va para ellos. Nosotros no vemos ni un duro. Es de: encima de que nosotros no estamos de acuerdo, sacas dinero de nuestro bolsillo.
SS: Ellos amplían margen de manera ilegítima o, como mínimo, poco ética.
-Operación Triunfo y Eurovisión, ¿un matrimonio bien avenido?
AJ: No, pero explico por qué porque hace unos días parecía que me estaba metiendo con Miki de OT y no es verdad: no estoy de acuerdo con la que manera en la que se ha hecho este año. El año pasado me gustó más. Las canciones estaban menos enfocadas al artista que iba a ir y más enfocado a que la gente lo eligiese. Al final, las canciones de este año tampoco eran la bomba.
-Que el formato y el festival se unan tanto, ¿es lo más adecuado?
AJ: Es que otros años que lo han hecho sin Operación Triunfo no sé si ha sido mejor o peor. Ha sido todo un poco lío. No sé cuál es la fórmula. Habría que mirar a países que se lo toman muy en serio como Noruega o Suecia que durante una semana hacen un programa de televisión donde la gente vota; se proponen temazos de productores increíbles… España pocas veces ha llevado canciones interesantes que puedan competir con las superproducciones que hacen los suecos.
SS: Personalmente, me parece que se pone mucho el énfasis en el artista y poco en la canción. Y un artista y una canción tiene que ser algo que vaya más de la mano. Sacarlo de un talent show o no da un poco más igual pero efectivamente, como dice Alberto, no me explico cómo por ejemplo Alizzz (que es un productor español que ha hecho los últimos cinco grandes hits) no esté haciendo temas para Eurovisión…
Al final hay que tener en cuenta que Eurovisión es un cortijo pequeño, tiene una discográfica detrás, llaman a la gente que llaman… De hecho, han llegado a llamar a Alberto y participamos de alguna manera el año pasado, pero molaría estar más pendiente de lo que pasa en el país y menos pendiente de los compromisos que tienes con unos y otros, o con ser amigo “de”, o si conoces a tal y cual… Me parece inexplicable que habiendo lo que ha habido en España este año de productores, artistas, intérpretes, canciones… vayamos con lo que vamos.
AJ: Que también está muy bien, que no se malinterprete. Yo sé que [Miki] lo va a hacer muy bien: el chico me cae genial. Es más la forma, el sistema, cómo se ha hecho… no es nada personal.
-¿A vosotros os haría ilusión ir a Eurovisión?
SS: A mí ya no.
AJ: Si hubiese cambiado mucho la cosa, sí. Si el año que se presentó La Casa Azul a Eurovisión con La revolución sexual, hubiera ido, habría abierto una puerta muy interesante. Esa canción era para Eurovisión. Podríamos haber ganado perfectamente.
SS: A eso me refiero al decir que no estamos pendientes. El Chikilicuatre ya demostró que no hacía falta que el proceso fuera democrático, pero es eso: cuando hay cuestiones que encajan tan bien, o gente con talento internacional demostrado que no presenta una canción a Eurovisión…
AJ: Es que quizá no te interesa…
SS: El formato no te interesa. En España, Eurovisión no tiene el prestigio que tiene en otros países. Y mezclar la marca Eurovisión con la marca de tu banda o de ti mismo como autor o artista es muy dudoso. Aquí queda todavía mucha caspa.