Para algunas personas, los largos viajes en coche son un mero trámite; el peaje que hay que pagar para llegar a un destino. Para otras, la evasión está literalmente en el desplazamiento. La clave es contar con una buena banda sonora.
VALÈNCIA. Dejar la ciudad atrás y subirse a lomos de la carretera. Comer kilómetros durante horas. Encarar el viaje como una experiencia musical inmersiva. Es el momento de soltar al animalillo salvaje que tenemos enjaulado en la cabeza; dejar que se pierda en los recodos más inaccesibles de nuestro cerebro.
Líneas rectas infinitas; cambios de rasante bajo el reflejo líquido del sol de mediodía; caminos tortuosos al borde de un acantilado. El repertorio sensorial que brindan los viajes en coche requiere una banda sonora a la altura de las circunstancias. Todo cumple su función: la vibración del motor; el movimiento constante hacia adelante; el extraño estado psicológico en el que te sitúa la monotonía de la conducción combinada con la necesidad de tener todos tus sentidos alerta.
Escoger la música para la carretera es una tarea bastante seria. Vale la pena dedicarle tiempo con antelación. Es el momento para disfrutar de tus discos de fondo de armario, sí, pero también para meterte en territorios ignotos. Hay quien asegura que la “conducción rápida” (es decir, por autopista) predispone al cerebro a absorber novedades musicales. El neurocientífico Dean Burnett, autor del libro El cerebro idiota (Planeta de los Libros), argumenta que, cuando estamos al volante, nuestra masa gris se ve obligada a integrar una gran cantidad de información, incluida la propia vibración del coche y las señales de tráfico y las luces que ofrecen un contexto visual al otro lado del parabrisas. En este marco adrenalínico, el cerebro tiene una mayor capacidad para disfrutar de la música y una apertura mayor de lo habitual a las propuestas diferentes.
Bien, tengo 800 kilómetros por delante y necesito un plan ¿Cuál es la banda sonora perfecta para mi viaje? Está claro que no existe una respuesta correcta para esa pregunta, pero aquí os lanzamos algunas propuestas.
Más que una banda, OM es una religión. La banda fundada por la sección rítmica del grupo de stoner/doom metal Sleep lleva este género musical a su expresión más sobria y minimalista. Cadencias lentas y riffs pesados y repetitivos en canciones que pueden llegar a prolongarse durante 20 minutos. Todo ello envuelto en un concepto estético y sonoro que juega con el misticismo y la iconografía del cristianismo, el hinduismo y lo que le echen.
Variations on a theme (2005); Conference of the birds (2006); Pilgrimage (2007), God is Good (2009), Advaitic Songs (2012) -este último incorpora instrumentos como la tabla, el chelo y la flauta-. Cualquier título de la discografía de OM es adecuado para llevar tu viaje por carretera a otra dimensión. Un delicioso masaje cerebral. El mindfulness de las campeonas.
El debut en solitario de la compositora de Pedreguer Sandra Monfort, titulado Niño Reptil Ángel (Hidden Track, 2021), ha sido uno de los mayores descubrimientos del año. Un álbum misterioso e inquietante. Folk, música tradicional mediterránea y tratamientos digitales al servicio de un universo propio con referencias constantes a la naturaleza y a seres imaginarios.
Enlazamos con otro de los grandes hitos de 2021, firmado también por un artista valenciano, Isidro Rubio, pero publicado en un sello norteamericano, Slovenly Records. A lo pesau, a lo bajo y a lo llano es un disco todo terreno, que contagia serenidad y te sitúa en un lugar espacio-temporal indeterminado. Una singular mezcla de música folclórica mediterránea, flamenco y psicodelia que te acompaña amablemente allá donde te dirijas.
Llamamos a Isidro para que nos ayude a diseñar esta banda sonora para la carretera. “Lo mejor para escuchar en carretera, sobretodo si el viaje es largo, es música tranquila y en la que la letra se pueda entender sin esfuerzo. Una voz aterciopelada y serena y una buena historia es lo mejor para hacerte compañía sin distraer tu atención. Esta es una categoría amplísima en la que mi absoluto e indiscutible favorito es el Trío Los Panchos (época Gil, Navarro y Johnny Albino); pero, también Billie Holiday, Om, Carlos Gardel, Silver Apples, Trio Matamoros (40s-50s), Antonio Machin, Nat King Cole, Lydia Mendoza… Otras voces cuyo idioma no entiendo -ni falta que hace-: Amalia Rodrigues, Tinariwen, Marika Papagika, etc…”
“En general soy muy partidario de las recopilaciones -añade Isidro-, las antologías y las listas personalizadas (Rebetiko, country, blues, tríos de boleros, son cubano, bluegrass…). Incluso grandes éxitos: Art Neville (his specialty recordings) y Arthur Alexander (Ultimate Singles). Lo mejor es no escuchar nada que te excite demasiado (punk, hip hop, rock n roll, salsa), y a mí estos géneros me impacientan. Si conduzco yo tampoco puedo escuchar flamenco, porque es demasiado visceral y sofisticado; requiere mucha atención. Pero sobre todo nada de música claustrofóbica. Para mí están terminantemente prohibidos el Techno, el ambient y toda la música electrónica en general excepto quizás el pop tipo Pet Shop Boys, New Order y cosas así”.
La visita de José González a València -recordamos que actúa hoy jueves 29 de julio en el Auditorio Marina Sur- nos trae a la memoria este doble álbum maravilloso que el músico sueco-argentino publicó en 2010 con su banda Junip. Fields es una obra maestra de indie folk-rock, que guarda en su interior canciones de las que es imposible no enamorarse, como la inaugural “In Every Direction”. El grupo, en el que González toca la guitarra y canta junto al baterista Elias Araya y el teclista Tobia Winterkorn, se unió a finales de los años noventa, poco antes de que González comenzara su exitosa carrera en solitario. Quizás por su condición de grupo secundario, Junip tardó diez años en publicar Fields. Aquí encontramos al José González exquisito de siempre, pero con un punto más exótico y kraut rock.
Para cuando el cuerpo pide macarreo. El trío mallorquín Escorpio es una buena opción -y menos trillada- para los forofos del post punk crudo. La voz y la peculiar manera de cantar de Toni Cobretti, planeando sobre una base rítmica oscura y machacona, es muy adictiva.
Sin salir del post punk, pero regresando a València, podemos optar por el debut de Nunca Nada, publicado hace apenas dos meses. Dos ex miembros de Antiguo Régimen y un fichaje de Tercer Sol. Post punk-new wave, pero con un enfoque deliberadamente áspero y reducido a sus mínimos elementos. Canciones sobre frustración y vacío existencial sin adornos ni brilli-brilli. Las guitarras de Jonathan Bordes le recordarán a más de uno a los ya extintos Caballo Trípode o Le Jonathan Reilly. En la retaguardia, los primeros discos de Wire, Chameleons, Wire y Wipers.
Aprovechamos que Jonathan es una mina sin fondo de nuevos descubrimientos musicales underground para preguntarle cuáles son sus discos preferidos para escuchar mientras conduce. “Para los días de verano, diría que Jours De Grève, de Emmanuel Parrenin / Detleef Weinrich” [una mezcla muy interesante de ritmos tribales, drones, dub y free-jazz]. Para conducir por la noche, recomiendo Bortom E4’s Horisont, de Karl Lindh [ambient electrónico y jazz minimalista]”.
El 5 de agosto de 2020, la emisora Radio Meuh invitó al dj francés Laurent Garnier a viajar hasta La Clusaz, una pequeña población en los Alpes franceses, para que realizara un set especial en directo en medio de un prado rodeado de montañas. El resultado fue un viaje musical de cuatro horas concebido para relajarse y contemplar el paisaje. Despegamos con una pieza de Erik Satie, y a partir de ahí ya no tocas suelo: joyas de la nueva chanson francesa -Alain Bashung, Yves Simon, etc-; temazos hipnóticos de afro jazz, reggae, y un cierre de sesión en clave de baile electrónico. Piel de gallina, todo el rato sin parar.
No por previsible es menos importante. What’s going on (1971) es uno de los mejores discos de soul de la historia, y tiene la ventaja añadida de poder “pincharse” tanto si viajas sola como en compañía de niños o de personas mayores. Nadie es inmune a la fuerza gravitacional de Marvin Gaye.