VALÈNCIA. El tenista español Rafael Nadal conquistó este domingo de madrugada el título del US Open, cuarto para su palmarés, gracias a una maratoniana victoria por 7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4 contra el ruso Daniil Medvedev, y quedándose así a un solo entorchado del suizo Roger Federer en el listado histórico de vencedores del 'Grand Slam'.
Flushing Meadows vibró por enésima vez con Nadal, que aguantó los arreones de su adversario en el set inaugural y que luego se vio sorprendido por el aguante de su rival. Así, el de Manacor consiguió su título 'grande' número 19 y se situó a uno solo de los 20 que acumula el helvético en su estatus de jugador más laureado en dicha estadística.
Además, el balear se convirtió en el primer hombre que gana cinco 'grandes' una vez atravesada la barrera de los 30 años. En lo referente a Nueva York, a esta corona hay que sumarle las ganadas en 2010, 2013 y 2017. Y para mayor inri, repitió el guion del reciente Masters 1.000 de Montreal, donde había batido a Medvedev para salir campeón.
Que esta final podría ser diferente a esa del pasado 11 de agosto se atisbó por momentos en el primer parcial. El español, con problemas para jugar con primeros (47 %) y para conseguir ganadores, no dominó con tanta autoridad e incluso se vio por debajo en el electrónico del estadio Arthur Ashe después de ceder en su segundo turno de saque.
Sin embargo, el moscovita no supo sacar partido a tal ventaja ni a su mayor número de golpes ganadores en este parcial (16, por los 10 de su adversario). A continuación, el número 2 del ranking mundial recuperó su saque y ya fue, a partir de ahí, afinando algo más su tenis para no permitir que el jugador de enfrente impusiese su poderío en el peloteo.
El ruso levantó un peligroso 15-40 y una bola de rotura más en el octavo juego, para mantenerse con vida en una manga donde sufría cada vez más al servicio; todo lo contrario le ocurría al manacorí, que demostró saber sobrevivir sin el mejor nivel de esta arma.
Nadal solo cedió dos puntos tras el 'break' y, a raíz asegurarse la muerte súbita, supo presionar a Medvedev para lograr la rotura que le dio el parcial y que empezó a declinar la balanza. El de Moscú estaba tocado, pero desde luego no estaba hundido y lo corroboró nada más empezar el segundo set, teniendo una bola de quiebre que no aprovechó.
Los dos juegos posteriores se cerraron sin problema para cada sacador, si bien de nuevo el de Manacor apretó con su estilo de cambiar alturas en los tiros al fondo de pista. Hasta cuatro 'break points' necesitó salvar Medvedev, en el cuarto juego, con el objetivo de no descolgarse de una final que se le estaba poniendo cuesta arriba.
DECAIMIENTO Y REACCIÓN DEL RUSO
Su contrincante ya lo intuía y no falló en el sexto, rompiendo a la primera oportunidad y consolidando tal situación de inmediato. Nada importó que el ruso ganase después su servicio en blanco, puesto que Nadal amarró el segundo set para su casillero y dejó encauzado el partido.
La tensión había ido en aumento, aunque el moscovita supo cómo manejarse ante la adversidad en una tercera manga sin vaivenes al inicio. Fue en el quinto juego donde Nadal aceleró el pulso, propio y de extraños, cuando rompió el saque de Medvedev justo tras alcanzar el 30-40. Parecía la sentencia anticipada... y de repente el moscovita se sacó de la chistera muchos minutos más de resistencia.
Devolvió la rotura en el sexto y mostró templanza para salvar otros dos 'break points' en el noveno, espoleándose sobremanera hasta ganar en blanco el undécimo y hacer rotura en el siguiente juego. A la segunda ocasión que tuvo de llevarse el set, el inquilino del número 5 de la ATP bailó a Nadal de un lado a otro y halló el hueco para meter la bola de la esperanza.
Medvedev había resurgido con ímpetu y el encuentro estaba de nuevo a la par, con el balear dejando escapar un 40-40 al resto en el primer intercambio de la cuarta manga. Como si hubiera sido una losa inesperada, eso hizo que sufriera en el turno de saque inmediatamente posterior. Le tocó aguantar como en las grandes citas, las de tantas y tantas postales que ha atesorado con cada trofeo de sus vitrinas.
El manacorí evitó el quiebre con 30-40 y se adjudicó el tanteo mientras el público jaleaba sus gestos de celebración. El mal trago pasó, luchó el siguiente juego sin fortuna y se apuntó el cuarto en blanco, como calma que precedía a la tempestad por parte de ambos jugadores.
A 'palazo' limpio en cada peloteo, en el quinto volvió a exhibir el moscovita las fuerzas suficientes para no encajar el 'break'. Su oponente había disfrutado ahí de dos opciones, infructuosas ambas, y lo pagó caro más adelante. Sin sustos hasta el décimo juego, Nadal flojeó un poco al servicio y cedió la cuarta manga por ligeros detalles.
Quien dudase lo más mínimo iba a pagar el peaje de ser subcampeón, así que el de Moscú decidió irse un momento al vestuario para darse un respiro. Y retornó inspiradísimo, llevando a Nadal hasta el límite con 0-1 y 15-40 abajo. Pero el balear ha hecho de la supervivencia una costumbre y salvó entonces tres bolas de rotura, avisado incluso por el juez de silla al haber sobrepasado el tiempo para sacar.
Una carrera tras otra, un 'drive' tras otro, un revés tras otro, ninguno concedía un resquicio a su rival hasta llegar al quinto juego. De nuevo el español brindó la 'animalada' de la noche, como en sus respectivos compromisos de cuartos de final y 'semis', quebrando en su segunda oportunidad y merced a un 'rally' de calidad.
Lo cerró remachando de revés, a media pista y cruzado, después de una dejada inteligente del ruso. Pero Nadal lo había interpretado de fábula y corrió sin cesar hasta golpear esa pelota, confirmar el 'break' y a continuación consolidarlo. La cuarta corona neoyorquina ya estaba, a esas alturas, pedida por encargo para el de Manacor.
Con el marcador en 4-2 y 30-30, al resto, efectuó un globo formidable y amargó a un Medvedev que hincó la rodilla encajando otra rotura. En bandeja se veía el triunfo para un Nadal que capturó otro trofeo del US Open para sus estanterías de honor, aunque no sin murmullos en el desenlace por si se ajustaba al tiempo de servir.
Después de 4 horas y 51 minutos de una final para enmarcar, ni reparó más en esa polémica el balear, cada vez más cerca de la leyenda. Le costó alzar su cuarta copa en Nueva York porque el moscovita rompió el saque, beneficiado por una doble falta del español, y a renglón seguido salvó dos pelotas de campeonato mandando tiros muy largos.
Atizaba plano Medvedev, eligiendo el revés a dos manos muy a menudo, mientras que su oponente variaba más el estilo, la dirección y hasta la empuñadura. Sangre fría pese a tanto ajetreo, hasta el punto de firmar una dejada maravillosa para granjearse la tercera bola de partido y de título. Sacó fuerte y ya el ruso fue a remolque, mandando demasiado lejos el siguiente golpe que le tocó dar. Ese falló encumbró a Nadal.