VALÈNCIA. Ni olivos ni mar. Sin embargo, eso no impidió que a Cándido Miró Rabasa se le ocurriese montar en su ciudad natal, Alcoi, la primera empresa nacional dedicada a la producción y distribución de aceitunas rellenas de anchoa. Lo que algunos juzgaron en su momento como un despropósito, es hoy Aceitunas Serpis, una empresa con cerca de un siglo de historia y tan emblemática que, además de sobrepasar los 37 millones de facturación (2017), proporciona a Alcoi el distintivo de ser la única ciudad con un museo dedicado a ésta temática.
En realidad, Miró Rabasa no había inventado nada. La aceituna con el relleno ya era una tradición para el aperitivo en la localidad alicantina. Su acierto fue saber calibrar la posible acogida de un producto local e incorporarlo, como innovación, en otros mercados. Lo otro que hizo fue industrializar la producción dado que, hasta ese momento, era manual.
Valga el de Aceitunas Serpis como ejemplo de que la automatización de procesos y una pequeña vuelta de tuerca a un negocio de toda la vida puede convertirse en una gran oportunidad, más allá de solucionar un problema real o satisfacer una demanda. La razón del éxito de algo que no es más que una variedad de otro producto que ya está en el mercado, la encontraría Taig Mac Carthy, emprendedor en serie, en lo que él mismo ha bautizado como “dinámicas de la noticiabilidad”, es decir, que si consigues que tu producto sea noticiable y se hable de él en los medios de comunicación generalistas, vas a triunfar sí o sí. Él lo explica de esta manera: “El marketing es el precio que se paga por no ser notable. Entonces pregúntese: ¿es su producto lo suficientemente relevante como para estar en las noticias? La respuesta a esta pregunta siempre debe ser sí”.
La referencia que refrendan sus palabras la tiene muy cerca. Mac Carthy es, junto a otros cuatro compañeros, cofundador de Gik Live, una startup vasca que se hizo famosa por lanzar al mercado un vino azul. Aunque a los cinco años de su lanzamiento, la empresa había vendido ya más de 4 millones de botellas por el mundo, decir que la nueva marca ha revolucionado el sector vinícola, es decir mucho. Lo que sí se puede afirmar es que se trata del vino más ‘instagramero’ y uno de los que más títulos ha acaparado en los medios sin gastar un euro en publicidad. El mismo Taig Mac Carthy, en una charla TEDx pronunciada en Albacete, atribuía el mérito de la marca “exclusivamente a las apariciones en medios. Han sido millones de euros en publicidad gratis”.
La jugada la repitió con su posterior propuesta: Plato Hola, que lanzó la primera vajilla capaz de absorber y eliminar, hasta en un 30% el exceso de grasa y las calorías de los alimentos. Tampoco le salió mal. Del ‘plato adelgazante’ se habló en El País, el Mundo, el informativo de TVE 1…bueno, y ahora aquí. Con estos antecedentes, Mac Carthy se ha animado a publicar un segundo libro, ‘Where’s the dinosaur?’, en el que trata de explicar a otros emprendedores cómo hacer proyectos que resulten interesantes a los medios de comunicación.
Ignoramos si Beatriz Magro y Nuria Morales, fundadoras de Komvida, han leído el libro de los dinosaurios, pero también ellas han conseguido que se hable de un producto milenario como si fuese un descubrimiento de última generación. Lo que producen y distribuyen en esta empresa es Kombucha, una bebida probiótica de origen asiático que elaboran a base de té verde ecológico, scoby, agua y azúcar de caña ecológica. En ocasiones agregan alguna fruta u otros ingredientes, pero siempre 100% ecológicos.
Y aunque a las fundadoras de Komvida les gusta contar que su empresa nació “en un desván de Fregenal de la Sierra (Extremadura)”, lo cierto es que, como marca, tienden a aliarse con entornos bastante más glamurosos. ‘Kombucha, la bebida de la reina Leticia’; ‘Su consumo conquista a famosos y restaurantes de lujo’, son algunos de los títulos que recogen en el apartado de prensa en su página web.
Por último, otro producto que ha dado mucho que hablar estos días es el de la empresa Ositos con alcohol. Se trata de una startup que surge en la Escuela Superior de Hostelería de Bilbao, el Basque Foodlab, y se dedica a comercializar eso, lo que dicen: gominolas en forma de osito con alcohol. Cada osito lleva en su interior 19 grados de alcohol y la ingesta de 15 de ellos equivalen a un cubata a un precio más barato que el habitual. Combinados, por ahora, los hay hasta de cuatro tipos.
Y volvemos a la historia de Miró Rabasa porque tampoco aquí hay nada nuevo. Empapar los ositos en alcohol durante varias horas y conservarlos en el congelador para consumirlos luego a demanda, es una práctica archipopular entre los más jóvenes. “Todos hemos sido estudiantes y hemos salido de fiesta, sobre todo en la Universidad. Así que después de un largo día de estudio, tomando algo, se nos ocurrió mezclar gominolas con alcohol. Siempre habíamos oido que amigos las bañaban en alcohol y las guardaban 2 días en la nevera. Así que decidimos probar”, cuentan su historia los mismos fundadores de la startup.
Entonces, ¿a qué viene ahora tanto ruido? Primero, porque a determinados sectores les escandaliza la posibilidad de fomentar el consumo de alcohol a edades tempranas con un formato de apariencia tan ingenua y, segundo, por una reclamación a la startup interpuesta por Haribo, la gigante alemana productora de golosinas. La historia del David contra Goliat, un clásico que sigue vendiendo. El problema es que ni todos los productos pueden ser noticiables ni parece conveniente concebir proyectos que dependan de algo tan efímero como es la novedad informativa. Al fin y al cabo casos de éxito de empresas que llevan a gala no publicitarse, también hay muchos.