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NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Nuevos viejos puertos

31/01/2019 - 

VALÈNCIA. ¿Qué es un puerto cuando deja de ser un puerto? Puede parecer una pregunta estúpida pero no lo es en absoluto. Un puerto puede no ser un puerto y a la vez seguir siendo un puerto. Lo mismo pasa con las fábricas que, libres de cadenas de montaje y actividades deslocalizadas, se han convertido en fábricas de ideas, de comercio o en cosas más mundanas como aparcamientos o almacenes. 

Las ciudades, tanto los edificios como lo que pasa entre ellos, están en constante reinvención. Los edificios viejos son capaces de adaptarse, de manera a veces incluso sorprendente, a los cambios económicos y sociales. Hoy las viejas chimeneas y los tejados en sierra forman parte del paisaje de la cultura y la innovación. 

Los viejos puertos, fluviales o dársenas interiores protegidas por diques de abrigo, cercanos a la ciudad y rodeados de barrios marineros, fueron perdiendo su función comercial con la hegemonía del contenedor. Los puertos comerciales hacía tiempo que se habían desplazado hacia fuera, incluso a decenas de quilómetros de su ubicación original, para ganar espacios adecuados para buques con mayor calado y mayor eslora y necesitados de amplios muelles para descargar la mercancía. 

Esos puertos viejos, aquí a partir de los años ochenta y en otras partes de Europa un poco antes, estaban listos para renovarse. Pero en esa transición nunca dejaron de ser puertos. Han sido lugares que, a pesar de las vallas que normalmente los rodeaban, estaban abiertos a usos públicos intensos como la pesca, el baño, la náutica o el ocio en familia de paseo y viaje en golondrina. Esos puertos viejos no eran percibidos por los vecinos como una entidad separada y emocionalmente aislada como un enclave.

¿Cómo pueden los puertos viejos recuperar su valor público sin perder su valor productivo?

Hay grandes ejemplos, a distintas escalas, con distintos niveles de inversión y distintos mecanismos de gestión. Hay también casos desastrosos donde una arquitectura descontextualizada ha desdibujado cualquier trazo de memoria. Hay lugares donde los organismos que gestionan los puertos han cedido el control a los ayuntamientos y otros donde han seguido siendo protagonistas diversificando su actividad. Rotterdam, Hamburgo, Genova o Marsella son ejemplos, con sus aciertos y errores, a tener en cuenta.

 

En España, con la notable excepción de la reconversión post-industrial de la ría de Bilbao, el balance es bastante decepcionante. Los viejos puertos han experimentado transformaciones basadas en unos pocos usos (ocio y centros comerciales), con modelos de desarrollo urbano poco participativos y de espaldas a la ciudad. Es posible que una de las razones de ello es que las Autoridades Portuarias se han dedicado a hacer proyectos inmobiliarios cuando estaban especializadas en otra cosas, y se han mostrado reticentes a devolver a las ciudades el espacio que se les cedió para el comercio marítimo y ya no utilizaban. 

En años recientes la ciudadanía y las instituciones han empezado a valorar el potencial de esos puertos viejos más allá del turismo y el ocio. Han llegado a entender su importancia como una parte fundamental e indisociable de la ciudad y a reivindicar su valor público. Iniciativas desde abajo como ZWAP Bilbao “que nace en 2008 para afrontar el mientras tanto del plan urbanístico aprobado para los Barrios de Ribera de Deusto y Zorrotzaurre” o estrategias municipales como Tecendo Litoral en A Coruña señalan el camino. Son ejemplos democráticos y participativos de procesos de uso, diseño y gestión.

Representantes de dichos proyectos junto a los alcaldes Quico Fernández (Sagunt), Diana Morant (Gandia), Luís Barcala (Alicante) y Joan Ribó (València); los tenientes de alcalde Janet Sanz (Barcelona) y Xiao Varela (A Coruña), el Conseller de Hacienda Vicent Soler, portavoces de los partidos políticos con representación valenciana en el Congreso de los Diputados (PP, PSOE, Podemos, Compromís y Ciudadanos), el ex-alcalde de València Ricard Pérez Casado y un nutrido grupo de expertos, activistas y ciudadanos debatirán sobre todo ello los días 7 y 8 de febrero en La Marina de València en las jornadas “Nuevos Viejos Puertos”. 

Aprendamos de los aciertos y de los errores, cercanos e internacionales, y reivindiquemos el valor de esos puertos históricos como parte integral de la trama urbana, como grandes espacios públicos pero también con una importantísima capacidad productiva, que requieren modelos de gestión cercanos, ágiles y participativos. Estáis invitados. La València de futuro marítimo se juega mucho.

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