VALÈNCIA. La crisis del Covid ha obligado a dar carpetazo a muchos proyectos, pero hay otros que empiezan a emerger como oportunidades prometedoras de cara a la nueva realidad, que tampoco es siempre nueva porque muchos de los problemas ya estaban ahí, aunque hayan aflorado con la crisis.
Una de esas evidencias ha sido el modelo residencial para las personas mayores, muchas de ellas aisladas y en soledad durante el confinamiento. Según la emprendedora Cristina Cuesta, durante las semanas pasadas los bomberos aumentaron de forma notable las intervenciones para sacar a personas de sus domicilios, algunas de ellas en muy mal estado y otras ya fallecidas sin que nadie las echara de menos. Con argumentos como éste, Cuesta se propone potenciar el senior cohousing, es decir, “vivir en una comunidad que se diseña en base a las necesidades, valores e intereses de sus integrantes, en el entorno en el que se desea vivir y donde cada persona o unidad de convivencia se autopromociona, autogestiona y autodiseña el entorno”.
Para ello ha puesto en marcha Cohousin Spain, una organización con la que tiene previsto saltar al mundo de la empresa con una doble propuesta. Por un lado, ha creado una plataforma en la que reúne gran cantidad de herramientas para conectar a las personas interesadas en este modelo de vida, además de información, foros o recursos disponibles, entre otras. Por otro lado, incluye un servicio profesional de asesoría, consultoría, acompañamiento o desarrollo de proyecto para todos aquellos que quieran acometer una iniciativa de estas características. En este segundo apartado entran como clientes desde particulares hasta promotoras o administraciones dispuestas a implantar un modelo residencial alternativo que, en opinión de Cuesta, es “mucho más humano, saludable y económico”, tres variables que parecen encajar a la perfección con el panorama que se avecinan.
También para la telemedicina de predicen tiempos buenos. Los mismos médicos de atención primaria se quejaban en ocasiones de tener colapsadas las consultas con asuntos de menor importancia. El confinamiento ha obligado a muchos de ellos a recurrir al entorno digital para atender a sus pacientes y han podido comprobar que es una alternativa viable para resolver consultas sencillas de forma rápida y cómoda para el paciente, a quien evitan el desplazamiento.
En esta línea, María Andreina Gómez Torres, venezolana residente en Valencia, arrancó en mitad de la pandemia el proyecto CoronaFirewall. Se trata de una plataforma que conecta a médicos con pacientes para hacer teleconsultas. La herramienta surgió, en principio, para aliviar la incertidumbre y las sospechas de muchas personas de estar padeciendo el coronavirus. De esta forma consiguió reunir a más de 150 médicos voluntarios en las comunidades de Venezuela, México, Guatemala y España, los cuales han dado respuesta a numerosas consultas. La plataforma permite, además, someterse a un proceso de autoevaluación gratuita del Covid conforme a los criterios establecidos por médicos especialista que colaboran en el proyecto. Los casos que al final se detectaron graves, fueron derivados a los centros de salud oportunos porque el objetivo final de CoronaFirewall no es sustituir a la atención presencial del médico, sino el de facilitarle una herramienta de ayuda complementaria.
Ahora que parece que la preocupación por la pandemia ha disminuido, la intención de CoronaFirewall es empezar a monetizar el servicio que hasta ahora han prestado de forma desinteresada y convertirse, también, en fuente de ingresos adicionales para los profesionales de la medicina. Para ello, ampliarían las especialidades y se regirían por un modelo de suscripción en el que los médicos interesados pagarían una cuota mensual por ejercer desde la plataforma. Según María Andreina, quien acaba de aplicar para entrar en Lanzadera, la suya es “una solución con mucho futuro porque no solo descargamos de trabajo innecesario a las consultas, sino también porque, con plataformas como la nuestra, se puede llevar la medicina a las partes más recónditas del mundo, muchas veces ignoradas por los sistemas nacionales de salud y las compañías privadas por su baja rentabilidad”.
Del valor de las habilidades blandas a la hora de seleccionar talento para una empresa, se lleva hablando años. Sin embargo, salvo algunas startups que aprecian mucho la flexibilidad o la tolerancia a la incertidumbre del equipo, la mayoría de las empresas se siguen rigiendo por el CV de sus candidatos en los procesos de selección. Según Tania Grande, psicóloga, socia directora de la consultora Ayanet RR.HH. y ahora cofundadora de la startup Tuup, el cambio de paradigma laboral es inminente y ha llegado el momento de que las soft skills sean la clave diferenciadora entre un talento y otro.
Para facilitar el proceso de selección por competencias es para lo que surge Tuup, una herramienta cuyos algoritmo permiten medir las habilidades blandas y recomendar al candidato adecuado a un determinado puesto. Al modelo B2B, añaden un servicio B2C donde los usuarios pueden autoevaluarse -todavía de forma gratuita- para identificar cuáles son sus verdaderas fortalezas y orientar su trayectoria conforme a ellas, tanto en lo que respecta a la formación como al desempeño profesional.
El cambio de paradigma lo venían impulsado ya las nuevas generaciones, la de los millennials y los zetas, atraídos por algo más que un salario. Pero el espaldarazo definitivo lo ha propiciado el avance de la tecnología y, ahora, la crisis. “Entramos en un momento de transición en el que tanto las personas como las empresas van a tener que virar su trayectoria.-argumenta Grande- Habilidades como la adaptabilidad al cambio, la flexibilidad, la resiliencia, el compromiso o la eficiencia, entre otras, son las competencias que las empresas necesitan ahora, sobre todo en los perfiles estratégicos. Pero también para las personas es un momento crucial para cambiar el rumbo y orientarse profesionalmente hacia lo que de verdad les motiva, donde son realmente buenos”, concluye.