La agenda climática, pasado el coronavirus, parece ser que estará otra vez sobre el tapete
Ayer viernes 5 de junio, se celebró el día mundial del medio ambiente, con más pena que gloria, dado el entorno pandémico en el que vivimos, y sus fiestas y conmemoraciones han sido poca cosa, por eso lo de pamplinas, pues según la RAE es uno de sus significados, el ser poquita cosa, no sean mal pensados. Porque claro, otros años, se ha festejado este día en recuerdo de un planeta amenazado por la contaminación, o de algunas especies en peligro de extinción con grandes alharacas, y este año, ha sido toda nuestra sociedad la amenazada por un virus, y nuestra especie, o mejor dicho los más mayores de la raza humana los que se han visto en peligro de extinción, con todo el dolor que ello conlleva (Descansen En Paz).
El desafío climático, extensamente tratado por la Comunidad Internacional, en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y el cumplimiento de su Agenda 2030, así como en el eje primero del pacto del Botánico bis, “Transició ecològica i lluita contra l’emergència climática”, ha sido introducido en la agenda nacional por el presidente del Gobierno. En su comparecencia del 23 de mayo, nos exponía que “la siguiente emergencia es la emergencia climática” y nos informaba de la aprobación del anteproyecto de ley de Cambio Climático, con unos objetivos similares a los del president de la Generalitat, como es que en el 2050 la generación de electricidad sea 100 % renovable, por lo que en la vida parlamentaria, al menos, veremos debatir sobre el Medio Ambiente en los próximos tiempos.
Pero el tema, el vital sostenimiento de nuestro ecosistema, un planeta llamado Tierra (por ahora), es mucho, mucho más complejo que el simple hecho de parar unos cuantos coches en Occidente por ser de combustión interna, o prohibirles su circulación por el centro de las ciudades, o el cierre de multitud de centrales eléctricas (todas aquellas que no sean renovables) con los impactos económicos que conllevan todas esas decisiones, aunque ya saben que todo se soluciona “fácilmente” con más impuestos, si me permiten la broma pesada o de mal gusto. Primero porque ni en porcentaje del PIB, ni en número de habitantes, unos mil millones respecto a más de 7.500 millones, somos determinantes los occidentales, dado que sólo un país como la República Popular China, nos supera en población y en contaminación; y segundo porque existen aspectos climáticos ajenos a la intervención humana, que pueden ser más decisivos que ésta misma, algunos posmodernos son auténticos supremacistas de la estulticia.
Sobre esos “otros” y decisivos aspectos, se han publicado noticias en los últimos tiempos. Por ejemplo han ocupado muchos titulares (otra vez), la información sobre cómo estamos inmersos en un periodo de poca actividad solar (al existir pocas manchas solares), que nos podrían retrotraer al mínimo de Maunder (1645-1715), época de gran severidad climática, que se ha considerado como una mini edad de hielo. Y esto de ser grave de por sí, especialmente para la agricultura, tendría una sinergia negativa con el hecho de haber apostado totalmente por las renovables (todo maximalismo guarda una trampa en sí mismo), pues imagínense que le ocurriría a Noruega que tiene alrededor tres cuartas partes de su mix energético 100 % renovable, en energía hidráulica, si se congelasen sus ríos, pantanos o saltos de agua (en Suecia es alrededor del 50 %), o para los que han invertido en fotovoltaica que existieran unos largos inviernos con escasos días de sol…, todos los extremos son malos, incluso para las llamadas cestas energéticas. Los sistemas cuanto más complejos (y el energético lo es) se vuelven más frágiles, y expuestos a los riesgos; fíjense lo que nos ha pasado con el virus, ha demostrado lo quebradizo de nuestro propio sistema de vida moderna.
Otra de las informaciones de los últimos días, con influencia climática, son los cambios que se están produciendo en la Magnetosfera, campo magnético que rodea a la Tierra, de forma diferente a lo conocido hasta ahora, por lo que desconcierta a los científicos. En los últimos años la variación en la ubicación del polo magnético (de Canada a Siberia) se están produciendo de forma mucho más rápida respecto a los registros históricos, con diferencias en intensidad, y que terminará con el cambio de polaridad. Mientras todo ello ocurre, se produce además una disminución en la intensidad de ese campo magnético, y recordemos que es el que nos protege de las radiaciones y partículas espaciales principalmente del viento solar. Acuérdense lo ocurrido a mediados del siglo XIX, en concreto en agosto de 1859, el llamado incidente Carrington, cuando tras una inmensa tormenta solar aparecieron en Colombia auroras boreales, y se produjeron cortocircuitos en los primitivos telégrafos de la época. Imagínense que ocurriría en la actualidad con un incidente parecido, dada nuestra dependencia en la electrónica e informática, se produciría un autentico Perl Harbor cibernético, con la paralización repentina de nuestras infraestructuras críticas.
Pero donde se puede observar el autentico y sincero compromiso de los lideres con nuestro ecosistema, es ver su actitud respecto a la protección del medio ambiente, empezando por el primer escalón en el que el hombre interactúa con su entorno, es decir la agricultura, pues sin esta, si se abandonase, estaríamos en muchos casos rodeados de desierto. Precisamente la desertización es el proceso que parece haber comenzado en nuestras tierras, dado el paulatino y continuado abandono de muchos campos de cultivo, por el poco futuro que tiene esa actividad económica en España y particularmente en Valencia, por lo poco que se le protege. Un buen ejemplo de ello, es lo ocurrido con la pandemia. Y ¿qué ha pasado?, pues el cierre de fronteras, la falta de transportes internacionales-intercontinentales, ha tenido un efecto positivo al inicio de la pandemia, al eliminar desleales competidores exteriores, aunque nuevamente, y ante las malas negociaciones de nuestros responsables en relaciones exteriores, hemos sufrido la perdida del mercado USA por los nuevos aranceles, como se lamentaba Cristóbal Aguado, presidente de AVA-Asaja, y recogía este mismo diario de Valencia Plaza hace unos días (y por cierto Italia y Grecia han sabido sortear esos aranceles), y que además recordaba, como también se perdió el mercado ruso para nuestra agricultura por el boicot a ese país, como consecuencia del conflicto con Ucrania, mientras Alemania le sigue vendiendo coches a Moscú (una vergüenza).
En fin, si queremos defender realmente el medio ambiente, hay que empezar a proteger a nuestra agricultura de verdad con medidas proteccionistas, al menos, si no más, como las que hay para defender a nuestra industria u otros sectores económicos. Porque espero que hayan llegado a la siguiente conclusión tras la pandemia, en este confinamiento hemos podido vivir sin (casi) coches, pero no sin alimentos, defendamos la agricultura, defendamos nuestra tierra.