No es fácil hacer balance de un año en una breve columna de opinión y en un tiempo limitado, máxime en estos días de emociones, ilusiones y por supuesto con momentos de nostalgia y recuerdo. Quizá lo mejor sea mirar al futuro con esperanza
El 2018 ha sido un año convulso en la política nacional que nos ha deparado un inesperado cambio de gobierno tras la primera moción de censura exitosa de nuestra democracia, pero todo apunta a que este nuevo año que acaba de comenzar nos deparará momentos más intensos en la vida pública de España, pues se prevé un año repleto de elecciones y todo lo que ello conlleva de campañas, declaraciones, anuncios, promesas y también decepciones.
El año que acabamos de despedir también nos deja una alterada vida nacional, centrada en el enquistado problema catalán y tras las sorprendentes elecciones andaluzas que parecen haber puesto fin a casi 40 años de socialismo y corrupción en Andalucía. Aunque también las negociaciones posteriores están deparando sorpresas y evidenciando el alma socialista del partido naranja que sigue mostrando una actitud cambiante por días, personas y territorios.
La Comunidad Valenciana parece estar en un momento de relativa calma pero con las Elecciones a pocos meses vista, pronto empezarán a ponerse en marchas las maquinarias mediáticas de los partidos y de los medios afines y hostiles, a veces logrando fines diversos a los deseados y/o esperados. Se espera una extraña lucha entre los partidos de gobierno que deberán mantener una lealtad institucional mientras marcan distancias para captar electorado en caladeros similares.
Los partidos de la oposición en nuestra tierra están, pese a los tres años que han tenido para rearmarse ideológicamente y hacer críticas a las políticas de Consell, bastante fuera de juego y tanto populares como Ciudadanos no han fijado unas posiciones claras aunque hay que reconocer que sí han criticado muchas de las decisiones del gobierno municipal y también del autonómico, quizá sin la persistencia necesaria o sin la repercusión mediática esperada.
Entre tanto el año 2019 viene lleno de esperanza, por un lado porque siempre debemos guiarnos por esa virtud (una de las tres virtudes teologales) que nos genera una sensación positiva de que las cosas siempre pueden mejorar y realizarse de manera satisfactoria. Pero no solo como concepto vital, también porque hay hechos que nos muestran que hay hueco para mantener viva la ilusión, individual y colectiva. España y la Comunidad Valenciana han demostrado tener una sociedad dispuesta a dar la batalla en asuntos que parecían no dejar hueco a la discrepancia y ese espíritu crítico es fundamental en una sociedad verdaderamente democrática.
La irrupción en el escenario político de una nueva formación política como Vox, al margen del análisis politológico, ha generado en la ciudadanía una sensación de liberación dialéctica que estaba silenciada bajo una verdad oficial que empezaba a parecerse peligrosamente al neopensamiento y la neolengua que Orwell describiera en 1984. El campo de juego se amplía, el debate se abre y la capacidad de elección se enriquece, en suma, la democracia se fortalece.
Y para acabar este primer Tintero del Año Nuevo, tres sencillos deseos a modo de tres regalos que pido a los Tres Reyes Magos que llegarán en unos días. Si en este 2019 se diera un cambio de gobierno en nuestra querida Valencia, las tres decisiones que podría tomar el nuevo alcalde o la nueva alcaldesa, en mi opinión, deberían ser: autorizar de nuevo el estacionamiento en el carril bus en horario nocturno, devolver al callejero municipal su nomenclatura y reubicar el carril bici en vías principales para el tráfico en la ciudad. ¡Feliz Año Nuevo y Felices Reyes!