EL MURO / OPINIÓN

Publicidad y propaganda

Ante la falta de comunicación y difusión política de corto alcance, las redes sociales son la madriguera que se utiliza para modificar la realidad y crear otra verdad. No se fíen de estos gestores que cuentan la suya. Por lo general, nunca contrastada

10/02/2019 - 

Cada vez que se vislumbran por el horizonte nuevas elecciones europeas, locales y autonómicas, y no dentro de mucho unas generales, me sube la tensión. Sufro ataques de pánico. Pienso en lo que nos espera y lo que ya nos están azotando con discursos y mensajes de manipulación económica, social y aprovechamiento impositivo. Sobre todo a través de las Redes Sociales (RRSS) a las que todos tenemos acceso libre. No soy asiduo como participante, pero sí víctima y, por qué no admitirlo, curioso. Esto del cotilleo es propio de nuestra civilización y cultura. Y por aquí, mira que lo somos, cotillas incansables e inclasificables.

Pero, al mismo tiempo, también estoy sufriendo las consecuencias de haber sido generoso durante mis primeros años con ellas, desconociendo realmente su uso, y tan condescendiente a la hora de aceptar amigos y/o conocidos con ligereza y poco cerebro.

Y es que, resulta que sin conocer quién era realmente quién y llevado por la novedad acepté amigos que ni lo eran ni lo son. Es más, son pesados. Si a eso añades que los partidos políticos han convertido las RRSS en círculos concéntricos que se multiplican y retroalimentan sin descanso, pues estamos apañados y atrapados. Mi problema es ser tolerante. No me gusta quedar mal con las personas porque todo siempre se malinterpreta. Creo que si anulo a uno que no me ha hecho nada malo, salvo darme la paliza, se sentirá dolido y creerá que no soy de este mundo o tengo algo en su contra.  

Así que, para evitar mala conciencia tolero y como buen cotilla por naturaleza no puedo dejar de evidenciar mi debilidad ante un sonido, una alarma, un clic…El teléfono me tiene pillado como si fuera un yonki. Es así desde primera hora de la mañana. Se ha convertido en un fantasma que me tiene alienado. Sin embargo, comienzo a estar harto de tanta subordinación y asesores personales de telefonía, gas y seguros bancarios. Faltaban los trols.

Ahora que algunos medios de comunicación tienen sus redacciones diezmadas, los espacios son limitados y en realidad muchos de los periódicos tradicionales se han convertido en portales digitales de comunicación que venden y explotan las diez mejores recetas de albóndigas, los políticos, sus afines y todos aquellos que se amamantan a través de subvenciones o son meros acólitos, han convertido las RRSS en su ventana, en su escaparate para vender una supuesta realidad próxima. Fake o sea falsa o medio de mentirijillas, pero que les ayuda a creer su propia fantasía de realidad. Como no encuentran espacio de comunicación  mediática o sus discursos ya no los compran por aburrimiento o insignificancia, se han lanzado a convencernos de sus bondades, logros y categoría intelectual en plan deriva en las RRSS. Y es un horror. No sé si alguno de esos teóricos tan de moda y gurús de la era digital que se van a pique ha pensado o analizado esa realidad falaz. No les ha dado tiempo. Esto va muy rápido.

Me explico. Desde hace un tiempo me bombardean con noticias elaboradas por ellos mismos -políticos/as- pero sin contrastar, y en el que el autobombo es garantía de cuestionable credibilidad. Se quejan estos figurines/as que han cogido gustillo al cargo y la bobería, que los medios no siempre contrastan y los opinadores somos muy exigentes o manipuladores porque “no les consultamos lo que vamos a publicar”. Sobre todo los neo progres. O sea, que si critico o alabo a uno de ellos o uno de sus gestos, mi derecho a la opinión libre y mi libertad de expresión será cuestionada para bien o para mal. Antes, he de advertirles para que ellos maticen lo que yo pienso. Así lo sugieren. En caso contrario te bombardean todo el día. Es parte del nuevo discurso de presión. A través de las RRSS te lo recuerdan de forma muy “indemocrática”. Sin parar y multiplicado con el like y el retweet, que es una pesadez semanal.  

Pero existe un segundo detalle de mayor trascendencia. El político/a que en sus propias redes sociales se define así cuando ha de identificar su profesión, se ha convertido en su propio gabinete de comunicación. Es lícito, pero falso. Se quejan de las fake news, pero ellos construyen o difunde su realidad paralela, su verdad evangélica. Y claro, a partir de ahí todo es idílico y fenomenal. Lo escriben, lo comparten y después todo acaba convertido en una supuesta verdad o realidad incuestionable, lo que ahora se llama posverdad.

Lo noto, lo veo y lo leo. Hay algunos que hasta se vanaglorian sin límite de acción y hechos reivindicándose a partir de una nota de prensa que ellos mismos han encargado al gabinete correspondiente y difundido luego a través de la institución de la que forman parte, publicadas con algo de mucha suerte en los mass media. Y a partir de ahí, lo convierten en otra nueva verdad comentada. Su verdad, en este caso, parece que ya es norma interna. 

Los gabinetes de comunicación institucionales redactan una noticia de corta y pega cantando logros que no se pueden contrastar oficialmente, y el político lo aprovecha para añadir: “veis soy muy grande, lo mío es infinito”. 

Otros simplemente nos cuentan a diario lo que han hecho: si los servicios municipales han barrido una calle, cambiado una farola o presentado uno de esos libracos que no sirven para nada porque no entran en el circuito de la comercialización y menos de la distribución, “pero es mío y yo soy intelectualmente potente”. No hace falta que se lo reconozcan de inmediato, aunque lo sufren. Se trata de satisfacer vanidades e ir dejando un poso para ganar supuesta credibilidad y autosatisfacer esfuerzo.

Las RRSS deberían estar prohibidas para los gabinetes de comunicación y sobre todo los políticos cuando se usan para tratar de vendernos sus bondades porque en ellas sólo cuentan su “verdad”, sin análisis ni filtro. Si se prohíbe la publicación de un desnudo intrascendente, más pornográfico es la vanagloria sin más. Más aún la media verdad. No olviden  que esos gabinetes de comunicación los pagamos también nosotros para que nos cuenten su idílica posverdad aunque sea la suya, pero nada objetiva.

Así que un consejo. No se fíen. Acudan a los hechos objetivos. Analicen por sí mismos por qué el campo valenciano está en crisis y los parlamentarios europeos desconocen la realidad del campesino y los problemas de sus naranjas; estudien realmente si sus calles están limpias; confirmen que los impuestos que les exigen son auténticos y están bien gestionados y no son sólo fruto del éxito y la capacidad del gestor porque lo comparte en sus RRSS; intenten ser comprendidos por la Administración cuando se sientan desbordados por las normas, los impuestos o las injusticias. Pero no se fíen, porque cuando se suben el sueldo en comisiones parlamentarias oscuras no lo confiesan públicamente, ni lo comparten en sus perfiles y menos lo celebran. Ni nos avisan de la subida de la luz y otros impuestos complementarios que siempre llegan por sorpresa. Además, lucen gracias a las fotos que nosotros pagamos a escote. Pero no salen a la calle a pisar la realidad de barrios y vecinos. Están en modo avión. Prefieren las RRSS.

Una vez asumido el dilema, elijan entre realidad y preverdad. Pero no se dejen engañar por la propaganda y su publicidad.  

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