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La nave de los locos / OPINIÓN

Quiero ser como Megan Maxwell

Vende más libros que nadie en España. Se llama Mari Carmen pero sus admiradores la conocen como Megan Maxwell. Sus novelas eróticas han revolucionado las costumbres sexuales de gran parte de sus lectoras. Ante la falta de autores carismáticos, la he tomado como referencia en mi incipiente carrera de escritor 

21/10/2019 - 

Ahora que hago mis pinitos como escritor emborronando cuartillas, una de mis preocupaciones es encontrar modelos para triunfar en el mundo literario. En un principio, mis referentes eran autores difíciles como Proust, Joyce y Faulkner, a los que todo el mundo entendido cita pero casi nadie ha leído. Como estaba a años luz del talento de estos genios, rebajé mis pretensiones, en un ejercicio de modestia sobrevenida. Me fije, entonces, en novelistas patrios y por tanto más accesibles en  comprensión lectora. 

Hablo, por ejemplo, del cascarrabias Javier Marías, del tristón Antonio Muñoz Molina, siempre tan aburrido con su defensa de los principios democráticos, y de la guerracivilista Almudena Grandes. Sobre esta última albergo el temor de que le sea concedido el Cervantes, lo que dañaría el prestigio del premio. No debe descartarse esta siniestra posibilidad, pues la Grandes es pareja de Luis García Montero, a la sazón director del Instituto Cervantes. Grandes y García Montero, antiguos comunistas como Iglesias & Montero SA, funcionan también como una sociedad anónima que les reporta pingües beneficios al término de cada ejercicio fiscal. La suya es una extraña manera de ejercer de anticapitalistas. 

Pero yo no quiero ser un epígono de Marías o Millás; yo aspiro a convertirme en un autor popular como Arturo Pérez-Reverte pero sin su chulería cartagenera. Animado por este propósito, removí los estantes de varias librerías de València hasta que di con ella. Mereció la pena. Ya no tenía dudas sobre a quién me quería parecer como escritor. Quería ser como la novelista erótica Megan Maxwell. No hay nadie que venda más libros en España. 

No es de Manchester ni de Ohio, como podría desprenderse en un principio. En realidad se llama María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro. Nacida en Alemania, hija de padre estadounidense y madre española, Mari Carmen reside hoy en Madrid. Su aspecto podría confundirse con cualquier vecina que hace la compra en el mercado de Benalúa en Alicante.  

Novelas de Megan Maxwell en el estante de una librería de València. 

No pertenece a ninguna secta literaria

Gracias a su talento narrativo, Megan Maxwell no ha necesitado pertenecer a una de las numerosas sectas literarias para triunfar como escritora. Se limitó a hacer un curso de literatura por internet. Luego, en los ratos libres que le dejaba el cuidado de un hijo enfermo, comenzó a escribir un libro que se convertiría en la primera novela. Desde entonces (2009) ha publicado cerca de cuarenta libros que la han hecho popular en todo el mundo. 

Me encuentro entre sus guerreras y guerreros, que así se llaman sus admiradores. Los hay por decenas de miles. Sus libros se leen con la vista y con los dedos. No hay nada más placentero y sensual que pasar una página de Pídeme lo que quieras con la yema del índice. El contacto del papel con la piel deriva en una experiencia excitante. La m inicial de su pseudónimo es una declaración de intenciones. Megan, morbo, masturbación, mamada… Podríamos seguir ensanchando el campo semántico de su literatura erótica. Si los anglosajones tienen a E. L. James, autora de Cincuenta sombras de Grey, los hispanos podemos presumir de Megan, una señora muy natural del barrio de Aluche. 

 

 

Los hombres nos hemos tenido que poner las pilas para intentar parecernos a Eric Zimmerman, el protagonista masculino más reconocido de sus novelas eróticas

Además de su popularidad ganada con una literatura sencilla, directa y agradecida porque sus finales suelen ser felices (ella lo llama comedia romántica chick lit), Megan Maxwell está revolucionando las costumbres sexuales de los españoles que la han leído. Una prueba más de que la literatura puede transformar la vida. 

Los hombres, criaturas vulnerables de la madre naturaleza, nos hemos tenido que poner las pilas para intentar parecernos a Eric Zimmerman, el protagonista masculino más reconocido de sus historias. Leyéndola hemos hecho un curso acelerado de fantasías sexuales (juguetes, tríos, intercambios de parejas, etc.) para que nuestras parejas, cada día más exigentes, no nos abandonen antes de tiempo. 

Seré el Megan Maxwell masculino

Con todo lo que he aprendido de su obra, a mí me gustaría ser el Megan Maxwell masculino de la novela erótica. Adoptaría el punto de vista de esos hombres heterosexuales y blancos que mantienen el deseo a duras penas, en un siglo manifiestamente dominado por el eterno femenino. 

Francis Calabria será mi pseudónimo. Mi primera novela irá del flechazo tempestuoso entre una limpiadora de Algemesí y un alto ejecutivo estadounidense de la Ford. Desde el segundo capítulo habrá escenas tórridas de sexo duro, de sexo sin soda: esposas, máscaras, disfraces, dominación, luz tenue, música de la joven Cher de fondo…

La presentación del libro la haré en un conocido local de intercambio de parejas de Torrent. Lo tengo hablado con el dueño. Ahora sólo falta que ponga manos a la obra. 

La novela, que se titulará Dámelo todo, mi amol, comenzará así: “A Manoli le dio un vuelco el corazón cuando vio un wasap de Michael, el ejecutivo maduro y terriblemente atractivo de la Ford que había conocido bailando reguetón en un salón de bodas de Catarroja…”.  

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