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el billete / OPINIÓN

¿Qué le digo a mi hija?

Foto: EDUARDO MANZANA
30/06/2019 - 

Esta semana me voy a salir de los habituales temas de esta columna para escribir sobre algo que me preocupa desde que hace once años intenté montar un proyecto periodístico sobre la violencia de género –para mí siempre fue 'violencia machista' pero en aquellos años se impuso la denominación ‘violencia de género’ no sin grandes debates–, un asunto que he discutido con activistas feministas sin lograr que entren en razón. A lo mejor es porque no la tengo, pero como creo que sí y es un tema importante, lo escribo a ver si logro convencer a alguien.

Desde que empecé a profundizar en el problema de la violencia machista vengo contemplando un fenómeno que puede ser un avance en la lucha por la igualdad pero con daños irreparables para algunas mujeres. He vuelto a sentir esa desazón al contemplar los últimos minutos del documental de Netflix El caso Alcàsser, en los que Carme Miquel, profesora de las niñas violadas y asesinadas y referente del feminismo en la Comunitat Valenciana, hace una reflexión sobre el impacto que el caso y su tratamiento mediático tuvieron en la libertad de las mujeres.

La profesora y escritora –fallecida cuatro días después del estreno del documental– dice lo siguiente: "El caso afectó a la libertad de las jóvenes en general porque el relato que los medios conforman es un relato que viene a decir: ¡Cuidado las mujeres!, tenéis que estar en el sitio que os han otorgado, no salgáis de vuestro espacio porque si no, ya veis lo que pasa". A continuación, en una grabación de tres días después de aparecer los cuerpos, dos adolescentes de Alcàsser cuentan que tienen miedo. "Y yo, como madre, también vivía inmersa en ese ambiente, yo también tenía miedo", continúa Carme Miquel ya en la actualidad.

Carme Miquel, en el documental 'El caso Alcàsser'.

"Muchos medios lo que van transmitiendo es: si no hubiese salido de noche, pues no te hubiese pasado eso. O sea, como el que la mujer haga uso de su libertad, el que las mujeres hagamos uso de nuestra libertad sea una cosa mal hecha porque hemos salido de nuestro huequecito que nos tenían asignado". Las reflexiones de la profesora, que transcribo completas, se alternan con titulares de periódicos sobre crímenes machistas con gran impacto mediático cometidos entre 1992 y la actualidad: Olga Sangrador, Leticia Lebrato, Anabel Segura, Ana Orantes –su caso es diferente–, Rocío Wanninkhof, Sandra Palo, Marta del Castillo, Diana Quer, Laura Luelmo... "Si te repiten y te machacan diciendo: ‘salió sola, estaba sola, era de noche’, es como decirte: tú no lo hagas porque te pasará lo mismo", añade Carme Miquel.

Y concluye, después de unas tomas sobre el caso de 'la Manada': "Todavía nos encontramos en un sistema patriarcal donde la mujer es considerada inferior y hasta al servicio del hombre. Llevado a los extremos más dramáticos, es la violencia de género, la violencia machista, y este crimen de Alcàsser es fruto de la violencia machista".

Soy de los –al parecer, pocos– que apagaron la televisión la noche que aparecieron los cadáveres cuando vi en Antena 3 a Nieves Herrero con las familias de las niñas en un reality show macabro. Desconecté de la lágrima fácil y me perdí todos los programas de El cas Alcàsser (Canal 9) y el Mississippi (Telecinco), todos, así que lo único que tengo que añadir sobre el tratamiento mediático del asunto, de los asuntos, es que si todo el mundo hiciera lo mismo se habría acabado el problema.

Manifestación del 8M en València. Foto: EDUARDO MANZANA

Nada que objetar a la teoría de Carme Miquel, muy desarrollada en los estudios de género cuando hablamos de mujeres violadas. Preguntarse si andaba sola, cómo iba vestida, su vida afectiva o si había consumido drogas conduce a la culpabilización de la víctima. Muy de acuerdo, y queda mucho por hacer en este sentido también desde los medios de comunicación.

¿Qué le digo?

Sin embargo, tengo bastante que objetar a esta teoría cuando hablamos de prevención y vamos a la práctica. Y la práctica es qué le digo yo –o qué le dice su madre– a mi hija adolescente. ¿Le digo que no haga autostop para volver a casa de madrugada en una zona de veraneo donde no hay taxis? ¿Le digo que no vuelva sola por la carretera ni por calles poco iluminadas (que es precisamente el camino de unos 500 metros que lleva de la discoteca a casa)? ¿Le digo que si tiene que volver sola por la razón que sea, que no es de mi incumbencia, me llame aunque sean las 4 de la mañana, que voy a recogerla? ¿Le digo que no suba en coche con desconocidos, sobre todo si van en grupo y/o con alguna copa de más? ¿Le digo que no acepte bebidas de desconocidos aunque parezcan muy simpáticos porque pueden haberle echado burundunga?

¿O no le digo nada de eso para no meterle miedo e impedirle hacer uso de su libertad y del derecho a ocupar su espacio vital en la calle? La teoría me la sé, yo voy a lo práctico: ¿Qué le digo a mi hija de 16 años para reducir los riesgos de que sea violada?

Manifestación del 8M en València. Foto: EDUARDO MANZANA

Como podrá imaginar quien haya llegado hasta aquí, ya le he dicho todo lo anterior porque me considero responsable de su seguridad, al menos hasta que cumpla 18 años. Mi argumento –"no quiero que te violen"– cuando tenía 15 años fue bastante convincente. Al fin y al cabo, es el miedo a morir lo que nos mantiene vivos.

Pero mi reflexión no va, en realidad, sobre lo que pueda hacer yo en mi casa, sino sobre lo que hacen nuestros gobernantes, la mayoría de los cuales han hecho dejación de su responsabilidad por miedo a no ser considerados suficientemente feministas.

Enseñar a los hombres, no a las mujeres

La corriente feminista mayoritaria rechaza que se difundan medidas de prevención para las mujeres porque afirma que las convierte en responsables de lo que les pueda pasar, las victimiza y las somete a la dictadura del miedo. Lo que hay que hacer, dicen, es enseñar a los hombres a no violar. Circula por las redes un decálogo muy aplaudido dirigido a los hombres con consejos del tipo: "Si una chica está borracha o afectada por otras drogas, déjala en paz y no la violes". No sé si alguien piensa que eso es suficiente para que en la calle deje de haber depredadores sexuales, solitarios o en manada.

Con tal de no infundir miedo a las mujeres, porque es una vía de dominación de los hombres, se condena cualquier recomendación de los poderes públicos o de las fuerzas de seguridad dirigida a las mujeres como potenciales víctimas, recomendaciones tan de cajón como evitar determinados lugares por la noche porque es donde suelen actuar los violadores. La obligación de los gobiernos es prevenir, no solo curar. Cuando viene tormenta, usted es muy libre de salir a navegar, pero la obligación de las autoridades es advertirle de que puede naufragar en lugar de callarse y enviarle luego a Salvamento Marítimo.

Mónica Oltra, en un acto en Alicante. Foto: RAFA MOLINA

Hace dos años, la asociación para un consumo responsable de bebidas alcohólicas Controla Club tuvo que retirar en Castellón un folleto con recomendaciones para evitar una agresión sexual durante las fiestas de la Magdalena, tras las protestas de las asociaciones feministas y de Mónica Oltra simplemente porque eran recomendaciones dirigidas a las mujeres y no a los hombres. La vicepresidenta explicó que la política del Consell en materia de igualdad es dirigir el mensaje al agresor y explicarle claramente que las agresiones sexuales y tratar a las mujeres de forma subordinada en esos casos es delito: "Este es el mensaje que nosotros creemos que hay que lanzar, no un mensaje que al final lo que hace es aumentar el miedo de las mujeres y que no sean las dueñas del espacio público en igualdad de condiciones con los hombres". Dada la inminencia de las fiestas, ese año no hubo consejos ni para ellas ni para ellos.

En 2019 se denunciaron dos agresiones sexuales a dos menores de 14 y 16 años en las fiestas de la Magdalena, una en un descampado cerca de una carpa y la otra por parte de una 'manada'.

Un alto precio

Que las mujeres sean dueñas del espacio público en igualdad de condiciones con los hombres es un deseo, pero no una realidad. La realidad es que en la calle hay depredadores sexuales y da la impresión de que se quiere conquistar esa igualdad en la calle pagando un precio muy alto a costa de mujeres que tienen la desgracia de ser violadas por pensar que gozan de la misma seguridad que los hombres. 

Cuando uno cruza un paso de cebra es aconsejable mirar si viene algún coche aunque el peatón tiene preferencia y el conductor del coche está obligado a parar. Pero todo el mundo sabe que hay conductores despistados o que han bebido y no frenan al llegar al paso de cebra. Pararse a mirar e incluso dejar pasar el coche si viene rápido no es renunciar a la libre circulación por el paso de cebra, es una medida muy recomendable porque si te atropellan la culpa será del conductor pero la desgracia será tuya. A veces toca renunciar a un poco de libertad en aras de la seguridad.

Este afán por simular una realidad que no existe ha llevado a que prácticamente hayan desaparecido de la esfera pública, allí donde las hubo, todas las recomendaciones preventivas dirigidas a mujeres. El Gobierno de Extremadura roza el ridículo y la irresponsabilidad en su Guía para jóvenes al recomendar a las chicas, para prevenir una violación, que ocupen su "espacio vital" en la calle y que rechacen la agresión. Y punto. Las siguientes recomendaciones son para cuando ya les haya atrapado un hijo de puta. En la Guía para chicas de la Junta de Andalucía consiguen expresar con circunloquios que no todas entenderán lo que no esta bien visto decir: "No privarte de salir a la calle, cuando tú realmente lo desees, eligiendo las circunstancias (lugares, horas...) que más te favorezcan".

Las cuatro recomendaciones del Gobierno de Extremadura para prevenir violaciones.

Solo en la web de los Mossos d’Esquadra –seguro que habrá más, pero no muchas– he encontrado un plan de prevención sin complejos donde figura bien claro el mensaje: Recuerda: TÚ NO ERES responsable de la agresión.

Los consejos del Ministerio

El Ministerio del Interior tiene en su web folletos con consejos para las personas mayores y para los turistas, para evitar sufrir delitos. Por ejemplo: "En la medida de lo posible, procure no transitar por lugares solitarios o poco alumbrados". También tiene consejos para las mujeres que han sufrido una agresión sexual, pero al parecer no tiene nada que recomendar para prevenir las violaciones.

Interior hizo una guía en 2014 pero ya no aparece en su web porque las asociaciones feministas y destacadas políticas como Carmen Montón criticaron con dureza la propuesta policial como si la hubiese redactado el ministro Fernández Díaz. Eran solo recomendaciones, no obligatorias pero que podían salvar a muchas mujeres, desde algo tan básico como no hacer autostop a instrucciones sobre cómo actuar si no hay posibilidad de huir del violador. Lo de intentar entablar conversación con el agresor para ganar tiempo a la espera de una circunstancia más favorable (por ejemplo, que pase alguien al que pedir ayuda) fue recibido con burlas –¿hablar con el violador?– por parte de quienes creen que en política vale todo. Les parecerá mejor, supongo, lo que dice la Guía para chicas de la Junta de Andalucía: "No creas que la violencia física contra el violador es siempre la respuesta. Puedes salir perdiendo".

Recomendaciones del Ministerio del Interior en 2014, que fueron retiradas.

El folleto del Ministerio contenía, ciertamente, algunos consejos desafortunados, como echar las cortinas de casa para evitar miradas indiscretas o contemplar la posibilidad de comprar un silbato para llevarlo en el bolso como ocurre "en otros países". El resultado de todo aquello es que ahora no hay ningún consejo desafortunado, pero tampoco ninguno afortunado. El Ministerio y la Policía tienen consejos para reducir el riesgo de sufrir todo tipo de delitos frecuentes, también el ciberacoso, pero no para evitar violaciones.

Cuando ETA asesinaba, Interior daba consejos a los potenciales objetivos –llegaron a ser miles de personas–, como mirar debajo del coche o cambiar itinerarios. A nadie se le ocurrió decir que retirase esas recomendaciones y dirigiese el mensaje al agresor. Y nadie escribió un decálogo dirigido a los terroristas con consejos como "si ves a un guardia civil de espaldas no le pegues un tiro en la nuca". No eran medidas obligatorias, tampoco la escolta. El exministro Ernest Lluch no quiso llevar escolta porque era una limitación a su libertad –no fue el único– y nadie, salvo ETA y sus voceros, dijo que la culpa fuese suya cuando fue asesinado. 

Contra el terrorismo machista también hacen falta medidas de autoprotección porque, igual que había etarras dispuestos a matar a policías, militares, políticos o empresarios, hay depredadores sexuales al acecho de mujeres en determinadas circunstancias.

La culpa es del violador

Me ha quedado un poco largo pero necesitaba decirlo. Por encima de toda la teoría de los estudios de género está la realidad, y la realidad es que en España se cometieron una media de casi cinco violaciones al día en 2018, pocas en relación con la mayoría de países del mundo pero demasiadas en cualquier caso. La culpa es de los violadores pero la desgracia es para ellas, una desgracia a veces evitable con unas mínimas medidas de prevención que incomprensiblemente están mal vistas.

Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Qué les decimos los padres y madres a nuestras hijas? Y sobre todo, ¿qué les recomiendan el Gobierno y la Policía, que tienen una responsabilidad? Podemos callar y cuando sean víctimas de una agresión sexual recordarles que la culpa no es suya, que la culpa es del violador. Pero puede que alguna nos responda, con razón, que la culpa también es nuestra.

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