VALÈNCIA. Que las mimbres que sustentan el ecosistema emprendedor en España son cada vez más robustas, no lo cuestiona nadie. Viveros, incubadoras, aceleradoras, venture builders, coworkings, hubs, centros de innovación…proliferan desde hace unos años en el universo startups. Aún así, son muchos más los proyectos que quedan fuera que los que logran integrarse en un club cada vez más exclusivo.
Proyectos de base tecnológica relacionados sectores como fintech, ciberseguridad, movilidad o la industria 4.0, lo tienen más fácil. Encajan en esa puja de captación en cuyo juego entran las organizaciones de apoyo al emprendimiento y los inversores, pero si la propuesta se enmarca dentro de las industrias creativas o en sectores como la educación o la salud, lo más probable es que el proyecto se quede en el limbo o, como dice Pablo Santaeufemia, “se muera de asco”.
Pablo Santaeufemia es el fundador de Bridge for Billions, una organización que se ha propuesto democratizar la oportunidad de emprender con un programa de formación online para todo el mundo, más allá de la condición social, raza, género o ciudad en la que habite quien quiera montar una empresa. Es, además, una de las voces más críticas con el ecosistema que estamos desarrollando, no solo en España sino, tal vez emulando a Silicon Valley, en todo el mundo.
Gracias a su programa para emprendedores, Bridge for Billions ha conseguido erradicar determinados mitos. El primero de ellos el que sostiene que las mujeres, por naturaleza, son menos emprendedoras que los hombres. El dato que lo desmiente es que, de los cerca de 600 negocios incubados en esta plataforma, el 45% tienen a mujeres como fundadoras. Sin embargo, la media mundial de mujeres que participan en programas para emprendedores no alcanza el 10%.
Otro de los proyectos que pasaron por el programa de Bridge es el de Apadrina un olivo. Se trata de un proyecto que se ha convertido en referente del emprendimiento rural por poner en valor los recursos naturales, combatir los problemas endógenos de las áreas despobladas y por su triple impacto: económico, social y el desarrollo sostenible. El equipo, que integran 18 personas, se vale de las tecnologías y las herramientas digitales para conectar el mundo rural con el urbano, pero para ello han tenido que repartir al personal entre las ciudades de Valencia, Barcelona y Madrid.
Alberto Alfonso, uno de los fundadores, reconoce que, pese a haber pasado por diversos programas de formación, el apoyo público al emprendimiento rural tira a escaso y que, de no haber sido por la iniciativa privada, el proyecto difícilmente habría progresado. Apadrina un Olivo surge como una iniciativa empresarial en la localidad turolense de Oliete, de poco más de 360 habitantes, que se ha propuesto como objetivo salvar y proteger los más 100.000 olivos centenarios de la zona. A ver qué aceleradora o inversor va a apostar por un proyecto de conservación.
Requerida su opinión sobre el modelo de empresas y emprendimiento que está impulsando el ecosistema actual, Santaeufemia manifiesta: “Buscamos empresas globales, escalables y, si conseguimos el sueño del unicornio, mejor. No digo que esté mal, pero no estamos empujando todo. Hay muchísimos más tipos de empresas y vehículos de inversión que estamos dejando a un lado. Lo que estamos consiguiendo con todo esto es distorsionar la realidad de lo que es un emprendedor. El hecho de que cuatro amigos puedan montar un negocio en cualquier parte del mundo y crear una pyme con 10 empleados también es emprendimiento y hay que apoyarlo. Hay problemáticas que, por su naturaleza, no son escalables porque no tienen un mercado demasiado grande, o porque el cliente no puede pagarlo o por cualquier otro motivo, pero ello no implica que haya que dejar esa problemática de lado. Ahí es donde está el fallo. Se está haciendo mal desde el momento en el que hay un sobreprotagonismo de un determinado tipo de proyectos, de inversión y de programas y nos estamos olvidando del resto. Verdad que Silicon Valley ha ayudado mucho a evolucionar la forma de emprender, pero hemos desaprendido otras formas que también tienen mucho valor”.
Lo otro que preocupa a Pablo Santaeufemia es el futuro de las pymes, teniendo en cuenta la tendencia a la digitalización con la consecuente transformación del mundo laboral. En su opinión, la presencia de pymes en un territorio es lo que marca la diferencia entre los países desarrollados y los que no lo están dado que de ellas depende en inmensa medida la creación de puestos de trabajo.
En el caso de España, la mayoría de este tipo de empresas es abrumadora. Según los datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social a fecha de junio de 2019 , del total de 2.905.355 empresas inscritas en la Seguridad Social en nuestro país, las grandes empresas (con más de 250 trabajadores) representan solo el 0,2% del tejido empresarial.
Así las cosas, inculcar ambición de crecimiento en las pymes, parece un reto importante, pero también es preciso acompañarlas en su transformación para que no desaparezcan con las nuevas tecnologías. “La Inteligencia Artificial y la robotización van a destruir empresas y puestos de trabajo, por eso urge empezar a pensar cuáles van a ser las nuevas pymes, las que van a contratar a los empleados del futuro. Si el ecosistema apunta solo a la persecución de unicornios, no sé muy bien dónde quedan las pymes, las grandes distribuidoras de riqueza en un país. Hay que tener mucho cuidado en cómo pensamos en las pymes del futuro para que se adapten a los cambios y sigan generando empleo en beneficio de un mundo más igualitario. No podemos permitir que innovar sea un lujo que solo pueden permitirse las grandes”, concluye Santaeufemia.