VALÈNCIA. Si alguien le hubiese dicho a Enrique Arrillaga hace cinco años que hoy iba a moverse por una nave de su propiedad de 5.700 metros cuadrados, con una plantilla de 19 personas, a punto de facturar 3,6 millones de euros y que iba a formar parte de las populares listas Forbes como una de las mentes más creativas, hubiese pensado que era una burla. En 2014, él, y por extensión su familia, estaba totalmente arruinado después de haberlo vendido todo en el intento de salvar la empresa maderera fundada por su tatarabuelo y que él había comprado en 2002.
“Luché hasta el final, convencido de que yo podía con eso”, afirma. La empresa entonces se llamaba Indubrik y cuando dice con eso se refiere a unas pérdidas que empezó a notar ya en el año 2006 pero que creía poder compensar con el desarrollo de otras líneas de negocio en paralelo. Tanto forzar la situación, le puso, en 2012, en un concurso de acreedores. En esas estaba cuando les robaron dos veces consecutivas en la fábrica. La familia, “que me apoyó todo lo que pudo y más, me dijo que para comer, vale, pero que para la empresa ya nada más”.
Sí le respaldó y se mantuvo siempre al lado Marta Quiroga, su mujer, incluso cuando en 2014 Enrique Arrillaga decide montar un nuevo negocio. “Tenía tres alternativas: buscar trabajo en otra empresa dentro de mi sector, buscar suerte fuera de mi sector o aprovechar los más de 20 años acumulados de experiencia y montar algo nuevo”. Ganó la tercera opción. Los 1.800 euros que tenían en ese momento y la ayuda desinteresada de algunos fabricantes y proveedores que habían trabajado antes con él posibilitaron la puesta en marcha de muebles LUFE, acrónimo resultante de Local, Universal, Funcional y Ecológico.
Tal vez al acrónimo le falte una B, de Barato, porque ese es el distintivo que le sirvió para que un periodista de El País bautizara su negocio en una entrevista como El Ikea vasco. El artículo se hizo viral, tanto que empezaron a recibir más encargos de los que podían dar abasto. La buena racha no se ha detenido. A día de hoy 300 muebles que vende on line salen a diario de su fábrica y cuenta con más de 350 referentes en catálogo. La mayoría de los encargos tienen España como destino, pero a partir del próximo año, viajarán también a Francia, país por el que Arrillaga quiere iniciar la internacionalización.
También era de origen familiar la empresa que quebró Javier Gil Llorens: Cerámicas Manuel Gil, dedicado a la comercialización de materiales de construcción. Como emprendedor, afirma Gil Llorens que él “ha tocado la gloria”.
Durante 33 años estuvo al frente de un negocio radicado en Vigo. El hijo consiguió hacer grande lo que era un pequeño negocio llegando a facturar 4 millones de euros al año. Por ello recibió, entre otros, el Premio Empresa concedido por el presidente de la Xunta de Galicia y la Confederación de Empresarios en reconocimiento a su larga y notable trayectoria.
Como a otros muchos, la crisis le atizó de pleno dejándole con una gran cantidad de material suministrado que nunca llegó a cobrar. “No podía asumir que iba a quebrar la empresa que fundó mi padre”, declara. Pero con el empecinamiento lo único que hizo fue endeudarse aún más hasta el punto de tener que vender la casa en la que vivía para hacer frente a los pagos. “Perdí todo mi patrimonio”, asegura.
La situación que, contada así, puede parecer dramática, con el tiempo resultó no serlo tanto. De talante meditativo, Gil Llorens llegó a la conclusión de que “la vida no da puntada sin hilo”, de manera que interpretó lo sucedido como un aviso del fin de un ciclo de vida y que le había llegado la hora de empezar algo nuevo.
Se formó como coach, se convirtió en experto de Programación Neurolingüística (PNL) y ahora tiene una consulta en Vigo que lleva su mismo nombre donde enseña a otras personas, “muchos de ellos emprendedores y autónomos”, a robustecer las fortalezas internas que es lo que, en su opinión, le salvó a él de un final tan dramático como el que observó en otros compañeros que corrieron su misma suerte y “a quienes tuve que visitar en el hospital. Una cosa es perder el patrimonio, y otra arruinar una vida”.
Antes de convertirse en una de las personas más influyentes en el área de Recursos Humanos, David Díaz Robisco venía de un estrepitoso fracaso. “Emprender va con mi personalidad. Montamos Calthermic con el objetivo de ser un referente en el mundo de la calefacción: novedades a un precio asequible. Hicimos nuestro plan de negocio para facturar 6 millones en tres años y en 6 años llegamos a casi 12 millones, con más de un 50% de la facturación fuera de España”, cuenta. A los dos años siguientes, quebraron, “no por la crisis, sino por no hacer las cosas bien”.
Reconoce que el coste económico y emocional fue alto. “Me tocó empezar la vida de nuevo desde cero. Perder todo me dio la oportunidad de volver a construir con la ventaja de la experiencia adquirida”.
Ahora se presenta en el mercado ofreciendo servicios profesionales como un “facilitador” que ayuda “a través de la formación a mejorar resultados de medianas y pequeñas empresas”. Interesado también en la marca personal, es autor del libro Curso de LinkedIn. 10 días para tener un perfil con huella. Se trata de una especie de guía en la que te indica, paso a paso, cómo confeccionar tu perfil en esta red que te permita transmitir tu valía como profesional, la de tu empresas y la marca personal porque, está convencido, “todos podemos ponernos un buen titular sobre quienes somos y lo que hacemos”.