Algunos argumentan que en 2019 podría producirse un año 'dorado'. En concreto se refieren al oro como alternativa de inversión y en especial por el hecho de que en anteriores ocasiones (no en todas) dicho metal actuó como activo refugio en momentos de entorno complicado, como el que estamos asistiendo desde septiembre y que no sabemos lo que puede prolongarse.
Durante casi todo el año pasado los precios de los metales preciosos no se movieron demasiado al alza por falta de demanda. No obstante, esta percepción cambió en el último mes de 2018 ante lo que apunta que ha vuelto el apetito de los inversores, al menos parcialmente. Tiene todo su sentido si pensamos en un escenario de tipos al alza (por ahora solo en EE UU), una mayor presión inflacionista (sin confirmarse una tendencia clara aunque la lógica al final debería imponerse) y los riesgos geopolíticos que últimamente se han multiplicado a ritmo poco deseable (Brexit, shutdown o cierre del Gobierno norteamericano, guerra comercial entre Estados Unidos y China, Italia...). Bajo este contexto no es por ello para nada descabellado pensar que el oro podría resurgir de sus cenizas.
Uno de los mayores enemigos del metal amarillo es cuando el apetito al riesgo de los inversores se incrementa para alcanzar niveles de euforia debido al buen comportamiento de la renta variable. Desde la crisis financiera hasta septiembre del año pasado aquel apetito se había incrementado sucesivamente con solo algunas pausas puntuales en el camino. Así, cuando más iba avanzando el ciclo económico expansivo, muchos inversores empezaron a dar la espalda al oro para reubicar el dinero en la renta variable.
Otro culpable del viaje por el desierto por el que atravesó el oro en los últimos años se puede buscar en la política ultraexpansiva (y nunca vista) de los bancos centrales. Inundar los mercados con liquidez abundante provocó una situación anormal reflejada, entre otros aspectos, en los índices de volatilidad. La tan baja y poca habitual volatilidad - junto con la convicción de que los bancos centrales iban a intervenir en cualquier situación controvertida en los mercados- ayudó a que se fabricara un germen que sirvió como base de argumento para que los inversores justificaran su progresivo aumento del apetito al riesgo.
Desde la perspectiva del oro parece que el viento podría ahora estar cambiando hacia un lado más favorable. Es al menos lo que se podría desprender de la idea básica de la FED de seguir apretando los tornillos de los tipos de interés en al menos otras 3 ocasiones adicionales durante el 2019. A partir de los niveles actuales, con cada aumento de tipos, otras alternativas a la renta variable van cogiendo atractivo y la demanda de los inversores para colocar capital se repartirá entre varias clases de activo. Todo ello debido a que al caballo ganador de los últimos años, la renta variable, le está saliendo una seria competencia. En este sentido el oro como una de las alternativas posibles sabrá muy probablemente seducir a los inversores más temerosos o más desconfiados.
Cabe también recordar que el solo hecho de la presión alcista de tipos en Estados Unidos no es una garantía para que el precio del oro se mueva al alza; aunque muchos en esta ocasión así lo inducen ya que consideran que mucho de las subidas de tipo están descontados ya en el precio actual. Si esto fuera cierto se entendería como consecuencia de ello el arreón en el precio del metal amarillo durante el pasado mes de diciembre.
Finalmente el oro también puede servir como un protector ante la inflación. Sería sobre todo este efecto el que hoy por hoy solo estaría descontado parcialmente en precio y debido a que las cifras no dejan entrever una clara tendencia en materia de inflación (solo en EE UU y Reino Unido este indicador sería algo más consistente). Una vez se confirmara una mayor consistencia de esto último, los inversores sin duda, no tardarían en cotizarlo al alza. Una mezcla entre mayor presión inflacionista y riesgos geopolíticos sin resolver en las próximas semanas o meses podría por tanto suponer el caldo de cultivo que todavía falta para que el metal busque cotas más altas durante los próximos 12 meses.
¿Será un acierto apostar por el oro en 2019? No lo sé con certeza -ójala tuviera la varita mágica para ayudarles- Solo sé que hay bastantes más indicadores a favor que hace 2-3 años. En todo caso recomiendo invertir siempre en medida adecuada y consultando a un especialista para que pueda escoger el producto más adecuado. Tenga en cuenta que existe un sinfín de productos financieros que invierten en oro y que contienen riesgos implícitos relacionados a subyacentes sintéticos (derivados) o contrapartidas que se deben eliminar en el filtro para el inversor particular.
Christian Dürr es responsable Asesoramiento Patrimonial en Ética Patrimonios EAFI