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tribuna libre

Sin música la vida sería un error

4/08/2021 - 

VALÈNCIA. Hace unos días, paseaba por la ciudad a última hora de la tarde, buscando la cierta brisa que suele generarse a esas horas en verano, y escuchando música de una lista de reproducción. En un momento dado sonó Sycamore Down, de Jaymay, una cantante y compositora norteamericana de sutiles temas indie pop y folk contemporáneo. Automáticamente recordé su actuación, para apenas quince personas, en la pequeña tienda que la conocida productora londinense Rough Trade tenía en Notting Hill. Rodeados de discos disfrutamos de su primer álbum de forma totalmente acústica y cercana. Una experiencia que recuerdo cada vez que la escucho, no importa que hayan pasado ya doce años.

Y es que la música, con o sin concierto, nos transporta, nos anima, nos alimenta, nos da fuerza…. Es quizá por ello que escuchar música sea la principal actividad de ocio que realizamos las personas, tal y como evidencian todos los informes a nivel internacional. Las preferencias por un género musical u otro, y con ello el consiguiente consumo de música, ya es diferente, pues varía en función de numerosos determinantes como recoge la amplia literatura académica existente al respecto. Desde la etapa del ciclo de vida que atraviesan las personas (adolescencia o edad adulta, por poner dos ejemplos), el sexo o el lugar de residencia, entre otras variables sociodemográficas, hasta la personalidad o el estilo de vida, como factores psicológicos. También el capital cultural, o dicho de otro modo, la acumulación de experiencias y recursos en este contexto, y la formación musical condicionan la elección de unos géneros u otros. En este sentido, un reciente estudio realizado por investigadores de la Universitat de València, y en vías de publicación a nivel internacional, muestra que las personas con algún tipo de formación musical presentan preferencia por un mayor número de géneros de música, frente a quienes no disponen de tales estudios, interesados principalmente por géneros más populares y sencillos. Entre ellos, el pop-rock o el rap; no así el jazz, la electrónica o la música clásica, preferidos, junto a otros más, por el primer grupo. La repetición, consecuencia de la escucha o práctica continuada de diversos temas en sus estudios de música, y la consiguiente familiaridad, parece conllevar una mayor diversidad en las preferencias musicales.

Pero sean unos u otros los géneros elegidos, los beneficios que genera la música en las personas, además del propio disfrute, son innegables. “Quien canta su mal espanta”, “la música calma las fieras”, “música y flores, llaman amores”. Estas frases populares son ejemplo, sin duda, de dichos beneficios. Estos también han sido analizados en profundidad por diferentes estudios. En este sentido, unos señalan los efectos terapéuticos de la música, tanto a nivel físico y emocional como psicológico. Otros han estudiado la influencia que la música tiene para tomar decisiones de compra, tal y como ocurre con la música de ambiente que puede escucharse en un comercio. Además, se ha comprobado que la música es también un instrumento adecuado para la inclusión e integración social y para superar situaciones personales complejas. Un ejemplo de esto último es la reciente campaña Palabras que abrazan, desarrollada conjuntamente por las áreas de Mujeres desfavorecidas y de Juventud de Cruz Roja Valencia. Se trata de una pieza de música compuesta e interpretada por mujeres en los distintos idiomas de nuestro país a partir de un taller realizado con víctimas de violencia de género.

Y pese a la importancia de la música, a ser la práctica cultural más extendida entre la población, y a los beneficios que genera, el sistema educativo apenas la contempla en sus enseñanzas. A nivel de estudios universitarios, la música no existe prácticamente en los programas de las diferentes titulaciones, a excepción de casos muy puntuales. Es cierto que la duración de las carreras se ha acortado y estas se centran además en los contenidos propios. No se trata de incluir materias vinculadas con la música, pero sí poder utilizarla de forma transversal. La innovación educativa y la consiguiente utilización de métodos de aprendizaje diversos, así como de recursos docentes variados, podrían suplir esta carencia al incluir actividades musicales o relacionadas con la música en algunos de los proyectos que se realicen.

Es el caso del proyecto docente con título Gestión y evaluación de una experiencia musical multisensorial para la integración de personas con diversidad funcional. Una actividad docente práctica desarrollada conjuntamente en el curso 2019-20, justo antes del estallido de la pandemia, por estudiantes de los grados de Turismo y de Administración y Dirección de Empresas, así como del programa de doctorado en Marketing de la Universitat de València. En concreto, los primeros fueron responsables de la producción, gestión y comercialización de dicha experiencia. Los segundos colaboraron activamente en la recogida de la información mediante un cuestionario dirigido a los espectadores. Un cuestionario diseñado por la estudiante de doctorado que lideraba dicha investigación.

La experiencia multisensorial con título Concierto sentido e interpretada por Las Reinas Magas, ocho mujeres (cuatro voces y cuatro instrumentistas) se dirigió a espectadores con y sin diversidad auditiva y visual. La singularidad de esta experiencia se basaba en activar todos los sentidos posibles, no solamente la vista y el oído, característicos de cualquier concierto. También el olfato, el gusto y el tacto. Para ello, se entregaron hierbas aromáticas en la entrada y se utilizaron aceites esenciales para perfumar el espacio; se distribuyeron entre los espectadores bandejas con piezas de fruta y verdura para su degustación durante el concierto; y finalmente, las artistas impusieron sus manos y abrazaron al público mientras cantaban para transmitir vibraciones.

El proyecto perseguía un doble objetivo. Uno de naturaleza social e inclusiva, pues buscaba acercar el disfrute de la música en directo a personas con algún sentido mermado. El otro, de finalidad investigadora, consistía en analizar tanto la relación entre la experiencia multisensorial y la satisfacción de los espectadores, como estudiar si existían diferencias en dicha vivencia en función de tener algún sentido alterado o no. Los resultados mostraron que la repercusión de activar más sentidos, es decir, la percepción multisensorial, tuvo una influencia positiva en la experiencia de consumo de los asistentes, influyendo también en su satisfacción. Además, aquellas personas con alguna discapacidad valoraron en mayor medida la experiencia, tanto a nivel emocional y cognitivo como social. Sentirse partícipes de una experiencia musical que les integraba pudo sin duda influir en esa mayor valoración.

Pero además, para el estudiantado responsable de la organización y evaluación del proyecto, este tuvo una repercusión muy positiva. En concreto, les supuso acercarse, prácticamente por primera vez, a la realidad de un colectivo afectado por la limitación de alguno de sus sentidos. Asimismo, comprobaron el papel relevante de la música, tanto en los espectadores, por su disfrute e integración, como en ellos mismos, al descubrir estilos distintos a los que escuchan habitualmente, sintiendo así el poder transformador e inclusivo de la música.

Estos resultados corroboraron, tal y como señaló tiempo atrás el filósofo, poeta, músico y filólogo Friedrich Nietzsche, que “sin música la vida sería un error”. Hagamos un esfuerzo, y más en estos tiempos convulsos que vivimos, para incluir más música en nuestro sistema educativo, independiente del género o estilo.


Manuel Cuadrado-García
Profesor e Investigador del departamento de Comercialització i Investigació de Mercats de la Universitat de València y responsable de numerosos proyectos de innovación educativa basados en música.

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