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Sánchez se adelantó

Foto: ÓSCAR DEL POZO/EP
2/03/2019 - 

En la Comunidad Valenciana hemos vivido el último año a vueltas con la posibilidad de que el president Ximo Puig, en uso de las atribuciones de su cargo, decidiera adelantar las elecciones. A lo largo de 2018, los rumores sobre un posible adelanto electoral fueron in crescendo, sobre todo después del éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez en el mes de mayo. Dicha decisión habría tenido un valor simbólico indudable, pues identificaría con nitidez un calendario electoral valenciano, centrado en los problemas y las propuestas de ámbito autonómico, con sus propios ritmos y lógicas. Además, naturalmente, el adelanto podría resultar beneficioso para el convocante, es decir: Ximo Puig. Las encuestas parecían favorecer una reedición del Botànic; además, en unos términos particularmente beneficiosos para el PSPV.

Pero, mientras Puig y los suyos cavilaban sobre las bondades del adelanto, otra dirigente autonómica, Susana Díaz, se les adelantó (valga la redundancia), y convocó elecciones andaluzas para el dos de diciembre. Con recordado éxito: Susana Díaz logró enterrar su carrera política (aunque ella aún no se ha percatado de ello, en apariencia), mientras la extrema derecha irrumpía en la política española con virulencia: más de un 10% de los votos, es decir: más de lo que le otorgaban las encuestas más favorables.

Así que, visto lo visto, a Puig se le quitaron las ganas de experimentar y en el Palau se resignaron a jugarse la Generalitat a la vez que el poder municipal y provincial: en las elecciones del 26 de mayo. Y en estas estábamos cuando otro dirigente de su partido, sorpresivamente, se le volvió a adelantar a Puig. En este caso, el mismísimo presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, con su convocatoria anticipada de Elecciones Generales para el día 28 de abril. Justo cuatro semanas antes que las autonómicas. Unas elecciones generales que, inevitablemente, contaminarán la campaña, la movilización y los resultados de mayo. Pero falta saber de qué manera lo harán.

Eso sí: no es aventurado pensar que el sentido del voto en las generales probablemente se vea refrendado en autonómicas, municipales y europeas. Con esta decisión, Pedro Sánchez une su destino al de los barones, y además de forma jerárquica: los barones han de dejarse la piel para intentar no sólo que Sánchez saque un buen resultado y venza en las elecciones (lo cual parece probable); sino, sobre todo, que el trío de partidos conservadores no sume una mayoría parlamentaria. Porque, si la derecha suma en abril, es previsible que la izquierda se desmovilice, aumentando y potenciando la victoria conservadora un mes después.

Aquí es donde se plantea nuevamente el dilema que Ximo Puig y el PSPV han estado acariciando durante 2018: adelantar o no adelantar. En este caso, adelantar para que coincidan las Autonómicas con las Generales. Una decisión cuya motivación no puede resultar más paradójica: si se adelanta, es sobre todo para intentar que la capacidad de arrastre de Pedro Sánchez permita conservar la Generalitat. Pero también para evitar el riesgo de que Sánchez pierda, o no gane lo suficiente, y eso perjudique las expectativas de Puig en mayo.

Foto: DANIEL DUART

Por otra parte, históricamente las Elecciones Generales han sido muy buenas para la derecha en la Comunidad Valenciana. Lo han sido... como cualquier proceso electoral celebrado aquí desde que, en 1995, el PP alcanzara la Generalitat y comenzase su larga  hegemonía. Desde entonces, el PP siempre ha sido el partido más votado en las elecciones en la Comunidad Valenciana, tanto autonómicas como generales. Otra cosa es que la suma del bloque de derechas fuese mayoritario. No siempre fue así. En las Elecciones Generales de 1996, 2004, y 2015, la izquierda ganó en votos (siempre por la mínima), y también ganó, esta vez claramente, en las Elecciones Autonómicas de 2015.

¿Qué cabe esperar que suceda ahora, en las Elecciones Generales de abril de 2019, en la Comunidad Valenciana? Las encuestas muestran escenarios contradictorios. Y, sobre todo, es muy complicado arbitrar cómo afectaría a las autonómicas. Pero sí que podemos vislumbrar dos factores. Por un lado, la participación posiblemente sea más alta (las generales "tirarían" de las autonómicas), merced al elevadísimo grado de polarización política que se está alcanzando. Por otro lado, es previsible que la participación se oriente en torno al eje nacional y beneficie a los partidos mayoritarios y, sobre todo, a los partidos de ámbito nacional. Es decir: al PP y al PSPV, pero también a Vox, a Podemos-Esquerra Unida y a Ciudadanos, con un gran perjudicado: Compromís.

¿Debería Ximo Puig adelantar las Elecciones Autonómicas en este caso? Adelantar posiblemente contribuyera a mejorar los resultados del PSPV (a costa de sus actuales socios, sobre todo de Compromís). En este escenario, la tendencia que parece percibirse en las encuestas, hacia una recuperación del voto del PSPV a costa de Podemos y un estancamiento de Compromís, podría potenciarse. Si asumimos que la lógica de la polarización política en torno al eje ideológico primará en las Elecciones Generales, y que el PSOE y Pedro Sánchez llevan ventaja electoral, y además lograrán encarnar la principal alternativa al trío conservador, es posible que la jugada le salga doblemente bien al PSPV: mantendría la Generalitat y además lo haría en una posición mucho más favorable respecto de los otros socios, con lo que se rompería el equilibrio del Botànic con Compromís.

La jugada, por supuesto, también tiene inconvenientes. El PSOE ya ha dejado claro que no quiere pactar en el Senado con Compromís y Podemos (porque esperan obtener la victoria en solitario). Pero nada impide a Compromís y Podemos coaligarse entre ellos en las candidaturas para el Senado. Es poco probable que lo hagan para el Congreso, y casi imposible que se presentaran en coalición a las Autonómicas, donde cada uno de los dos eventuales socios se dirige a un público diferenciado en muchos aspectos. Pero cabe indicar que en las elecciones de 2015 y 2016, cuando Compromís y Podemos se presentaron en coalición (y en 2016 también con EU), obtuvieron mejores resultados que el PSPV (en torno a un 25% de los votos, por un 20% del PSPV, en sendas ocasiones). Es decir: que, aunque las Elecciones Generales contribuyan a diluir a los votantes de Compromís y potencien al PSPV, los socialistas podrían provocar con la coincidencia electoral que Compromís y Podemos se coaliguen y tal vez les arrebaten la Generalitat. Y más allá: que se coaliguen y venzan al PSPV, pero no sumen y gobierne el trío de las derechas. En ese caso, el PSPV habría pasado de gobernar la Generalitat a ni siquiera liderar la oposición. Jugada maestra.

Desde mi punto de vista, adelantar las elecciones es una mala opción para el convocante. Porque es imposible discernir si será beneficioso o perjudicial para sus intereses; y, sobre todo, por su patética carga simbólica: llevamos años hablando de la necesidad de hacer notar el poder valenciano, o al menos la existencia de una singularidad valenciana. En 2018 se enarbolaba la posibilidad de adelantar las Elecciones Autonómicas como una vía de plasmar dicha singularidad. Pero si luego el adelanto consiste en anticipar un mes las elecciones (el adelanto en su mínima expresión), y además para que coincidan con las Generales (es decir, hacer seguidismo de la convocatoria de ámbito nacional), es una forma de singularizarse harto peculiar.

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