Allá por los años 90 había una expresión entre pija y cursi que se utilizaba con tono de parodia y burla para ridiculizar la manera de confirmar una verdad entre los miembros de cierto entorno social. Hoy en día los juramentos de nuestros políticos han dejado aquella expresión como algo hasta serio
En unos días tenemos de nuevo cita con las urnas, los valencianos votamos lo local y lo global, o sea Valencia y Europa. Votaremos con el subidón y la alegría de haber ganado al Barça la Copa del Rey o con la tristeza y resignación de haber dejado escapar el único trofeo del año del centenario. No esta una cuestión baladí, de hecho, muchos de los aficionados que van a desplazarse a Sevilla a ver el partido han votado ya por correo, pero otros pretenden volver y llegar a tiempo el domingo para ejercer su derecho al voto, mucho me temo que será una misión compleja y a la que afectará el resultado del partido.
Inmersos en plena campaña municipal, los candidatos al ayuntamiento han debatido varias veces, pero la ciudadanía lleva semanas con exceso de propuestas, ideas, programas, planes y todo tipo de promesas o anuncios electorales. Creo que muchos llegamos desfondados, cansados y algo incrédulos, nos conformamos con que no suban impuestos, limpien calles y jardines y garanticen la seguridad y lo demás podrían dejarlo tranquilo, aunque no será así. El problema de la política actual es que necesitan justificar cargos y sueldos hablando mucho y haciendo cosas que no siempre son necesarias para mejorar o facilitar la vida de los ciudadanos.
Como vivimos unos meses de varias citas electorales, el calendario está solapando la campaña europea, municipal y autonómica en varias comunidades con la constitución de las Cortes españolas, Congreso y Senado, cámara baja y alta respectivamente. El PSOE ha decidido colocar en la presidencia de sendas instituciones a dos socialistas catalanes, sabiendo que el PSC es un partido independiente del PSOE y con un perfil cercano al universo nacionalista. Podemos consolarnos pensando que el presidente sólo modera los debates y tiene una figura más institucional o representativa que ejecutiva o de gestión, pero también es cierto que son la tercera y cuarta figura institucional en el escalafón del estado, por detrás del Rey y el presidente del gobierno.
En la sesión de constitución, una vez más, y ésta ya para nota, tuvimos que asistir a las fórmulas más grotescas, ridículas y horteras de acatamiento del cargo, especialmente las de los nacionalistas catalanes y algunos podemitas, esta vez tuvieron su respuesta por parte de los noveles diputados de Vox y también por un contundente Albert Rivera. Es hiriente e insoportable que quienes manifiestamente reniegan de las instituciones que les dan voz y espacio y además cobran de lo que pagamos todos los españoles, ataquen con esa virulencia y faltando a la verdad más elemental a las mismas. Negando el estado de derecho, las libertades y garantías jurídicas de nuestra nación e intentando denigrar a nuestro poder judicial y legislativo.
Ante la denuncia del líder de Ciudadanos, la respuesta de la nueva presidente del Congreso fue: “no se ha mermado la esencia del acatamiento”, dijo literalmente Meritxell Batet y citó la jurisprudencia del Tribunal Constitucional que de alguna manera legitima el todo vale a la hora de prometer el cargo de diputado. Vuelvo a recordar que, si asumimos que la democracia es fondo y forma, algo está fallando. Para colmo, ante la justificación de las variopintas fórmulas de acatamiento por parte de la actual presidente del Congreso, los aplausos más entusiastas vinieron de los políticos independentistas catalanes, bochornoso.
Sinceramente, aunque se diga que tenemos la clase política que nos merecemos, creo que, en muchas ocasiones, y ayer lo demostraron de nuevo, nuestros políticos son unos indignos representantes de millones de personas con educación, talento y valores que luchan y se esfuerzan a diario para mejorar, progresar y construir una familia, una empresa, en definitiva, una sociedad mejor. Parece que los que ocupan esos cómodos escaños prefieran tirar por la borda la gran responsabilidad que les hemos otorgado, banalizando y ridiculizando tan alta dignidad. Puesto a elegir habría sido más simpático e inofensivo “jurar por Snoopy”.