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Toda la mentira y nada más que Miguel Catalán

La editorial Verbum concluye con 'La mentira benéfica' la publicación de las reflexiones del filósofo valenciano Miguel Catalán sobre la mentira

1/01/2021 - 

VALÈNCIA. La vida de un escritor trasciende a su muerte y la del filósofo Miguel Catalán (València, 1958 - 2019) lo hará con el más ambicioso tratado sobre la mentira publicado en nuestra lengua: Seudología. Coincidiendo con el primer aniversario de su fallecimiento, la editorial Verbum publicó el decimotercer y último volumen. Con el título La mentira benéfica, este libro pone punto y final a 25 años ininterrumpidos de lanzamientos en un estudio que ha sido capaz de abordar el engaño desde la política, la iglesia, la vida interior o la traición al prójimo, entre otros enfoques.

El trabajo del profesor Catalán se convierte así en un hito para la literatura filosófica en español, pero sobre todo en un sistema de referencia. La suma de los trece tratados en torno a la mentira suponen un vasto análisis al que, María Picazo, su compañera y quien ahora expande su legado también a través de Facebook, le atribuye “la labor de media vida”. Desde mediados de los años 90, Catalán generó un sistema de investigación y rastreo de fuentes a partir del cual proyectó –en origen– veintidós volúmenes, que acabó concretando en unos dieciséis, pero que en los últimos años sintetizó hasta los trece.

El extenso estudio, además, se ha realizado ajeno a la influencia documental de internet y a partir de la búsqueda internacional por bibliotecas y librerías. Por eso, una de las características de los trece ensayos es la regeneración de fuentes en torno a este tema para la filosofía. Manteniendo un tono divulgativo y con constantes referencias a la cultura contemporánea y popular, entre sus fuentes documentales no es extraño encontrar textos griegos, literatura bíblica, crónicas medievales o alusiones a políticos de nuestro tiempo, como el multiconseller condenado a prisión Rafael Blasco.

El caso de Blasco conecta –además de la política– con algunas de las perspectivas que ofrece en el volumen número trece el autor, en el que aborda la ética de la mentira benéfica, pero también aspectos muy estimulantes como la mentira a los seres queridos. En este texto final, es curioso que el último de los capítulos esté dedicado al “espíritu sanador de las artes y las letras”, ya que en realidad sus ensayos son una suma de referencias culturales de todo tipo. Desde los medios al cine, pero sobre todo desde la literatura clásica a la contemporánea, que también se hace presente en su estilo franqueable.

En concreto, el decimotercer volumen estira de fuentes y momentos que van de Cernuda, Machado o Borges, pero antes ya transita a Nietzsche (una referencia habitual), Proust, Virginia Woolf o Walter Benjamin. Las miradas literarias delatan algunas querencias y estilos concretos que también se pueden rastrear en su obra de ficción paralela. De por sí, la suma de las trece bibliografías de Seudología es una guía para analizar y contemplar la mentira a partir y a través de las artes y la filosofía, de Ovidio a Dante y Montaigne a Cela.

En el último de los volúmenes de Seudología, eso sí, Catalán aprovecha para despedirse desde el prefacio. En el hace contadas confesiones personales, tales como que esta teoría general “fue siempre una actividad absorbente”, comenta Picazo: “durante meses o años, según el volumen, todos los días giraban en torno al tema del siguiente libro”. Habla Catalán en el prefacio de “deber cumplido”, es generoso y extenso en los agradecimientos, pero sobre todo destaca la asunción de que la obra que ahora tenemos entre las manos, completa, le otorga la sensación al autor de “haber consumado un viaje vitalicio”.

Pendiente de reconocimientos

El propio Catalán estuvo releyendo y corrigiendo sus textos hasta el día anterior a su muerte, rematando un proyecto vital genuino. No obstante, sorprende como en los últimos libros –los tres últimos se han publicado tras su fallecimiento– mantiene el mismo ritmo y la voluntad de no inmiscuirse en las conclusiones. En el extenso viaje a través de todas las caras de la mentira, el doctor en Filosofía se posiciona como un narrador al margen y al que solo los gestos literarios sitúan más o menos distante de la idea en cuestión.

La obra póstuma de Catalán es la de un intelectual accesible y que durante su vida no destacó por el perfil público, todavía pendiente de reivindicación por parte de la Universitat de València. De su teoría general sobre la falsedad, no obstante, recibió galardones como los el de ensayo Juan Gil-Albert (por El prestigio de la lejanía. Ilusión, autoengaño y utopía) y Alfons El Magnànim, el Premio de Ensayo e Investigación Juan Andrés (por Ética de la verdad y de la mentira), así como el de la Crítica Valenciana por una de sus ficciones (El último Juan Balaguer). Cabe recordar que, más allá de su obra filosófica, Catalán es también autor de cuatro novelas y tres libros de relatos. En el ámbito literario, son especialmente conocidos y citados sus dos diccionarios: el de falsas creencias y el lacónico, “gracias a los que a menudo encontraba un entretenimiento o una salida intelectual para oxigenar, de algún modo, su autoexigencia con Seudología”, comentan Picazo.

Además de a sus primeros lectores y compañeros de la Universidad Cardenal Herrera CEU, en la cual fue profesor de periodistas, comunicadores audiovisuales y publicistas primero, y de políticos más tarde, entre sus lectoras está la filósofa Rosa María Rodríguez Magda. La también autora, que coincidió con él en el Instituto Azorín de Elda, definió recientemente a Catalán como “una mezcla curiosa de seriedad, fino humor y bonhomía". Atributos a los que cabría añadir una modestia que incluso se cuela en el prefacio citado.

Desde el entorno académico del propio CEU, donde en sus últimos años fue profesor de Pensamiento Político y de Ética de la Información, también se destaca la determinación con la que asumió su obra filosófica, pese a que Picazo insiste en que la docencia le otorgaba tanta o más felicidad que la labor de estudio. “Tenía una confianza renovada, año tras año, en la gente joven. Siempre encontraba, en cada promoción, las dos, tres o cuatro personas que le inspiraban una confianza nueva en el mundo”. Una influencia que, de alguna manera, podría formar parte del tono ameno y la forma de narrar temas a menudo eruditos, pero que pueden ser leídos con una agilidad literaria en Seudología.

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