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La nave de los locos / OPINIÓN

Todo declina

Foto: Roman Zach-Kiesling/ORF/DPA

La Europa orgullosa de su pasado y su cultura, esa Europa que no pedía perdón por ser cuna de la civilización, se acaba. Algunos somos testigos de sus últimos días. Levantamos acta de esta decadencia. Los nuevos bárbaros están a las puertas, sin que a nadie parezca importarle

8/08/2021 - 

Hay mañanas en las que comprar el periódico es todavía una inversión rentable. En la columna de tu articulista favorito, una crónica de fútbol que huya de los lugares comunes, o en una crítica de cine escrita por las manos de un ángel, encuentras la recompensa a los casi dos euros que te cuesta el ejemplar. Si vives en un pueblo, puede que no queden quioscos abiertos, y tengas que desplazarte a la ciudad a comprarlo. Soy un yonqui de la prensa de papel y como tal necesito mi papelina diaria.

“Al abjurar de sus valores religiosos y culturales, Europa se ha ganado ser la colonia de los poderosos del mundo. Europa será su balneario y prostíbulo”

Hace unos días, en este horrendo verano, consumido entre los ladridos de los perros de los vecinos, las moscas cojoneras y la música del odioso Anuel AA, tuve la suerte de leer algunos fragmentos de una entrevista a Riccardo Muti, a quien el diario ABC presenta como el más grande director de orquesta del mundo.

Cada frase de Muti es luminosa e inteligente, de una lucidez muy difícil de hallar en este tiempo de luces apagadas. “Me he cansado de la vida”, confiesa. El entrevistador, sorprendido con la afirmación, le pregunta: “¿Por qué dice eso?”. El titular de la  Sinfónica de Chicago, que acaba de cumplir los 80 años, se lo explica: “Porque es un mundo en el que ya no me reconozco. Y como no puedo esperar que el mundo se adapte a mí, prefiero apartarme del camino”. Y acaba recordando el “Todo declina” de Falstaff, la ópera de Verdi.   

“A aquel profesor lo arrestarían”

Esa ignorancia es achacable, a su entender, al sistema educativo. Reconoce que gran parte de lo que es se lo debe a sus profesores de Secundaria, rigurosos y severos al máximo, como aquel maestro de latín que le tiró de las orejas al equivocarse en una declinación. “Hoy lo arrestarían”, admite.

Uno agradece las palabras de hombres de talento como Riccardo Muti porque se reconoce en ellas. Al leerlas te sientes un poco menos solo. Su diagnóstico sobre Europa es certero y amargo. Es triste vivir en un continente sumido en la decadencia. Y así, cuando subes al metro que te lleva a Colón y tres de cada diez viajeros van tatuados, o cuando paseas por la Alameda de Xàtiva y te paras a observar a cinco jóvenes turistas sentados en una terraza, cada uno ensimismado en su móvil, sin mediar palabra entre ellos, cuando vives estas desagradables experiencias, aceptas que tu reino ya no es de este mundo. Es lo que algunos llaman envejecer.

Europa da pena y asco

Europa da pena y asco, según los días. Es como esas señoronas que fueron hermosas y ricas en su lejana juventud, y hoy son una caricatura espantosa de aquel pasado. Pintarrajeada como una mona de feria, luciendo sus mejores alhajas, la vieja Europa sólo puede aspirar a pagarle la cena y la cama a un chulo de Moscú.

Caseta cerrada, dedicada a la venta de libros en la Cuesta de Moyano, en Madrid.

No hay otro futuro para Europa —especialmente si se vive en un país del Sur— que trabajar como personal subalterno para los millonarios árabes, americanos y chinos que compran nuestras empresas a precio de saldo, gracias a los destrozos de la pandemia, y adquieren nuestra deuda para garantizarse la servidumbre económica y política del continente. ¡Que el señor Xi Jinping se apiade de nosotros!

Pero el declive económico de Europa, con ser innegable y profundo, no es lo más grave. Lo peor de todo es, como apunta Riccardo Muti, la decadencia cultural, que tiene su origen en la falsificación de la enseñanza. En las escuelas y los institutos, el esfuerzo, la memoria y la adquisición de conocimientos han sido arrinconados por culpa de la pedagogía moderna.

Adiós a la gran belleza

Casi nadie conoce el pasado glorioso que añora Muti, o apenas lo recuerda. Europa, la vieja y puta Europa, ha renunciado a la gran belleza, a lo que la hizo grande: a Cristo y Platón, a Mozart y Miguel Ángel, a Montaigne y Voltaire, al gótico y al latín que ni siquiera los curas se preocupan por hablar.

Protestas en París contra la obligatoriedad del pasaporte Covid para entrar en cines o restaurantes. Foto: Geoffroy Van Der Hasselt /AFP/Dpa

Al abjurar de los valores religiosos y culturales que cimentaron su identidad como continente, Europa se ha ganado ser la colonia de los poderosos del mundo. Europa será su balneario, parque temático y prostíbulo, donde probablemente perviva la ficción de gobiernos de fachada democrática que mantengan aterrorizadas a sus poblaciones con la excusa de la seguridad y la salud públicas.

Cuando esa nueva Edad Media haya arraigado, a Homero y Cervantes habrá que leerlos en secreto, con las puertas y las ventanas cerradas, por temor a que un patrulla policial te identifique y asalte tu casa, te lleve a la comisaría, acusado de desorden público, queme tus libros y un juez ordene tu ingreso en prisión, eso sí, en cumplimiento de una de las legislaciones democráticas más avanzadas del mundo. 

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