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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR 

Todos esos músicos y artistas que el sida se llevó

1/12/2019 - 

VALÈNCIA. Unos días atrás, impartiendo una clase en un curso, proyecté una actuación de Klaus Nomi. Más que un  playback, lo que Nomi ofrecía en aquel plató de televisión francés era una pequeña performance. Aquel contratenor de origen alemán aterrizó en el Nueva York de finales de los setenta para pasar a formar parte de su modernidad, que no era poca. Klaus Nomi mezclaba ópera y pop electrónico y salía a escena vestido con un traje inspirado en los diseños de Sonia Delaunay. Este verano, en su actuación en el festival de Glastonbury, Kylie Minogue le rindió tributo. Contemplando el vídeo proyectado en la clase fui consciente una vez más de lo triste que era no tener a Nomi entre nosotros. Únicamente registró dos discos y su carrera terminó de manera fulminante en marzo de 1983. Murió a causa del sida. 

En 1990 Debbie Harry e Iggy Pop cantaron juntos una canción de Cole Porter. Por aquel entonces, unir a ambos era todo un acontecimiento. Alex Cox se encargó de dirigir el vídeo correspondiente a la canción, ‘Well, Did You Evah?’, que se publicó en una colección de  versiones de Porter realizadas por artistas tan diversos como U2, Tom Waits, Jimmy Sommerville, k.d. lang o Erasure. Red Hot & Blue fue el primer álbum creado por la organización Red Hot, fundada por el abogado John Carlin para recaudar fondos para la lucha contra el sida. Su primer reto fue este, dar vida  a un disco de homenaje con estrellas de la música. Por aquel entonces, el VIH todavía era un virus letal que llevaba más de una década funcionando como una plaga bíblica. Hizo estragos en continentes como África o países como Brasil, donde la falta de información y recursos resultó el peor agente difusor. En occidente, la enfermedad se cebó con el colectivo LGTB, lo cual añadió un grado más de dolor para quienes se vieron afectados por la enfermedad.  El sida era visto como un estigma. Los afectados por el mal eran tratados como apestados o leprosos. El miedo al contagio y los prejuicios alimentaron el ostracismo de quienes lo padecían. Gobiernos conservadores como los de Reagan o Thatcher miraron hacia otro lado. Miles de personas fueron abandonadas a su suerte. En la era moderna nunca ha habido una pandemia que haya puesto de manifiesto con tanta claridad lo cruel y lo ignorante que puede ser el ser humano.

Robert Mapplethorpe es uno de los artistas visuales más importantes de mi vida. Aunque los motivos para ellos son varios, sólo necesito enumerar un motivo: la foto que ilustra la portada del álbum Horses de Patti Smith. Mapplethorpe murió a causa del sida en 1989. Por aquel entonces, la enfermedad seguía siendo una maldición. Rock Hudson había sido la primera celebridad que hizo saber al mundo que la padecía.  Lo hizo público en 1985 pero no fue suficiente para concienciar sobre la verdadera naturaleza de una enfermedad que se transmitía  y se transmite sobre todo a través del contacto sexual, del semen y la sangre. La siguiente víctima famosa fue Freddie Mercury, fallecido en 1991. A tratarse de un cantante tan popular, el mundo lamentó lo trágico y lo injusto de su desaparición. Por aquel entonces, yo ya había lamentado también la pérdida de varios miembros de dos  grupos neoyorquinos poco conocidos pero tremendamente interesantes. Lance Loud, que estaba al frente de Mumps, y los hermanos Paul y Miki Zone, de The Fast. También habían muerto Keith Haring y Sylvester. The B-52’s habían perdido a su guitarra, Ricky Wilson. Y en España, la pareja de pintores conocida como Costus, de los que se puede decir que fueron uno de los focos alrededor de los cuales se gestó la movida madrileña, habían sido víctimas de la enfermedad.

El homenaje a Cole Porter, que dicho sea de paso, fue uno de los letristas más inteligentes y audaces a la hora de escribir canciones sobre el amor, no fue el único disco de la colección Red Hot. En 1992 apareció Red Hot + Dance, con contribuciones, entre otros artistas, de George Michael y Madonna. Un año después, los colectivos del underground y el rock alternativo yanqui se unieron para dar forma a No Alternative. Nirvana, Smashing Pumpkins, Urge Overkill, Pearl Jam o Soul Asylum, contribuyeron en esta ocasión a la causa con temas inéditos o exclusivos.  Casi todos los géneros, incluidos el jazz y la clásica, han inspirado algún volumen de la serie Red Hot. El afrobeat y Fela Kuti –víctima también del sida- fueron el punto de partida de dos álbumes, al igual que la música latina, la portuguesa o la brasileña. Los discos más recientes fueron coordinados por la gente del grupo The National, que a su vez alistaron a un deslumbrante número de artistas –Cat Power, M Ward, Sufjan Stevens…-  para los álbumes Dark Was The Night (2009) y Day Of The Dead (2016), este último consagrado a versiones de Grateful Dead.

Red Hot + Arthur Russell es uno de mis álbumes favoritos de la colección. Está dedicado a un artista reivindicado con fuerza desde hace un par de lustros y que de no haber muerto tan joven, hoy quizá tendría una discografía arrolladora. Así y todo, Arthur Russell dejó mucha música grabada, música que aunaba baile, pop y minimalismo. Era un experimentador nato que estuvo a punto de formar parte de Talking Heads cuando estos pasaron a ser un cuarteto en 1977. Robyn, Hot Chip y Devendra Banhart son algunos de los artistas que interpretan su cancionero en este homenaje. El sida ya no es una enfermedad mortal, pero sigue viva y todavía no se ha comercializado una vacuna para impedir su contagio. Los preservativos siguen siendo la única manera de evitar el contagio por vía sexual. Lou Reed habló en ‘Halloween Parade’, una de las canciones de New York, de los efectos colaterales que la enfermedad tuvo en la escena gay de la ciudad. Si se organizara un desfile de Halloween con artistas y músicos que se fueron a causa del sida, veríamos desfilar a Liberace, a Esquerita, a Jobriath, al productor de música disco Jacques Morali,  al músico de salsa Héctor Lavoe, al músico de rock argentino Miguel Abuelo, a la cantante yemení Ofra Haza. Morir por alguna enfermedad relacionada con el sida siempre va unido a un cierto sentimiento de vergüenza, porque su contagio tiene siempre unas connotaciones que aluden a lo privado, mayormente a nuestra capacidad para disfrutar y  amar. Precisamente por ello, creo que debemos recordarlos para intentar compensar lo que seguramente se les negó durante su convalecencia y en sus últimos momentos, cuando más necesitaron sentirse respetados y queridos.

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