Tres lecciones que la industria valenciana ha aprendido del coronavirus

Digitalización, relocalización de las empresas y movilidad verde: las huellas positivas de la crisis que han venido para quedarse

14/06/2020 - 

VALÈNCIA. Cuando la Covid-19 desembarcó en España, sacudió los cimientos de la sociedad tal y como la conocíamos. Todas las dinámicas que hasta el momento se habían dado por sentadas dejaron de ser válidas, y el país se adentró en lo que muchos se han apresurado a calificar como “la peor crisis desde la Guerra Civil”.

Por supuesto, dos semanas de confinamiento y otros dos meses de actividad a medio gas abocaron a la economía hacia la recesión. Y, aunque el nivel de la actividad en los polígonos industriales valencianos ha sido de entre el 60 y el 80% en plena pandemia, los beneficios han caído estrepitosamente para la inmensa mayoría de los sectores productivos.

La industria teme dar con sus huesos en una crisis tan dura como la de 2008, y por eso el ambiente generalizado que se respira es el de la lucha continua y la recuperación. Porque sí, la situación es difícil, pero las empresas valencianas están peleando por adaptarse hasta las últimas consecuencias. Y eso pasa, indudablemente, por cuestionarse lo viejo, destruir lo que ya no sirve y dar la bienvenida a lo nuevo: ¿qué es lo que ha aprendido la industria valenciana del coronavirus?

Digitalización: llegamos tarde, pero llegamos

Las dos primeras décadas del siglo XXI han estado marcadas por la revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación, amigablemente conocidas como TIC. Sin embargo, el mercado laboral español siempre se ha caracterizado por hacerse mucho de rogar en este aspecto. El trabajo presencial y el factor cara a cara eran dos realidades tan profundamente arraigadas en el ADN nacional que era prácticamente imposible imaginar un mundo en el que fuera obligatorio (e incluso plausible) trabajar desde casa.

 Pero son las grandes crisis las que agudizan el ingenio, y la necesidad siempre triunfa donde fracasó la voluntad. El crudo azote del coronavirus, con sus dos largos meses de letargo doméstico, consiguió avanzar todo lo que no se había avanzado en veinte años: “Hemos dado un salto brutal hacia delante” explica el gerente de la Federación de Polígonos Empresariales de la Comunitat Valenciana, Diego Romà. “La Covid-19 ha implantado en dos semanas procesos digitales que no se esperaban hasta dentro de cuatro años: hemos aprendido a utilizar herramientas, hemos comprado equipos nuevos y hemos adaptado nuestras casas. Desde la Federación incluso hemos desempolvado hardware para videoconferencias que ya teníamos pero que no usábamos” reflexiona.

 Los gestores de las principales áreas empresariales valencianas coinciden en que el cambio en cuanto a digitalización ha sido dramático. Tanto es así que es lo primero que nombran cuando se les pregunta por las consecuencias positivas que ha tenido el coronavirus sobre la industria. Y no solo eso, sino que además están profundamente convencidos de que la situación no se va a revertir: “El teletrabajo ha venido para quedarse. La digitalización es crucial para el futuro” asevera el presidente de Acese en Sedaví, Germán García. “La sensación generalizada es que el teletrabajo va a dar un salto importante en el futuro próximo, porque las empresas han hecho una valoración muy positiva de esta experiencia” añade el gerente de Asivalco en Paterna, Joaquín Ballester. “Ha habido una digitalización impuesta nacida de la necesidad, y eso ha hecho que las empresas por fin se den cuenta de que hay muchos trabajos que se pueden hacer perfectamente desde casa” apuntilla finalmente el gerente de la AES en La Safor, José Ortola.

Los beneficios del trabajo a través de Internet son muy diversos. El principal y más obvio es la conciliación familiar, seguido muy de cerca por la reducción de los desplazamientos. Esto supondría un ahorro de tiempo para el trabajador y de emisiones para el medio ambiente, y además ayudaría a descongestionar unos polígonos que en los últimos años se han visto asfixiados por el tráfico. Pero el teletrabajo también tiene beneficios más sutiles como, por ejemplo, la manera en la que los profesionales interactúan con el medio digital: “Hemos notado que en las reuniones por videoconferencia la gente va mucho más grano y se concentra más fácilmente en el asunto a tratar” asegura Diego Romà de Fepeval.

La digitalización ofrecerá más posibilidades de actividades colaborativas entre empresas

Las posibilidades que ofrece Internet para la evolución del empleo son infinitas, y no se concentran únicamente en el teletrabajo individual. La celebración de cursos y seminarios también podría sufrir un cambio radical con el acceso generalizado de los trabajadores al entorno digital: “En un webminar se pueden juntar más de cien personas, cuando eso en un salón de actos no se ve casi nunca” explica Romà. “Las videollamadas se van a volver muy útiles, sobre todo para las cuestiones que superan el ámbito de una sola empresa. Las actividades conjuntas serán más sencillas, y eso es muy bueno” coincide Ana Pardo, gerente de AUPIM en Massalfassar.

Está claro que hay tareas que, incluso en la era de la digitalización, exigirán la presencia del profesional. Además, las personas somos seres sociables por naturaleza, por lo que siempre tenderemos al contacto humano. “El teletrabajo no tiene por qué ser drástico” explica Manuela Pedraza, gerente del Parque Tecnológico de Paterna “en nuestro sector se empieza a comentar la posibilidad de poner un par de días presenciales y el resto en casa” concluye. En este sentido, es previsible que los grandes acontecimientos y reuniones más especiales sigan manteniendo su ritualidad presencial. Internet no tiene por qué suponer la desaparición del trabajo en la oficina, pero sí su optimización.  

El fin de la deslocalización. La compra, cuanto más cerca mejor

La otra gran proeza del coronavirus ha sido hacernos valorar lo que tenemos al lado. Y esto no solo se aplica a nivel personal: las empresas son las primeras que salen de la crisis con la lección bien aprendida. Después de décadas de deslocalización y de buscar suministros en los rincones más exóticos del mundo, la industria valenciana se ha dado cuenta de que lo más cercano siempre es lo más seguro. Aunque sea un poco más caro.

“A veces nos íbamos a comprar a Asia cuando en Sevilla estaban haciendo exactamente lo mismo” ejemplifica Diego Romà. Y es que el empresariado valenciano estaba excesivamente acostumbrado a importar de mercados externos, ajeno al peligro de que un imprevisto pudiera saltar por los aires un sistema que en febrero se consideraba indestructible. “Esta crisis nos ha hecho ver que cuanto más lejos, más riesgo” continúa Romà “las empresas cada vez tienen más clara la necesidad de relocalizar” concluye.

En esta misma línea se expresa también Carlos Peinado, gerente de la Asociación de Empresarios la Reva, en Riba-roja: “Va a hacer un proceso de relocalización. Antes lo veíamos muy fácil porque tenemos el Puerto de Valencia al lado, pero ahora se ha hecho evidente que no podemos apostarlo todo a Asia. El futuro pasa por diversificar proveedores”. Germán García, de Acese Sedaví, le da la razón y añade: “Ahora estamos mucho más sensibilizados con la importancia de cuidar las empresas que tenemos al lado. Es el comercio de proximidad lo que nos ha salvado de esta crisis” asevera tajante.

 

 Y así es como se configura un nuevo modelo de mercado: a medio camino entre la necesidad propia y la solidaridad hacia lo ajeno, no sin una pizca de romanticismo patrio. Por eso, son muchos los polígonos que han impulsado plataformas para que las empresas vecinas puedan conocerse mejor entre ellas, siguiendo hasta el extremo el paradigma de cuanto más cerca, mejor. Las páginas web de las asociaciones empresariales han echado humo en los últimos meses, con centenares de visitas a los listados de factorías y la descripción de su producción. En Torrente incluso se puso en marcha un grupo de Whatsapp interno.

LA COVID-19 HA DEMOSTRADO QUE CUANTO MÁS LEJOS SE ESTÉ EL ABASTECIMIENTO, MÁS PELIGRO SE CORRE

Pero si hay un polígono que ha ido a la vanguardia de todo esto, ese Fuente del Jarro en Paterna. Y es que, de manera casi visionaria, esta área empresarial ya puso en marcha antes de la crisis programas para incentivar la compra de proximidad: “Antes de todo esto ya estábamos fomentando la economía colaborativa” explica Joaquín Ballester, su gerente. “Buscábamos empresas líderes y las poníamos en contacto con firmas secundarias o startups afines a su sector, para que pudieran contratarles suministros o servicios de calidad”. “A raíz de la crisis” continúa “hemos fomentado aún más la compra de kilómetro 0. Las empresas nos pasaban sus ofertas y desde la asociación se las enviábamos a otras firmas a las que les podían interesar”.

Y en el futuro próximo, Fuente del Jarro planea ir incluso más allá: actualmente se encuentra en conversaciones con otros ocho polígonos españoles para construir un market place. Si el proyecto sale bien, estas áreas estarán continuo contacto para crear sinergias entre sus empresas e incentivar los intercambios comerciales a nivel nacional. Una apuesta clara por el comercio a nivel interno que, con coronavirus o sin él, comenzaba a ser una necesidad de primer orden para la industria española.  

Más allá del coche: nuevas formas de transporte individual

El problema de los atascos a las entradas de los polígonos no es ninguna novedad, pero el asunto se complica mucho más si es la propia ley la que prohíbe compartir coche por recomendación sanitaria. Tampoco ayudan en este sentido las restricciones al aforo en el transporte público.

Por eso, el coronavirus ha animado a los polígonos valencianos a apostar todas sus cartas de movilidad al verde: carriles bici, espacios para patinetes eléctricos y, en definitiva, formas alternativas de transporte individual. Las áreas empresariales se suman así a la tendencia que ya se ha impuesto en los núcleos urbanos, y que ayudará a la descongestión del asfalto y del aire.

BICICLETA Y PATINETE ELÉCTRICO: LAS PRÓXIMAS APUESTAS DE MOVILIDAD

Raúl Tudela, presidente de la Asociación Empresarial de Alzira, lo tiene muy claro: “Hace cinco meses yo no habría apoyado la construcción de carriles bici dentro del polígono, me parecía demasiado peligroso por la afluencia de camiones y demás. Pero la nueva situación me ha hecho ver que, tomando todas las precauciones y haciendo las cosas ven, ambos se pueden compaginar perfectamente” comenta, convencido de la necesidad de buscar alternativas para el transporte individual. “De aquí en adelante se va a usar mucho más el vehículo privado, así que sería importante construir infraestructuras que nos permitan movernos sin contaminar” concluye.

El Parque Tecnológico de Paterna también contempla estas nuevas formas de transporte en su Plan de Movilidad, que presentó incluso antes de que estallara la crisis del coronavirus. “Todavía no tenemos carriles bici, y en ese sentido nos gustaría estar mejor conectados” explica su gerente Manuela Pedraza. “También estamos impulsando proyectos para mejorar la movilidad en patinete y bicicleta eléctricos” concluye.

Sus vecinos de Fuente del Jarro caminan exactamente en esta misma dirección. “Hemos reivindicado que nos coloquen estaciones de bicicletas, preferiblemente eléctricas, junto al apeadero del metro” explica el gerente de la entidad. Y estos no son los únicos ejemplos: todas las grandes áreas empresariales valencianas están apostando por las formas verdes de movilidad. La Safor y Massalfassar entre ellas. 

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