ALICANTE. No, no llego al nivel de llevar tatuado una versión XXL del ideograma identificativo de Einstürzende Neubauten, ni escucho cada día un fragmento de una de sus letanías con fondo de bass macerante, ni colecciono ediciones especiales japonesas en vinilo de alto gramaje. Lo que sí hago es tener en mi lista de hombres de negro con voz de ultratumba a Hans Christian Emmerich, más conocido como Blixa Bargeld, frontman de la banda alemana de rock industrial (ay, las etiquetas son como curvas con el peraltado al revés, piensas que te acercan a la esencia de lo descrito, pero lo que hacen es alejarte camino del abismo) y miembro histórico (lo de histórico es porque se puede datar su periodo en el tiempo cronológico) de los Bad Seeds que acompañan la voz (también abisal) de Nick Cave (dudo: ¿Blixa estaba el segundo y Nick tercero o viceversa?).
Hurtado & Ortega Editores (un día de estos tocará preguntarles cómo se les ocurrió optar por una denominación tan de editores anglosajones, pero que perfectamente podría servir para un dúo de magos o de luchadores de lucha libre mexicana) han apostado para el sexto título de su catálogo por la primera publicación en formato libro del bardo berlinés, en traducción del propio Rubén Ortega Díaz.
Europa. Una letanía, como toda letanía, está pensada para ser cantada o, como mínimo, leída en voz alta, avisan en la NOTA DE LOS EDITORES. Sorprende esta aviso, tras la lectura, porque se trata, más bien, de una road movie (¿road book?) gastronómico-musical que perfectamente podría ir de regalo junto a la última edición de la Guía Michelin europea: “El tour manager compra una licuadora eléctrica en una pizpireta, minúscula, pueblerina tienda de electrodomésticos [… ] Quizás estoy dando la impresión de que no me dedico a otra cosa que a comer y a tocar”. Quizás, sí, pero también un largo desideratum de joie de vivre tras constatar que la degradación de las células es un acontecimiento súbito, un conocimiento íntimo que nos empuja a dejar testimonio del día a día como un testamento público. Y también una declaración de amor por el paisaje de los territorios del Viejo Continente (término que casi ha desaparecido de bibliografía contemporánea.
Durante la gira de Einstürzende Neubauten de 2008, Blixa Bargeld, escéptico pero enternecido, escribió esta auténtica letania bufa, retratando sin saberlo a una Europa tan eufórica como aburrida de sí misma que estaba ya entonces a punto de explotar y desaparecer. Y también el choque cultural, el extrañamiento de la inseguridad: “Espero no acabar teniendo problemas para entrar en Estados Unidos, la última vez que estuve allí, la Homeland Security anduvo trasteando en mi portátil, buscando vete a saber qué”.
Machaconamente, nos acompaña en la lectura la banda sonora de la ruta en forma de setlist:
Intro/Die Wellen
Nagorny Karabach
Dead Friends
Let's Do It a Da Da
Weil Weil Weil
Unvollständigkeit
Tageland Weiss
Rampe/Von wegen
Sabrina
Die Befindlichkeit des Landes
Susej
Ich warte
La repetición, el tránsito en compañía de otros, la convivencia a lomos de un bus de dos pisos herencia de otros tránsitos, de otras setlists ajenas, con dieciséis literas, doce y una lounge en la parte delantera, y otras cuatro en un reservado tras la escalera con su lounge correspondiene, es decir: sofá, tele, DVD (y vídeo), estéreo, etc. En el piso inferior no hay camas, sólo mesas y asientos, un hervidor de té, microondas, nevera y más entretenimientos audiovisuales. El recuerdo de otros tiempos en que viajaban sin roadies y eran los propios miembros del grupo quienes montaban y desmontaban el equipo. La búsqueda de distracciones acorde a los intereses culturales de cada uno (tras reclamar a la compañía un aumento de la intensidad lumínica: ¡nadie les había encargado nunca una lámpara para leer!): En todo este tiempo de girar “he desarrollado filias. Hay multitud de habitaciones en mi particular gabinete de curiosidades, que visito tanto por disfrute como por edificación, pero también caben pequeñas exposiciones temporales como esta: Platos de pescado de la Antigüedad en la colección Florence Gottet”.
No hay nada como meterse en la piel de un músico experimental, a punto de entrar en su sexto decenio de vida, para sobrevolar las ciudades como los ángeles invisibles de aquel Der Himmel über Berlin wendersiano en el que Bargeld fue banda sonora.