ENTREVISTA con el bajista castellonense

Xavi Muñoz: "Al entrar en Stereolab he confirmado que no existen las clases medias en la música"

Repasamos la trayectoria del bajista castellonense, integrante desde hace dos años de la banda de culto de los noventa liderada por Laetitia Sadier y Tim Gane, y a su vez compañero de banda de Alberto Montero y Las Víctimas Civiles.

9/07/2020 - 

VALÈNCIA. En abril de 2019, la web cultural norteamericana Vulture publicaba un interesante reportaje en el que quedaba constatado lo difícil que resulta a los músicos vivir de la venta de sus discos y los ingresos de sus conciertos, incluso cuando gozan de cierta repercusión nacional e internacional. En el citado artículo, bandas como Tamaryn y artistas como Cass McCombs hablaban de los trabajos a tiempo parcial que desempeñaban para poder asegurar el pago del alquiler todos los meses. En España, un país con una industria musical mucho menos dinámica y profesionalizada, esta realidad se replica si cabe con más fuerza. En el caso de que además vivas en una ciudad de provincias, alejado de los puntos neurálgicos del sector, tus posibilidades de convertirte en músico profesional se desploman drásticamente. Pero toda norma tiene sus excepciones, y Xavi Muñoz (Castellón, 1979) es una de ellas. 

Empezó como muchos otros, ensayando con amigos versiones de Barricada después de las clases del instituto. Había estudiado cinco años de piano en el conservatorio, pero acabó con un bajo eléctrico entre las manos. Formó parte de varios grupos como Litius y A Veces Ciclón, hasta que un día se cruzó en su camino una oportunidad que condujo a muchas otras. En 2012, José Luis Cuevas, fundador de Born Music! y codirector del festival Tanned Tin, contrató a la cantautora francesa Laetitia Sadier, miembro fundacional de Stereolab, para tocar en Castellón con su proyecto en solitario. ”Me adelanté y le escribí un mail diciéndole que yo tocaba el bajo y que tenía un amigo (Marcos Junquera) que era batería. Le dije que podíamos acompañarla tocando parte de su set -recuerda Muñoz-. Ella accedió, y ese fue sin saberlo el comienzo de mi vida como músico profesional. Meses después de ese concierto, Laetitia se puso en contacto conmigo para pedirme que me uniera a su banda en la gira europea que tenía cerrada. Y he seguido con ellos hasta ahora, ocho años después; no solo tocando sino también con la grabación del disco Something Shines. Al final, a los músicos nos pasa como a otros trabajadores autónomos; muchos trabajos surgen por el boca-oreja, enlazando un contacto con otro. Yo me siento muy afortunado porque jamás pensé que podría dedicarme a esto profesionalmente, sobre todo si no me trasladaba a Barcelona o a Madrid, que es donde se mueve todo”.

Durante estos años, Xavi Muñoz ha compaginado sus giras con la artista francesa con otros proyectos y colaboraciones. Se sumó al equipo de Alberto Montero, con el que ha grabado los discos Puerto Príncipe, Arco Mediterráneo y La Catedral Sumergida. Junto a su viejo amigo Marcos Junquera ha girado también por Europa y Estados Unidos con el inclasificable Dorian Wood, con el que además registraron el álbum Xalá en 2017. 

Foto: Emmanuel Mario.

Cambiar la ingeniería por la vida en la carretera

Contra todo pronóstico, Xavi Muñoz logró cumplir el sueño de vivir de la música. Pero la consecución de cualquier objetivo conlleva siempre sus renuncias. “Yo soy ingeniero y trabajaba cuarenta horas semanales en una oficina de cogeneración donde estaba a gusto. A mí la ingeniería me gusta mucho. Al principio, cuando me llamó Laetitia para tocar con ella, pensé ingenuamente que podría compaginar ese trabajo con mis vacaciones en la oficina. Pero cuando vi el número de fechas cerradas que implicaba, quedó claro que tenía que elegir. El apoyo de mi novia, Sara, fue decisivo. Me dijo que a qué esperaba, si era lo que estaba esperando toda mi vida. Ella siempre me ha animado, a pesar de las dificultades que implica a nivel personal estar separados unos cuatro meses al año”.

El siguiente salto en la carrera de Xavi Muñoz se dio en 2019, cuando Stereolab, la banda londinense fundada por Laetitia Sadier junto a Tim Gane en 1990, decide emprender una gira de reunión coincidiendo con la reedición de algunos de los discos clave de su carrera. El bajista que iba a acompañar a la banda en un principio sufrió un problema médico que requería una intervención quirúrgica, así que Laetitia recurrió de nuevo a su compañero español. “Cuando me llamaron para decirme que me querían contratar no pude dormir en dos días. Yo siempre he sido bastante fan de la banda. Al principio estaba emocionado; después, cuando vi el set list de 27 temas que tenía que aprenderme en una semana, estaba más bien acojonado” (ríe). Cabe tener en cuenta que, a lo largo de los años han pasado por Stereolab músicos notables, como el bajista neozelandés Martin Kean (The Chills), el guitarrista Sean O’Hagan (The High Lamas) o David Pajo, guitarrista en grupos como Slint y Tortoise. A muchos de ellos los han ido conociendo Xavi Muñoz en las escalas de la última gira mundial de la banda.

La experiencia de Xavi con Stereolab implicó pasar de las ligas menores en la que los músicos todavía tienen que turnarse para conducir y comparten habitación, a un escalón inmediatamente superior, en el que las cosas de pronto cambian bastante. Un músico contratado como Xavi puede ganar un salario mensual similar al de un ingeniero en España, y solo tiene que preocuparse de tocar. “Es otro presupuesto y otra forma de girar. Condiciones de sonido muy buenas, backline y técnicos muy profesionales, y menos desgaste físico. Vamos en autobús, con un equipo de cerca de 11 personas, cada uno con una función, y al final llegas a los sitios mucho menos cansado. Además, tienes tiempo para ir trabajando en tus cosas durante el viaje. Yo voy adelantando con el ordenador las producciones de discos que hago para otros grupos; Joe Watson, que es profesor de Composición en la Universidad de Brighton, aprovecha para corregir trabajos de sus alumnos, y a Andy Ramsay (batería), que tiene un estudio de grabación en Londres, también le ves gestionando cosas con el ordenador durante los viajes entre ciudad y ciudad”. “No es que sea mejor o peor que las giras más precarias que venía haciendo toda la vida; es una aventura diferente. Una vez, durante uno de los primeros conciertos con Stereolab, me llevé una bronca por descargar mis instrumentos. El manager se acercó y me dijo: -Xavi, a ti te pagamos solo por tocar-. Y uno de los técnicos, un norteamericano muy profesional, como son allí todos, añadió: -Míralo así, si te jodes la mano o la espalda, mañana el grupo no puede tocar, y aquí no cobra nadie-. ¡Me quedó claro!” (ríe). “Entrar en Stereolab ha confirmado la idea que ya tenía de que no existe la clase media en la música. Hay muy pocas bandas que tengan caché de entre 3.000 y 5.000 euros. La mayoría, incluso aunque sean artistas con cierta reputación, se mueven por debajo. Y luego hay un gran salto desde los 5.000 euros a los que ganan mucho más. Pero ahí ya llegan poquísimos”. 

'Sterolab', en Bruselas.Foto: MARTIN PIKE.

A nivel meramente musical, tocar con Stereolab ha supuesto un gran hito para el músico castellonense, que es además el único español que ha formado parte de la formación. También es el más joven: todos le sacan quince años de media. “Es posible que Stereolab no llegase a las cotas de popularidad de Radiohead o Blur -comenta-, pero fue un grupo muy importante para toda una generación, porque estableció una cierta forma de entender la música, mezclando muchas influencias sin que nunca sonara a pastiche, y con una personalidad muy marcada”. La banda, que por el momento no ha anunciado la salida de nuevo material, actuó para decenas de miles de espectadores a lo largo del año pasado. “Es otra de las grandes experiencias que me llevo; la emoción de tocar para 3.000 personas en salas míticas de Estados Unidos o Inglaterra y en festivales delante de 25.000. Ver a tanta gente -muchos con el pelo blanco- abrazándose en primera fila y cantando todo el repertorio de memoria”. Efectivamente, Stereolab representa la quintaesencia de lo que entendemos por un grupo de culto, que no necesariamente tiene por qué llenar estadios y vender millones de copias. Su nombre está grabado con cincel en la historia de la música pop-rock gracias a un sonido único y a una discografía que ha emulsionado géneros como el krautrock, la bossa nova, el lounge pop o el hip hop con una vocación experimental inequívoca. 

El parón del coronavirus

El “tsunami” de la Covid-19 sorprendió al músico castellonense en Nueva Zelanda, al comienzo de una gran gira mundial que debía continuar por Australia, China y Japón. En mayo estaba previsto realizar un segundo gran tour por Estados Unidos y Europa. “Nada más tocar suelo en Nueva Zelanda, nuestro promotor nos dijo que se habían cancelado las fechas de China debido a la expansión del virus, y que el resto probablemente también irían cayendo porque se estaban imponiendo restricciones de aforo y cuarentenas. Así que nos volvimos directamente. Aterricé en España el 14 de marzo a las 21 horas. Justo cuando acaba de declararse el estado de alarma”, recuerda. “Nos han dicho que nos olvidemos de 2020. Todas nuestras fechas se están reubicando en 2021. Y aún así, hasta que no haya una vacuna no hay ninguna garantía de que las bandas podamos hacer giras internacionales”. 

Durante estos meses de confinamiento, Xavi ha aprovechado para avanzar en proyectos de producción que tenía retrasados: el nuevo disco de Alberto Montero, que se publicará en noviembre, y Peña, grupo gallego de folk con violines, flautas y guitarras “que mola muchísimo”. No son los únicos proyectos que compagina. Recientemente se unió a Las Víctimas Civiles, y ya está trabajando en las nuevas demos de A veces Ciclón, banda en la que coincide con Marcos Junquera.

Son muchas las anécdotas que comparte con el batería valenciano. Como la de aquella gira española con Daniel Johnston, en la que José Guerrero (Cuello, Betunizer) tocaba la guitarra también. La idea inicial de ensayar el repertorio con Johnston, fallecido el año pasado y aquejado durante décadas de un trastorno bipolar, se reveló una tarea imposible. “Nosotros habíamos ensayado mucho los temas por nuestra cuenta, pero la idea era repasarlos con Daniel en Madrid un par de horas antes del primer concierto de la gira. Pero él no dejaba terminar ninguna canción. Enseguida decía: -Vale, ya está. ¡La siguiente! No nos hacía ningún tipo de apunte sobre cómo tocarlo. Su manager, que de hecho era su hermano, nos dio un buen consejo: -No le sigáis. Él es quien os tiene que seguir a vosotros. Y tenía razón, esa fue la única manera de que funcionase. Daniel vivía completamente en su mundo. De un día para otro no se acordaba de nosotros. O estábamos tocando en València y preguntaba si estaba en Austin…”. 

“La experiencia con Daniel Johnston fue la propia de un músico al que contratan para tocar y ya está. Con Dorian Wood es muy diferente. En un principio Marcos y yo también empezamos tocando con él para cubrir su gira en España, pero nos entendimos con él enseguida. Con él me lancé por primera vez a tocar en directo el contrabajo, que me acababa de comprar hacía muy poco. Dorian es un mago; su capacidad artística va mucho más allá de la música. La parte que más disfruta es la improvisación. Y tiene una capacidad increíble para convertir una situación que en principio está en contra de él, en el punto álgido de su actuación. Recuerdo por ejemplo una vez en Praga, durante la primera gira que hicimos con él. Había un borracho en el bar que no paraba de molestar. Entonces llegó el bis, que es la parte donde Dorian suele hacer performance, se desnuda y todo eso. Se bajó del escenario y fue directo a por el borracho, pero no para ridiculizarlo o reñirle, sino para integrarlo en el espectáculo. Fue increíble. Al tipo en cuestión le dejó tan descolocado que yo creo que se le pasó toda la borrachera de golpe ¡y desapareció! (ríe). Creo que esta anécdota explica muy bien qué clase de artista es Dorian. Sin duda, tocar con él es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, y estoy muy contento también de que hayamos grabado después un disco juntos. 

“Francia es el ejemplo más claro de cómo se debe tratar a los artistas”

Desde su perspectiva como músico que trabaja junto a artistas de otros países, y también como miembro del sindicato de músicos que defiende desde hace años los intereses de los músicos nacionales, Xavi Muñoz nos aporta su visión de la profesión en España. “Francia es el ejemplo absoluto de cómo reconocer laboral y fiscalmente la especificidad de los músicos como artistas intermitentes. De hecho, el Estatuto del Artista en España está en gran medida inspirado en las normas desarrolladas por ellos. Para empezar, allí se incluye no solo a los músicos o actores, sino también al sector de los técnicos, que en España están especialmente desamparados, y se ha visto muy bien ahora con la pandemia. Tienen subvenciones, bajas laborales, ayudas a la formación… y también se tiene en cuenta que el trabajo del músico no empieza cuando se sube al escenario, sino que implica horas dedicadas a la composición y a los ensayos, desplazamientos, etcétera. Además, es un modelo autosuficiente; es decir, todas esas subvenciones y ayudas se sostienen con los ingresos de los impuestos de las artes. En España, sin embargo, los músicos somos unos autónomos más. El Estatuto del Artista que se ha aprobado aquí, apenas incluye una parte ínfima de las reivindicaciones del sector. Hay una evidente falta de voluntad política de implementar reformas de calado. En cuanto éstas implican a varios ministerios, todos se lavan las manos. Y creo que una de las claves de que la presión del sindicato sea efectiva reside en la profesionalización del propio sindicato, que ahora mismo gestionamos de forma bastante informal. Hay mucho camino por delante todavía”. 


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