Otra vez la política internacional centra nuestras preocupaciones, a pesar de la pandemia, al otro lado del charco
Estamos a 100 días de las elecciones presidenciales, en la antaño llamada Tierra de la Libertad, en un pulso en el que nos jugamos todos mucho; por lo menos para todos aquellos que creemos en esa idea que se llama Occidente. Para otros, aquellos que se dedican a destruir esculturas, mentir y disfrazar la realidad, es una oportunidad para imponer sus delirios totalitarios, que a veces no llegan a tanto, simplemente son acciones para mantener su recientemente adquirido status burgués, o incluso sus secretos de alcoba más ocultos como macho alfa.
Pero claro está, esos americanos destructores de la cultura y de las normas, como símbolos de nuestra civilización basada en Grecia, Roma y la Cristiandad (ojo que aquí también tenemos nuestras dosis de iconoclastas) con la excusa de defender los derechos de unas minorías, como la afroamericana, atacan a la mayoría silenciosa, que perpleja asiste muda a unas revueltas que, por cierto, cuando son legal y legítimamente disueltas con el uso proporcional y necesario de la fuerza, sus agitadores y voceros protestan, y se hacen las víctimas del sistema.
Sistema, por otra parte, ya decadente, y con unas élites que de tanto gestionar (muchas veces en su propio interés), se han olvidado de hacer política en mayúsculas, que nunca puede ser cortoplacista, hasta las próximas elecciones o presupuestos, fíjense los numeritos de los Demócratas USA, con Nancy Pelosi a su cabeza, para hacer frente al mediático y provocador Donald Trump. Porque en este momento distópico en que vivimos, acelerado por la pandemia del virus proveniente de la República Popular China, asistimos a una tormenta perfecta donde van a coincidir los presagios y riesgos recogidos en la "La rebelión de las élites y la traición a la democracia" de Christopher Lasch, publicada en 1994, con la más conocida obra (que no se si leída) "La rebelión de las masas", de José Ortega y Gasset, publicada en 1929.
Las dos obras, se interpretan muy bien en la intra historia de esa teoría, histórico evolutiva de las civilizaciones de Oswald Spengler, expuesta en la profética obra "La decadencia de Occidente", donde las culturas nacen, crecen, y que al surgir, en el discurrir de los tiempos, continuos retos, si se superan, éstas florecen, y si no, éstas mueren; como posteriormente expondría Arnold Toynbee con su concepto de Challenge and response (desafío y respuesta) recogido en los doce volúmenes de su "A Study of History" (Un estudio de la Historia). Parece que, según algunos, es hora de morir para la civilización Occidental.
Porque si para el español (Ortega y Gasset), la masa compuesta por profesores, ingenieros o periodistas (la masa), trata de imponerse sobre los mejores (la élite), pretendiendo tener sólo derechos y ninguna obligación, y con un desprecio a todo aquello que suponga la civilización, además de politizar absolutamente la vida y defendiendo la "hiperdemocracia"; para el norteamericano (Lasch) las elites, a través del uso de la democratización de la cultura, como instrumento manipulador y uniformador de la sociedad, rompen con cualquier limite nacional, tradicional, o local volviéndose más globalistas y mudables, viviendo en su mundo de redes y enclaves (en lo que podríamos llamar un Matrix particular) traicionando a la clase media, y a la idea de una democracia concebida por todos los ciudadanos, presos en parte de lo que llamara Zygmunt Bauman la modernidad líquida, y el nómadeo social, el ser humano –el individuo- no se compromete con nada ni con nadie, solo consigo mismo. Ya ven dos perspectivas opuestas, que se superponen y complementan en este momento.
Por eso la aparición de Trump, tanto en el escenario mundial, como en la política norteamericana, fue como un soplo de aire fresco, como la del niño que señaló la desnudez del Rey en el cuento del danés Hans Christian Andersen, y una reacción a esas élites WASP (White Anglo-Saxon Protestants- blanco, anglosajón y protestante) de Washington y Wall Street, por parte de una clase media empobrecida y una clase obrera en paro, por la deslocalización de sus empresas. Uno de los logros de este presidente, a parte del económico, es la visualización de la dictadura comunista china como gran desafío para nuestra forma de vida occidental.
Pero claro, así con todo, dado lo mediático del personaje y los buenos datos de la economía USA al principio del año, parecía que las elecciones de noviembre de este año iban a ser un paseo militar, en las que Trump, a pesar de sus estrambóticas salidas de tono, iba a revalidar su presidencia. Ahora con el virus de Wuhan y la crisis generada, parece alejarse la sensación de un posible segundo mandato, según las encuestas. Y mi pregunta es la siguiente, si Joe Biden consigue desalojar a Trump de la Casa Blanca, ¿mantendrá el pulso, y hará frente al expansionismo de Xi Jinping?.
Porque parece que las entidades, corporaciones, y fondos internacionales, se sienten bastante cómodos con el régimen chino, y esa nueva división de trabajo en el mundo. Pues el futuro, exagerándolo y siguiendo la argumentación distópica, sería que China sigue siendo la gran fábrica y banco mundial (fíjense que su turismo nacional se ha recuperado ya en un 80%), el resto de países de Asía serán sus subcontratistas, y, África y Sudamérica la aprovisionarán de materias primas y fuentes de energías (también Oriente Medio), a Europa según se deduce del artículo sobre fertilidad, mortalidad, migración y escenarios de población, publicado este 14 de julio y financiado por la Fundación Bill & Melinda Gates, sólo le queda ser un geriátrico asistido por inmigrantes (según el citado artículo “los países sostendrán a sus poblaciones a través de liberales Políticas de inmigración, y..), además de Parque Temático Cultural de las clases pudientes del gigante asiático; por lo que sólo quedaría el Tío Sam para hacerle frente.
Algunos hablarán de chinofobia, cuando es simplemente imperiofobia, todos los grandes países, potencias o imperios han sido objeto de críticas, pero por ejemplo, para que vean el dominio y control de los mass media, muchos de ustedes no habrán oído, como otro año más, una gran flota pesquera china, con alrededor de 260 barcos está estos días acechando y esquilmando los recursos pesqueros alrededor de las islas Galápagos, justo a las afueras de la zona protegida, y ya saben que los peces no entienden de fronteras. O por ejemplo, muchos de ustedes habrán escuchado las críticas, en un ejercicio de ponerse la tirita antes de la herida, contra Trump por hacerse la pregunta de, si las elecciones de noviembre serán normales en plena pandemia (aquí en las gallegas y vascas también ha habido sus polémicas), mientras que en Hong Kong se ha decidido posponer un año las elecciones por miedo al Coronavirus, y no pasa nada.
Y para remate de este duelo por la hegemonía mundial, está la nueva carrera espacial hacia Marte, en la que China lanzó la semana pasada con éxito, su primera misión espacial hacia el planeta rojo. Además, en esos mismos días, pudimos ver a diplomáticos chinos quemando documentos en su Consulado de Houston (USA) ante su inminente cierre, lo que da muy mala espina ¿posibles acciones de espionaje?, y este mismo lunes a manifestantes chinos concentrándose y efectuando manifestaciones nacionalistas fuera del Consulado General de los Estados Unidos en Chengdu, mientras éste se cerraba como represalia, en el centro de la República Popular China. Por todo ello creo que van a ser unas elecciones presidenciales USA en noviembre, con mucha expectación internacional, por lo que todos nos jugamos en ellas, seguro que Vladimir Putin, otra vez, no se las va a perder.