Se estrena la última película del director vietnamita Tran Anh Hung, una hermosa y emocionante historia de amor protagonizada por Juliette Binoche y Benoît Magimel
VALÈNCIA. “¿Me permites mirarte mientras comes?”, le pregunta Dodin (el personaje interpretado por Benoît Magimel) a su amada Eugenie (Juliette Binoche) tras servirle una minuciosa cena que ha estado preparando exclusivamente para ella. A continuación, Dodin se sienta enfrente suyo para observar detenidamente y deleitarse en cómo saborea con placer los platos que ha cocinado cuidadosamente para ella, una actividad (la de comer) “bellísima”, como él dirá poco después.
Esta secuencia de A fuego lento (La passion de Dodin Bouffant), la última película del director vietnamita Tran Anh Hung (El olor de la papaya verde o Tokio Blues, la adaptación de la famosa novela de Murakami), por la que ganó el Premio a la Mejor Dirección en el pasado Festival de Cannes, candidata a los Oscar por Francia y que ya puede verse en los cines españoles, refleja muy bien la esencia de la película: el placer de crear algo hermoso para las personas que amas y a su vez, el placer de ver cómo lo disfrutan. Ambientada en el mundo de la gastronomía francesa del siglo XIX, el film es sobre todo una historia de amor, la de Eugenie (una sensual Juliette Binoche), cocinera de prestigio, y Dodin, el popular gastrónomo para el que trabaja desde hace más de veinte años. Cada vez más enamorados el uno del otro, su vínculo se convierte en un romance en el que los placeres sensoriales y emocionales se mezclan dando lugar a una bella metáfora de la cocina como lugar de amor, donde a menudo el disfrute está en ver gozar a la persona amada.
A partir de ahí, la película habla de las cosas – a veces paradójicas- que conforman un amor. El cuidado mutuo, el deseo de ver feliz al otro, el miedo a perderlo, la mezcla de excitación, fascinación, ternura y debilidad que se siente cuando se está enamorado, la complicidad única que hay entre los enamorados, el vínculo entre el propio placer y el del otro, las relaciones contradictorias entre la voluntad de preservar una vida propia y el deseo de compartirla con esa persona amada, el afán de crear algo bello juntos, los gestos y las miradas que a menudo dicen más que las palabras, el dolor por la pérdida, el amor después de la muerte.
Tran Anh Hung filma el retrato de ese amor a través de un fascinante y sugestivo cruce entre un romanticismo clásico y la profundización en lo gastronómico, transmitiendo lo sensorial a través de las imágenes, los sonidos y ciertos diálogos entre la pareja protagonista. La gran virtud de la película está en su sutileza, en la sensualidad que el director logra crear de forma sencilla y elegante, con delicadeza y contención, sosegadamente, con el tiempo y el ritmo precisos, a base de minuciosidad en el detalle, de la imagen de un manjar cuidadosamente preparado o de un cuerpo desnudo. Hay imágenes que, con sus colores, su luz, su puesta en escena y su encuadre, logran asemejarse a una pintura, y ese comienzo con la cámara deteniéndose en las delicias que los personajes están preparando ya es todo un reflejo de esa alma de la película.
“¿Te puedo hacer una pregunta?”, dice una seductora Juliette Binoche en una reveladora secuencia. “¿Soy tu cocinera o soy tu mujer?”. A lo que un emotivo Magimel responde: “Mi cocinera”. A fuego lento es una película hermosa y conmovedora, muy grata de ver, una apasionada historia de amor narrada con una sensibilidad muy singular, cuyo sutil erotismo procede de la captura de esos placeres cotidianos de la vida de los que no siempre somos del todo conscientes.
Se estrena la película por la que Pedro Martín-Calero ganó la Concha de Plata a la mejor dirección en el Festival de San Sebastián, un perturbador thriller de terror escrito junto a Isabel Peña sobre la violencia que atraviesa a las mujeres