Ésa es la imagen gráfica que se me queda después de la última escalada bélica en Gaza, la de un buceador sin oxígeno bajo el agua. El buceador es la Unión Europea (UE), que tras el Consejo Europeo celebrado hace unos días en Bruselas, no es capaz de hacer un llamamiento de alto al fuego entre Israel y Hamas. Días antes, el Alto Representante del Consejo y Vicepresidente de la UE, Josep Borrell, tampoco osó pronunciar esa palabra, ni siquiera la tan manida “tregua”. Nuestros dirigentes en Europa sólo se han atrevido a balbucear una anodina “pausa humanitaria”, constreñidos como están por la culpa histórica del Holocausto judío, especialmente Alemania y Austria, ahora con el apoyo de Chequia.
Mientras aquí se sigue discutiendo sobre si son galgos o podencos, Estados Unidos y China preparan el escenario de su primer campo de entrenamiento, el mar Mediterráneo. Los amigos norteamericanos, porque estamos en ese lado de la Historia, están desplegando 130 aviones, dos portaaviones y 2.000 marines para ayudar a Israel. Entre los buques está el barco de mando y control de la Sexta Flota “USS Mount Whitney”, que ha salido de una base de Italia para dirigirse al Mediterráneo oriental.
No son los únicos que se darán cita en nuestro mar. Seis barcos de guerra de la Armada del Ejército Popular de Liberación chino se han movilizado cerca de Israel tras cruzar el Canal de Suez, incluido un destructor con cúpula antiaérea y misiles de alcance de 540 kilómetros. Desde mayo se encontraban haciendo maniobras en el Golfo de Adén y en Kuwait con la Marina de Omán. Se trata de un desfile de poderío militar en el que ambos contendientes, los verdaderos -Estados Unidos y China- se enseñan los dientes por primera vez. Mientras Europa se resigna a convertirse en mero campo de batalla, otra vez.
La inacción de la Unión, cada vez más ausente de la élite geopolítica global, se ha visto retratada en este conflicto, incluso más que en el de Rusia-Ucrania, en el que nadie se atreve a disentir a ningún nivel político o social. Ni siquiera se ha atrevido con la equidistancia, sino que ha seguido el camino de su eterno seguidismo de la política de exterior y defensa de Estados Unidos. Prueba de ello fue el izado de la bandera Israelí, que ha pasado de víctima a verdugo en diez días, en la sede del Parlamento Europeo y otras instituciones. También lo demostró con la visita a Israel de la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen como muestra de apoyo al gobierno de Netanyahu.
Tan sólo Irlanda y España, que ostenta la Presidencia Europea hasta diciembre, han levantado su voz en el Consejo Europeo en defensa del pueblo palestino. Y la calle. No sólo por el alto número de inmigrantes musulmanes que defienden la causa palestina, como lo hacen el resto del mundo islámico, y que se han manifestado de forma multitudinaria. También ha sido ésta la posición política tradicional de la izquierda ideológica, especialmente en los países sin mala conciencia por el genocidio de seis millones de judíos en Europa antes y durante la II Guerra Mundial.
Pero no nos olvidemos del buceador bajo el agua, porque lleva la botella vacía y se encuentra frente a la costa de Gaza.