La ilustradora Ana Müshell se introduce de lleno en el universo de Alejandra Pizarnik con Maldita Alejandra, un libro ilustrado desde el que rescata la memoria de la poetisa y la recorre a través de un relato en primera persona, desde el que pone en valor sus sentimientos atormentados
VALÈNCIA.¿Qué tienen en común Ana Müshell y Alejandra Pizarnik? Así a simple vista un apellido impronunciable, pero hay otros aspectos -lejos del universo literario- que las conectan: ambas atraviesan un momento complicado en sus vidas en el que encuentran en la cultura su refugio y además lo expresan a través de su arte. El de Pizarnik era el de escribir, el de Müshell es el de contar su historia y además darle cuerpo con el dibujo. Todo ello se puede ver a lo largo de las páginas de Maldita Alejandra, editado por Lunwerg, un escrito en el que las manías de la una y la otra se encuentran en una conversación donde el arte permite que se establezca un diálogo entre ambas.
La obra rescata a modo de diario la historia de Pizarnik y muestra como esta se mimetiza con la de Müshell, con una delicadeza envidiable y unos tonos ocres en los que el azul da vida a la historia. En esta la salud mental cobra un primer plano, contando el universo que vivía Pizarnik en su cabeza y lo que le atormentaba; ello se cuenta a través de la mano de Müshell a través del dibujo de los bichos, que según ella muestran el sentimiento de indefensión: “Cuando tienes este tipo de problemas mentales te sientes indefenso, como una cucaracha boca arriba. Yo consideraba que eso junto al texto era bastante explicativo”, comenta la autora.
Pero el insecto avanza, se pasa de la cucaracha a la representación de una larva, que pasea entre las páginas de Maldita Alejandra. Esta, a su vez, es la que da el subtitular a la obra: Una metamorfosis con Alejandra Pizarnik, contando cómo la autora se mimetiza con la poetisa gracias a esta unión hilo conductor clave: “Sabes que al final va a florecer y que lo malo se va a acabar. Si no, no se sabría cómo se ve el final”, cuenta Müshell. Esta decisión es la que permite también que la transformación de ambas juntas se lleve a cabo, a través de los dibujos y la metamorfosis que es a su mismo tiempo una forma de homenajear a Kafka, comprendiendo "el cambio y viendo que cada uno tiene en la forma de metamorfosear sus propios progresos”.
Esta metamorfosis supone también el avance, no solo Pizarnik se va liberando de sus peores temores, sino que la autora usa el encargo para curarse a sí misma, y de esta manera mimetiza con la poetisa argentina: “Fue una ruptura lo que me sirvió como input", comenta aliviada, "de alguna manera me llevó a sentir dolor, soledad y una relación muy fuerte con mis amigas, eso hace que la historia exista de la manera que lo hace”. Ana recibe el encargo en un momento de su vida en la que tenía varias borrascas sobre su cabeza, lo que convierte Maldita Alejandra en una suerte de libro terapia: “Le dije a la editora: vamos a escribir sobre esto y voy a sacarle punta”, explica orgullosa.
Por ello durante las páginas se pueden ver elementos modernos antidepresivos que pueden dar pistas de lo que sentía Alejandra y lo que le sucedía a Ana mientras escribía: se dibujan trankimazines, citaloprames y demás pistas que desvelan que como era una persona tan autodestructiva. En el libro sale también que va a terapia con Ostrov, el primer terapeuta que la trato y la captó muy bien: "Pusieron en común posee, filosofía, pero ella dejó terapia rápido, no le gustaba que le analizaron los demás, se sentía vulnerable”, cuenta la autora. Sin embargo el encargo se acaba, y las páginas llegan a su fin, al igual que lo hace la vida de Pizarnik, y la autora se despide con estas líneas: “Preparo las crisálidas para cuando el miedo vuelva, porque volverá y no pasa nada. Lo preparo todo para cuando decidas irte (...) Eterna, sagrada, maldita Alejandra. No sabes cuánto me has ayudado”.
Ana Müshell, la autora poderosa (Foto: LA LLAVE)
Tras el encargo, y la editorial, se encuentra Luna Miguel, quien también tiene bastante que ver con Pizarnik. Ella pudo escribir sobre ella en su ensayo El coloquio de las perras (editado por Capitán Swing) en el que busca recuperar a autoras españolas y latinoamericanas ignoradas por el canon, aunque puntualiza: “En el caso de Alejandra más bien infantilizada”. El título de su ensayo es Maldita Alejandra, el mismo que el libro de Ana. Su conexión es la que debería existir entre una editora y una autora, pero va más allá, el prólogo de la obra reza de amor a todo lo sucedido de su vida: “En este manual de teoría pizarnikiana, que es a su vez el diario personal de una mujer millennial preocupada por el retrato de la salud mental”, comenta Miguel, “Ana Müshell descubre a Alejandra Pizarnik cuando vive uno de los peores momentos de su vida, y del suicidio de su escritora preferida aprender que la clave no es seguir sus trágicos pasos, sino quedarse del lado de la vida para poder continuar leyendo y dibujando sus pesares y los ajenos”.
En la parte final del libro se nota también todo lo que Ana agradece a Luna sobre la figura que le muestra: “Yo creo que Ana había descubierto una manera diferente a la nuestra de ver a Alejandra. No he estado en su cabeza mientras escribía el libro pero sí que noto un trato cercano con la historia, y cómo la autora llega a un momento determinado del todo en el que la casa”. En el ensayo de Luna El coloquio de las perras, cuenta también su historia con la lectura de Alejandra, que nos muestra que ella era "mucho más que una poeta maldita" y que el reflejo de su mente en sus escritos es lo que le lleva a obsesionarse con la creación, convirtiéndola a su vez en una mujer y escritora única, que bien puede servir de inspiración tanto para Müshell como para Miguel hoy en día.
Ello le lleva a ceder su bibliografía a la autora para que de alguna manera pueda mostrar su nueva visión e interpretación:“Me gusta la lectura que realiza Ana porque muestra una de las diferentes maneras de llegar a las auroras clásicas. Una forma de apegarse completamente a sus vidas y a sus obras”, comenta la editora. El estudio de la vida y la bibliografía no es más que los entresijos de los diarios, que bien pudiera ser analizados por cualquier lector, pero que en este caso consigue que ambas historias -hasta tres de ellas- vivan paralelamente: “Una autora como Ana recupera la vida de otra gran autora, y consigue reescribirse a través de ella”, comenta, “su proyecto es cariñoso y revela cosas ideales sobre un mito de la reescritura de estos perfiles”. Y casi sin quererlo tres grandes mujeres se ven fascinadas por la historia de una gran y poderosa mujer, cuyos escritos inspiran y de la misma manera sirven de terapia y ayudan a que la metamorfosis suceda.