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Antonio de la Torre: "El mayor piropo que me han hecho es que no pensaban que fuera actor"

El actor se sube al escenario de La Rambleta para interpretar a un miembro de la Cruz Roja que no informó de lo que pasaba en los campos de concentración nazis

20/09/2022 - 

VALÈNCIA. Antonio de la Torre lleva 2022 recorriendo diferentes ciudades de España poniéndose en la piel de Maurice Rossel, un médico de la Cruz Roja que visitó los campos de concentración nazis y emitió un informe que no contaba todo lo que estaba ocurriendo allí. Un hombre de paso ficciona el encuentro de dos personajes que realmente existieron, Rossel y Primo Levi, que vivió en sus propias carnes la barbarie.

La obra es, además, el debut en el teatro del cineasta Manuel Martín Cuenca, a partir de un texto de Felipe Vega. Todos los ingredientes se juntan en una propuesta de único escenario y un peso importante del guion. De la Torre atiende, antes de llegar el fin de semana a València, las preguntas de Culturplaza.

- ¿Cómo ha sido la diferencia de trabajar con Manuel Martín Cuenca en teatro en vez de en cine?
- No he notado la diferencia. Ha sido prácticamente igual que en una película, en cuanto a dirección de actores. Obviamente no es lo mismo a la hora de planificar, de poner cámaras, del espacio, etc. Pero la idea era precisamente esa, que fuera todo igual. Me gusta mucho su dirección de actores.

- El holocausto, los campos de concentración, son temas que acaban fácilmente siendo lugares comunes. ¿Qué tenía esta historia de especial para querer abordarla?
- Para mí, la conclusión de la obra es que el Holocausto fue posible porque millones de personas, como tú y como yo, miraron para otro lado. Nos quedamos mucho con el papel de los grandes líderes, pero también hay mucho otros elementos que lo hicieron posible. Los aliados vieron muchas cosas que ocurrían, pero no lo pararon porque su prioridad era ganar la guerra y no detener el Holocausto. La principal ocupación de una guerra es ganarla.

- Tu personaje no se entiende sin Primo Levi, que enfrenta la ocultación con la verdad de lo vivido en primera persona.
- Totalmente. Es era uno de los grandes retos y la mayor disquisición con Manuel (Martín Cuenca). Los dos personajes existieron y gran parte de la obra es verdad, pero ellos dos nunca se encontraron, esa es la licencia del texto. Nos preguntábamos cómo tendría los santos huevos mi personaje de decir lo que dice frente a una víctima. Es el dilema al que me enfrento cada día.

- ¿Y cómo lo has resuelto actoralmente?
- ¡No lo he resuelto todavía! Cada día lo intento resolver. Una obra de teatro es como la vida, nunca se resuelve.

- ¿Es este un texto exigente?
- Mucho, mucho. Tiene elementos que lo hacen muy complicado, como que sea una entrevista. Pero además de eso, pienso que cuando las emociones son más obvias o más claras, no digo que sea más fácil, pero el mapa del actor está más claro. Siempre me ha parecido interesante que la gente, por ejemplo, diga que está bien y, sin embargo, esté muy mal y no lo quiera contar. En la vida, más allá de las conversaciones con cierta injundias, decimos cosas mientras tapamos lo que nos sucede realmente. El oficio del actor es un eso precisamente. La dificultad está ahí, que el texto se imponga a lo que te suceda.

- ¿Te impone que el personaje sea real y haya vivido lo que tú dramatizas?
- Para mí es una motivación. Como actor siempre me ha motivado encarnas personajes que son reales porque me obsesiona intentar no parecer un actor. Los piropos que más recuerdos, algunos de hace años y aún no los olvido, es que me digan que yo no soy actor, sino otra cosa. No se me ocurre mejor piropo para un actor que no parecerlo. 

- Dice el dossier de la obra que te mueves muy bien en personajes contradictorios. ¿Tú también lo destacarías de ti mismo?
- Yo diría más. Diría que ‘personaje contradictorios’ es un perogrullo, una redundancia. La vida es contradicción, y esta es una de las pocas certezas que tengo medianamente claras. Si me preguntas qué es ser adulto, te diría que aceptar las contradicciones, vivir con ellas, creer que las superas y que te vuelvan a saltar… Asumir la contradicción como parte esencial del ser humano.

-La obra empieza como un ejercicio de memoria (en minúscula) y acaba siendo un ejercicio de Memoria (en mayúscula).
- La memoria, en el fondo, es un ejercicio imposible. Incluso los recuerdos familiares se nos distorsionan. Recordamos lugares donde no hemos estados, o compartir momentos que no hemos vivido. La memoria per se distorsiona. Pero indudablemente, como herramienta de construcción de la ciudadanía, que es una necesidad intrínseca del ser humano, una sociedad no se puede permitir no tener memoria. Porque si no, está condenada a repetir siempre los mismos errores. Se habla mucho de la memoria de los alemanes… pero es que a los alemanes les obligaran al perder la guerra. En España fue lo contrario, el olvido fue promovido por los que ganaron. La memoria es sanadora, pero depende de los que ganan la guerra. Por eso en España no tenemos memoria histórica, porque los que ganaron incluso siguen en el poder.

-Qué frágil que la memoria de un pueblo dependa de un puñado de vencedores.
- Siempre ha sido así. Ahora justo que se celebra el quinto centenario de Magallanes-Elcano, vamos revisando y siempre-siempre, el que tiene el relato tiene el poder. O bueno, el que tiene el poder tiene el relato. Lo mismo es.

-Cualquier obra artística carece de sentido si no tiene un mensaje para el presente. ¿Qué le dice a los tiempos presentes Un hombre de paso?
- Que si miramos hacia otro lado, seguirán ocurriendo barbaridades.

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