CHIPS EN EL BELVEDERE / OPINIÓN

Apagón informático (literal y figurado)

10/03/2022 - 

“Dado el estado de alerta de ciberseguridad producto de la agresión rusa a Ucrania, estamos procediendo al apagado de todos los equipos informáticos de la Generalitat”, fue el mensaje remitido recientemente a empleados públicos con nivel directivo. Va en serio la advertencia de que el acceso y el liderazgo tecnológico se han convertido en una cuestión de seguridad nacional y también de viabilidad económica.

La lengua franca de la innovación en la era digital es la programación informática, ya sea para construir sistemas propietario, ya sea, cada vez más, para adaptar el software y hardware libre. Hay que dotarse de estrategia ante la escalada de precios de las materias primas, pero sin dejarse ninguna de esas materias primas en disputa, incluida la de talento en computación (para nota entrar en cuestiones como las criptomonedas que EEUU ha aprobado someter a supervisión en una orden ejecutiva de alcance demoledor).

Recalentados los mercados de Madrid y, en menor medida, Barcelona, hace unos años que la inversión extranjera se fija en Comunitat Valenciana como posible base de operaciones para implantar centros de IT. Esto tira hacia arriba de los precios. Muchas veces la alternativa en liza es Málaga, que tiene que conseguir 700 desarrolladores para Vodafone entre otros hitos, pero el prestigio de la UPV y la Universitat de València siguen siendo un punto a favor, y no es la única ciudad nacional e internacional con la que competimos.

Interesante la labor comercial de profesionales como Lucía de Pedro, responsable de captación de inversión extranjera de la Valencian Investment Desk, integrada en el IVACE. En los últimos años, se han instalado en la Comunitat empresas como la multinacional del videojuego 2K- 31st Union (a raíz de la compra de Elite3D), Open Bank, Groupon, Unicef o New Work Spain (antes Xing). Durante 2021, se analizaron más de 91 proyectos de inversión, con una ratio de éxito muy elevado, superior al 20%.

Nada puede ser considerado normal en un mercado que obliga a las empresas a subir sueldos al menos un par de veces al año para evitar la fuga de capital humano, con índices de rotación ahora mismo en Valencia que se sitúan fácilmente en torno al 25% en empresas sólidas y con proyección. Estragos que pueden explicar en parte operaciones corporativas tan extrañas (o no tanto, todo depende del cristal con que se mire, de dónde pone cada cual las prioridades) como la absorción de Sothis por Nunsys, de un tamaño cuatro veces inferior.

El elemento que ha acabado de chiflar al mercado es el auge y normalización del trabajo en remoto a raíz de la pandemia, con la consiguiente ruptura de las limitaciones geográficas. Los mejores profesionales están pudiendo competir desde Valencia por puestos en compañías ubicadas en Estados Unidos y Reino Unido, con niveles de retribución inalcanzables para un mercado doméstico.

El resultado es que los informáticos junior pueden duplicar su sueldo en poco tiempo, y situarlo tranquilamente en torno a los 35.000 euros, y un profesional con cierta experiencia no baja de los 45.000. Si la empresa hace alguna incorporación, tiene que equiparar los salarios de todo el equipo para no generar agravios, y no son pocos los casos en los que se rompe ese supuesto pacto de no agresión tácito en el sector que es como la lata de sardinas podridas que pasa de mano en mano.

Por el lado de la demanda, la causa de la crisis actual hay que buscarla en las urgencias que han entrado en muchas empresas y organizaciones por digitalizarse después de verle las orejas al lobo al estallar la pandemia. Por el lado de la oferta, hay un problema de cantera enorme en España y en la Comunitat Valenciana en particular. Pese al esfuerzo de entidades como el centro tecnológico ITI para promover la informática en colegios e institutos.

Un asunto este en el que quizás debería percibirse algo más de implicación de las autoridades educativas, responsables de explicar el atractivo de las disciplinas STEM a unos estudiantes -especialmente llamativa es la escasa movilización del alumnado femenino-, que prefieren hoy encallar en carreras profesionales que conducen a una vía muerta antes que explorar las raíces de la revolución tecnológica que va a transformar el mundo.

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