OFENDIDITA / OPINIÓN

¿A qué hora se rompe España?

26/11/2023 - 

Recurro a este espacio para lanzar un llamamiento desesperado. No puedo más con esta angustia existencial, con esta duda que me corroe las entrañas. Esto es un sinvivir. Por favor, ¿algún alma caritativa podría indicarme cuándo se va a resquebrajar por fin esa piel de toro a la que llamamos España? ¿Tienen los de las raves carpetovetónicas en Ferraz alguna sospecha sobre en qué momento se desatará el horror y empezarán a sonar las trompetas de la muerte? Semana arriba, semana abajo, ¿eh? No necesito tampoco que me especifiquen que el martes 12 de diciembre, exactamente a las 17:40, el país se va a pique empiezan a llover ranas. Con una fecha aproximada me vale.

Puede parecer un capricho tonto eso de querer conocer los tiempos de la dictadura sanchista y el escarnio de las instituciones, pero, llamadme rara, me gustaría estar preparada: comprarme unas latas de conservas, prepararme una mochila de supervivencia por si he de encerrarme en un búnker o echarme al monte… Las cosas típicas de las pelis de zombis, vaya. Porque, mira, una lleva semanas escuchando los graznidos apocalípticos que alertan sobre la inminente ruptura de la patria, pero nada, que no llega. Y con este runrún continuo y esta espera pavorosa es difícil organizarse. Bastante estrés y ansiedad tengo yo a diario con mis asuntos como para encima sumarle los nervios de no saber cuándo se va a abrir el infierno bajo nuestros pies. No me da el presupuesto para tanto diazepam.

De momento, no hay mucho signo de esa supuesta fractura de la convivencia que iba a traer la amnistía (más allá de algunos españolitos ejemplares que se manifiestan con sus muñecas hinchables, sus gritos de ‘maricón’ y sus consignas y banderas ‘nostálgicas’). He estado haciendo un ratito de estudio de campo estos días y me he topado con las miserias y desgracias recurrentes: normalización de los discursos de odio, precariedades diversas al galope, incertidumbre vital generalizada, alquileres estratosféricos… La misoginia, el racismo y la homofobia jacarandosos como siempre y los mismos interminables ciclos de trabajo, lavadoras y platos sucios que antes de este episodio del tiránico sanchismo. No sé, con tanto llamamiento a la revuelta y tantas vestiduras rasgadas me esperaba al menos unos puñados de niños sollozando por las calles al comprender que su Españita se hace añicos. ¡Un poco más de clima de terror y hecatombe, por Dios! Pero nada de nada, la destrucción del Estado de derecho más pocha que he visto nunca.

Cuando iban a llegar los soviets, pero al final nada

No tendría que sorprenderme, la verdad: ya hemos vivido una larga, larga, larguísima temporada en la que los mismos zahoríes que ahora denuncian el golpismo de baja intensidad de Perrosanxe agitaban el espantajo del gobierno bolchevique bolivariano filoterrorista. ¿Os acordáis? ¡Iba a cundir el pánico en los mercados bursátiles! ¡Los barrios se llenarían de soviets; soviets por aquí y soviets por allá! ¡Colectivizaciones y planes quinquenales a diestro y siniestro! ¡Ataques despiadados a la propiedad privada! Y, al final, ni una triste expropiación, ni una eléctrica nacionalizada ni una solución al problemón de la vivienda. Tanto hype apocalíptico para nada, tremendo chasco. No se juega así con los sueños de la gente. Tampoco pedíamos mucho: bastaba con unos especuladores inmobiliarios un pelín acobardados, unos altos directivos de multinacionales con un poco de angustia sobre el futuro, unos rentistas pensando en tener que buscar trabajo…

Pero no quiero ser injusta: esa época de armagedón ‘ultraizquierdista’ sí nos dio una serie de escenas fascinantes. Hablo de todos esos testimonios de empresarios histéricos por los miles de millones de puestos de trabajo que se iban a perder con la subida del SMI y la reducción de la jornada laboral (espóiler: NO). Pero esas lágrimas ya son un clásico, un must: no hay mejora de las condiciones laborales sin su pataleta patronal correspondiente. Con el tiempo una se acostumbra y ya no genera la misma ilusión.

En cualquier caso, si después del reciente festival patriótico-antisanchista, al final no hay ni un chiquitito cataclismo, me voy a sentir muy decepcionada. Después de darnos insistentemente la tabarra con las pulsiones fratricidas y el guerracivilismo, ¿van a seguir con sus vidas sin más? ¡Un poco de fin del mundo para animar las sobremesas! ¡Un poco de verbena totalitarista! ¡Arriba los corazones y la destrucción!

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