El spin-off de la famosa serie de televisión adapta el universo y lo funde con el imaginario chanante
VALÈNCIA. Después de 13 años desde el final de la serie, hoy vuelve Camera Café. Lo hace por primera vez en pantalla grande, y también por primera vez más allá de la máquina de café. El formato televisivo se desborda y, en el debut en la dirección de Ernesto Sevilla, cobra una nueva dimensión. El proyecto ha contado con casi todo el elenco original, y conserva el tono y el humor de la serie, pero multiplica las posibilidades visuales que lo hacen, en palabras de su protagonista y co-productor Arturo Valls, “un parque de atracciones”. El valenciano, que estuvo ayer presentando la película en Kinepolis Paterna, atendió antes las preguntas de este diario.
- Qué viaje poner en marcha este proyecto después de tantos años.
- Pues sí. ¡A veces ha sido un via crucis! La búsqueda de financiación, recuperar a la banda en plan Ocean’s Eleven, con cada actor teniendo sus carreras… Ha sido un proceso larguísimo, pero vivido con mucha ilusión.
- ¿Cómo retoma el proyecto ese elenco?
- Hay dos momentos. Uno en el que te dicen que sí a la primera al proyecto —a excepción de un par de actores por agendas y otras circunstancias—. Y hay otro en el cuestionan cómo va a ser la adaptación. Todos se sentían muy partícipes y muy dueños de la serie. El debate era cómo de fieles íbamos a ser de la serie. Porque claro, dirigido por Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes escribiendo… Los actores tenían cierto vértigo creativo, pero se acabaron convenciendo de que era la mejor opción: debíamos atender al fan más seguidor de la serie, pero también a un público nuevo, o a la gente joven que la veían de pequeños y que no puedes ofrecerles una hora y media de un plano fijo. Costó al principio pero muy ilusionante.
Por otra parte, fue impresionante cómo teníamos de pillados los personajes. Te engominabas y como que te poseía el personaje. Después de más de 12 años, era como si no hubiera pasado el tiempo para nuestras interpretaciones.
- A pesar de salir de ese plano fijo, el tono surrealista de la serie se mantiene. Es una adaptación bastante fiel a lo que fue Camera Café.
- Es que la serie tenía un punto surrealista del que la gente no se acuerda tanto. Había muchos puntos de humor, pero el absurdo y el surrealismo estaban también. Había capítulos donde yo tenía una novia caníbal, o que nos abducían… Esto se contaba pero no se veía. Ahora en la película es cuando se va a ver. Lo que hemos encontrado es un denominador común entre el mundo chanante de Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, y el nuestro.
- La película no deja respirar ni un momento. ¡Qué encadenamiento de tramas y sketches!
- ¡Es una montaña rusa! En el primer pase que yo vi de la peli salí como si hubiera estado en una mascletà. Creíamos que el público apreciaría este ritmo.
- ¿Y cómo está siendo la respuesta del público? Porque pesan sobre la película unas expectativas…
- Pues teníamos miedo, claro, porque íbamos a romper el formato. Esto ya no es Camera Café, salimos del pasillo. Te voy a contar algo que me alucinó: tanto en los pases de Málaga como de Madrid, cuando la cámara por primera vez sale de la máquina y supera el pasillo, el público arrancó a aplaudir. Fue muy emocionante, notas ahí que la gente está descubriendo por primera vez algo que la gente se tenía que imaginar.
Y luego, creo que subestibamos al público: creemos que si subimos la apuesta no lo van a entender. Y de repente les plantamos una escena musical absurda y cuando acaba ¡se pone la gente a aplaudir!
- Los pases parecen los de Rocky Horror Picture Show.
- Total. Pero aún así queremos tener cierta cautela porque hasta que no se estrena no se sabe nada.
- Es la primera película de Ernesto Sevilla, y como tú decías, los chanantes dejan un sello muy concreto. Camera Café se sale de unas coordenadas de la comedia de cine español para gran público, que en los últimos años estaban muy marcadas… Sin dejar de ser una película para el gran público, claro.
- Bebe de otros referentes, sobre todo de cine americano. Pensamos en Will Ferrell, Adam McKay… Y apostamos visualmente por algo que no suele hacer la comedia familiar española, y es no quedarnos en unos pocos tipos de planos. Ernesto Sevilla ha hecho a la cámara volar, y a mí como espectador me gusta mucho ese punto efectista de los zooms, las cámaras lentas, etc. También hay muchas referencias cinéfilas a Tarantino, Scorcese, grandes cameos… Es que es eso, la película es una montaña rusa, un parque de atracciones.
- ¿Crees que ese camino de ampliar esas coordenadas de la comedia de gran público se debería mantener?
- La comedia familiar es la que ha salvado las taquillas. La gente ha seguido la estela de Santiago Segura, que es el maestro en este tipo de películas de gran público. El propio Segura, y me alegra mucho, nos ha dicho que hemos podido ir un paso más allá en la apuesta visual y en la propia estructura de la película. Yo creo que sí, que hay que seguir dando pasos.
- Habéis conseguido reunir a la banda y vivimos un momento de revival de muchos productos televisivos en el audiovisual español. ¿Camera Café puede tener vida más allá de esta película?
- Eso lo tiene que decidir el público y la taquilla. Si esto es un pelotazo, habría que plantearse una segunda película o incluso la vuelta de la serie. Lo que sí que tengo claro es que yo nunca volvería al plano fijo del pasillo. De hacer la serie, me gustaría seguir explorando este universo que hemos creado.
- Hay un total de una referencia política. La película no es -ni mucho menos- militante en nada, pero supongo que defiendes que no todo el cine tenga que ser así.
- Es que la esencia de Camera Café no tenía nada que ver con eso. La serie no tenía nada de humor político ni referencias a lo social ni a la actualidad. Es puro costumbrismo, humor físico y surrealismo. En el caso de la referencia político, pensamos en quién podía tener como referente el personaje de Quesada… Y pensamos que quién mejor que Albert Rivera.
- Bueno, es que le hacéis hasta un deep fake.
- Es que estuvo a punto de ser él. Pero bueno, al final hicimos esta referencia a Sueños de un seductor, de Woody Allen, cuando se le aparece Humphrey Bogart dándole consejos.
- ¿Estuvo a punto de ser él?
- Sí, bueno. Le pasamos el guion y le pareció divertido, pero no pudo sacar tiempo al final.
- Retomando lo de que la película no tenga ninguna aspiración política…
- Exactamente. Este película es puro entretenimiento. Es una peli ligera, que no se toma muy en serio a sí mismo, que no lleva recado, que no lleva mensaje. Sería el reverso de El buen patrón: también hablamos de un jefe, pero en su caso es un cine social muy potente y muy interesante. Lo nuestro no es eso, esta película está pensado para que dejes de pensar en tus problema y pienses en los de la gente que la ha escrito, que es que no estamos bien.
- A todo esto, ¿cómo llevas este oficio de ser productor? Vienes con un Goya ganado bajo el brazo hace unas semanas.
- Me lo he tomado como una cosa muy romántica. He querido apostar por la cultura, por autores como José Luis Cuerda, más allá del beneficio puro y duro. A mí me daba mucha rabia que hubiera tantos productores a los que lo que menos le importaban era lo que pasaba en la película. Yo he querido dar oportunidades a nuevos guionista, a que Cuerda pudiera hacer su última película… La televisión me da otra cosa, mucho más rentable; y aquí, a la hora de hacer ficción, me apetecía apostar por algo más autoral. Dicho esto, a ver si Camera Café es la del beneficio también. [Risas] En todo caso, me hace muy feliz coger un guion, un cómic o una noticia y construir una película, hacerlo realidad. Es muy emocionante, sobre todo convencer al elenco y formar el equipo. Para mí es un casi como algo hedonista, lo hago por puro placer.
- ¿Y es agradecida la industria?
- No, no, para nada. Porque tú vas con esta ilusión y te encuentras con un distribuidor o una cadena que te dice “la taquilla está así”, “esto necesita estos cambios”, “en esto no te puedo apoyar”. Es muy duro. Enamorarte del proyecto es indispensable. Hay gente mucho más pragmática, que saca un guion de un cajón, pide una subvención y ya está. Yo no sabría trabajar así.
- ¿Las plataformas son la tierra prometida o se han sabido adaptar a estos vicios de la industria española?
- Yo pensaba que llegaban con la misión de que se pudiera arriesgar más, y sí, se reservan un tanto por cien… Pero luego, al final, hay un algoritmo que te dice que las películas que funcionan son de venganza, de tiros, con tensión sexual no resuelta, etc. Y acabas viendo unas cosas que son evidentes que salen muy de fórmula, tramas muy testadas. Luego están otras como Filmin, que son paraísos para el cine de autor; pero sí, veo que volvemos a ser muy conservadores.
- ¿Cómo llevas las ganas de levantar un proyecto en València?
- Me encantaría, de verdad. Pero otra vez, no puede ser cualquier cosa, no quiero simplemente aprovechar la situación de que la productora sea valenciana. Es importante preguntarse qué proyecto sería el adecuado para hacerlo aquí, con equipo y profesionales valencianos. Estoy en esa búsqueda, pero tiene que tener sentido.