CHIPS EN EL BELVEDERE / OPINIÓN

Así se está refundando el modelo de política industrial en España

8/12/2022 - 

Estamos viviendo una refundación del modelo de política industrial de la Comunitat Valenciana y del conjunto del país tal y como lo entendimos durante las últimas cuatro décadas. Aquel que puso sus cimientos en los años 80 y los 90, con figuras como Antonio Rico, Segundo Bru, Andrés García-Reche, Ximo Mafé, Francesc de Paula Pons, Agustín Escardino, Pedro Vera, Sebastián Subirats, José María Simó-Nogués, el colectivo del Huerto del Cura en Elche, Juan Antonio Mompó, Ricardo Cardona, y tantos otros, necesita actualizarse para el horizonte 2050. Los retos son globales, las tecnologías se están democratizando a causa de la digitalización y se impone la colaboración entre territorios y aun entre competidores.

No es casualidad que los institutos tecnológicos valencianos decidieran hacer un split de la representación de su red autonómica Redit en la federación estatal Fedit, porque siendo el colectivo más importante no lo reflejaba su peso en la asamblea. Se debe valorar adecuadamente lo que supone la llegada, justo ahora, de Laura Olcina, directora general del Instituto Tecnológico de Informática (ITI), a la presidencia de Fedit.

Aterriza con una propuesta de integración capaz de recuperar nada menos que al conglomerado vasco Tecnalia para la causa. Y el poderoso brazo catalán de Eurecat, con alguien tan influyente como Xavier López Luján, está en la vicepresidencia, junto al centro guipuzcoano Tekniker, y la secretaría es para el vallisoletano Cidaut, tan respetado en el sector del automóvil y el de la energía.

Un movimiento de piezas acorde con los nuevos tiempos, como ha podido comprobar de primera mano el CDTI a la vista de los primeros resultados del Programa Cervera. Durante los últimos cuatro meses he conversado con más de una docena de directivos de centros tecnológicos españoles sobre cómo ha sido eso de trabajar juntos en proyectos que van desde drones a ciberseguridad, tecnologías de tratamiento superficial, ómicas, redes de 5G, baterías o redes eléctricas distribuidas, entre otros asuntos. Ha sido una experiencia fabulosa en todos los sentidos.

Impresionante comprobar que los centros de distintas comunidades autónomas simplemente no se conocían a fondo, pese a actuar en el mismo espectro tecnológico… y en el mismo país. Pero tuvieron que sentarse a analizar en qué puntos era fuerte cada uno y cómo podían repartirse las tareas previstas en su proyecto Cervera. De pronto, entre actores acostumbrados a competir en el mercado surgieron iniciativas para compartir información, intercambiar recursos, intercambiar contactos de empresas, asociarse en proyectos europeos… impresionante, escalofriante, que esto no sucediera hasta ahora. Pero es así.

En España hemos trabajado durante mucho tiempo con la filosofía de las “100 millas”, como expuso Ion Etxeberria director general de Ikerlan en la presentación del balance de los proyectos Cervera celebrada en Madrid: todo lo que necesitase una empresa debía estar disponible a esa distancia. Pura mentalidad analógica de bolsillo, anacrónica para la era digital. Muy de visión regional descontextualizada, diría también.

A falta de un ente que lidere la política de impulso de la I+D+i industrial en España, de un IVACE estatal, parece que, por su posición como gestor de las principales líneas de ayuda y por su experiencia de décadas determinando qué es y no es innovación, al CDTI le va a corresponder de facto la tarea de articular ese nuevo modelo. Otra cosa es que quiera asumir ese rol, que está por ver. Probablemente lo hará, mientras no tenga que hacerlo expresamente.

Así es España, hasta ahora el impulso político se atribuía a la Dirección General de la Pyme, en ausencia de un organismo estatal autónomo, pero en los ministerios reina la confusión, y el tsunami de fondos europeos no hace sino incrementarla. De modo que el CDTI, pese a su posición de gestor administrativo, casi se diría que gracias a ella, en unos tiempos tan convulsos desde el punto de vista de la dirección política, se va a convertir en el referente de esa transformación del modelo productivo.

Y el primer movimiento que ha dado ha sido anunciar que el Programa Cervera, que promueve una idea tan aparentemente elemental como que se pongan a disposición ayudas públicas a cambio de que los centros tecnológicos de distintas comunidades autonomías colaboren, tantos años retrasada su puesta en práctica por la indefinición del Gobierno central, amplía su cobertura con una línea más.

A las dos ya existentes, para financiar la colaboración entre centros y entre éstos y las empresas, se añadirá una tercera dirigida a fomentar la creación de ecosistemas. Integrará en ella el CDTI a los grupos de investigación de las universidades, a los OPI (organismos públicos de investigación) y al resto de entidades públicas y privadas que encajarse pueda. Esa sí es una verdadera prueba de fuego sobre hasta qué punto nos creemos esto de colaborar.

Lo cual nos conduce a una reciente reunión celebrada en el Parador de El Saler en la que equipos de las universidades de la Comunitat Valenciana y de los 11 institutos tecnológicos se sentaron a cocrear, en una dinámica de trabajo conducida magistralmente por Ángel Alba, para abrir vías de colaboración en economía circular.

Apadrinaba el encuentro la Agencia Valenciana de Innovación (AVI) y fenomenal. No obstante, para próximas iniciativas diría que, a la pata de empresas, Administración, institutos tecnológicos y universidades, a esa cuádruple hélice que tan buenos vientos puede traernos, habría que añadir la de los inversores. Porque el dinero es clave en esto, aunque suene más prosaico.

El capital riesgo, private equity, business angels y demás variantes, se debate ahora entre volver a los cuarteles de invierno, terminada la época de los tipos de interés cero o negativos, o asomarse al mercado, esta vez, sin embargo, solo a condición de que se le presenten proyectos empresariales basados en la rentabilidad, no en el volumen de facturación.

Será difícil ver apuestas por compañías que no acrediten capacidad de obtener beneficio a menos de tres o cuatro años vista. Lo dijo Sir Martin Sorrell en el Web Summit de Lisboa y lo corroboró Iñaki Berenguer en el Redit Summit celebrado en la CEOE en Madrid. Las startup competirán con los depósitos, sea cual sea la forma que éstos acaben adoptando.

De ahí que la capacidad de configurar redes de colaboración, que caracterizará a los nuevos tiempos en el mundo industrial, debe concebirse también como palanca para movilizar y dar confianza a la inversión privada. Ese es el punto culminante del nuevo modelo que debe construirse sobre los brillantes cimientos del actual, ya agotado.