el muro / OPINIÓN

Bienvenidos a la rebeldía popular

13/02/2022 - 

Para ser franco, vaya por delante mi solidaridad con todos aquellos que han firmado como afectados en la campaña “Soy mayor, no idiota”. También, a los que no lo han hecho por diversas cuestiones pero están igualmente afectados por el trato o la poca atención de la banca y las instituciones públicas a causa de ese terremoto relacionado con la digitalización y el adelgazamiento laboral. 

Como siempre, resulta afectado el pequeño inversor o el ciudadano cuya edad no le permite estar al día de la realidad digital o no puede acceder a ella por diferentes motivos. Simplemente reclaman un trato digno, sobre todo las personas mayores y vulnerables pero a quienes les es imposible acceder a ese progreso para el que no todos estamos preparados.

Sin embargo, hay otras muchas cuestiones que parecen haber quedado aparcadas momentáneamente, pero resultan ser otros epicentros del problema.

Una victoria tan rápida de 600.000 firmas es muy importante porque responde, al fin, a una nueva forma de rearme social que curiosamente se ha realizado gracias a la propia digitalización frente a la que esta sociedad, en su conjunto, aún no estaba ni está preparada. Tengamos en cuenta que este asunto viene de lejos. No es de ahora. Lo llevamos viendo y sufriendo todos, tanto en relación con entidades financieras como con cualquier otra administración pública: políticas, sociales e incluso civiles con eso de tener que pedir cita previa o hacerlo por internet para ser atendido presencialmente unos minutos y con mala cara a causa de la presión piramidal. No sé si alguien ha pensado que la digitalización como locura colectiva también significa terminar con el comercio de proximidad o el pequeño comercio. La progresía tiene sus lagunas. Múltiples.

Llevamos años viendo cómo se cierran bancos y oficinas, cómo se destruye empleo y las instituciones cambian y tampoco consiguen adaptarse, así como la forma en la que la ciudadanía sufre las consecuencias de esa tiranía tecnológica, pero jamás disfruta de las supuestas ventajas de los denominados cambios estructurales y nuevos modelos de vida que ahora nos quieren vender a la carrera y sin pedagogía.

 

Ha tenido que ser un jubilado valiente, Carlos San Juan, quien emprendió una batalla que junto a esas 600.000 firmas, va de momento ganando. Todos hemos sido y somos testigos de que en el caso de esta cruzada, las colas en bancos e instituciones -los cierres y reconversiones en muchos casos se han hecho sin avisar y con absoluto desconocimiento de las medidas- han sido un sin parar. Al menos los bancos han “respondido” con un decálogo de medidas y compromisos. Ya veremos qué sucede o si se quedan en palabrería sindical y de política gubernamental donde sólo importan los gestos y el atrezo. Por cierto, ¿dónde estaban las asociaciones de consumidores y el ministerio de Consumo?

Yo aún no me fío del todo en la alta tecnología. No sabemos adónde nos va a llevar con lo rápido que todo cambia. Y en esto somos adolescentes. Esa tecnología que viaja a velocidad de la luz igual un día salta por el aire o muta sin que hayamos tenido tiempo de conocerla en toda su extensión.

Lo preocupante es que en este fuego cruzado de supuesto progreso ha sido o continúa siendo la sociedad de base la perjudicada. Como siempre. La misma a la que fríen en impuestos para que otros, sobre todos políticos y enchufados, mantengan un estatus que no merecen por su incapacidad. Siempre llegan tarde.

Lo peor, insisto, es que este asunto afecta a los más vulnerables, esto es, personas mayores que no tienen la obligación de estar al corriente de todo lo que cambia porque su experiencia y conocimiento están adaptados a otros tiempos. Pero al resto de la sociedad y la clase política le da igual. No va con ellos porque trabajamos para ellos.

Por poner un ejemplo. ¿Cuántas personas mayores cuando irrumpió el fax, que duró apenas unos años, los contestadores automáticos e incluso los vídeos VHS se quedaron a un paso de conocer su funcionamiento y por tanto se derrotaron ante ellos por falta de conocimiento? Y eso fue ayer. Lo entiendo, se trataban de bienes privados. Otra cosa es que generaciones tengan que estar al día de la tecnología. Grandes grupos de personas que hace tiempo viven de una pensión y se conforman con un mando a distancia y un móvil, pero incapaces de un uso tecnológico mayor por motivo de la edad, el desarrollo intelectual, la ausencia de medios y su estado existencial.

Estamos por lo visto deshumanizando a la sociedad. No todos somos tan listos como los tecnócratas. Yo mismo me niego a llenar mi teléfono de APPs institucionales o financieras. No quiero ser rehén. 

He sido de los que también ha firmado por un trato humanitario y un respeto hacia las generaciones que hicieron que quienes hoy nos quieren someter simplemente escuchen. Porque hablamos de pensionistas, ojo, no de licenciados en tecnologías. Hablo de respeto y de servicios, no de estar sólo pendiente de la cuenta de beneficios. Porque si nos pusiéramos más valientes ahora que al menos una parte de la sociedad civil se ha unido en este asunto, a ver qué pasaría si esos 600.000 firmantes nos pusiéramos de acuerdo en sacar todos nuestros ahorros como señal de hartazgo. De golpe. Y es que ese lema de que la clase política está ahí para “mejorar la vida de los españoles” ya no se lo cree nadie. A la vista está. Viven en otra realidad que no es real sino inventada a su gusto.

Pero lo más sorprendente o el reflejo del timo en el que estamos viviendo es que no creo que ningún alto cargo político o banquero o alto funcionario de la institución que quieran no tenga un familiar es condiciones de desprotección tecnológica y haya reaccionado en su momento y sólo cuando miles de personas presionan y hacen ruido.

¿Es que nadie con responsabilidad piensa en este país y se da cuenta de lo que sucede? ¿No pisan la calle de ayuntamientos con colas, bancos con colas, ambulatorios con colas en los que nadie coge el teléfono, hospitales con colas, oficinas de suministros básicos con colas…? ¿Es que los cargos públicos que solo encienden luces que pagamos todos pero no ahorran ni una bombilla y viven como reyes, no acuden a cajeros, ni ven las televisiones ni leen los medios de los que tanto abusan mientras se esconden en despachos y nos mandan mensajes de utilidad personal manipulados?

Esto no es serio. Habría que tomar nota y convertir en norma popular las acciones civiles. Pero de fiarnos a partir de ahora, menos aún. Sólo faltaba la pérdida de respeto. ¡Ya está bien!