Todos recordamos, más o menos, la trilogía de Matrix (1999). Una primera parte excelente, seguida de una segunda parte (Matrix Reloaded) manifiestamente mejorable y cuya principal virtud es que venía seguida de una tercera parte, con lo que los fans se consolaron pensando: "bueno, ya se arreglará y explicará todo en la tercera parte". Pero no, en la tercera parte la cosa fue mucho peor; no diría que llegara a resultar horripilante, pero sí una decepción.
Ni confirmo ni desmiento que esté haciendo una equiparación entre Matrix y el Botànic. El caso es que el primer Botànic llegó aupado en 2015 en una considerable ola de ilusión y con unos excelentes resultados electorales, pues a la solvente mayoría en escaños (55 de 99) había que unir un resultado aún más sólido en votos, teniendo en cuenta que un 4% de votantes de izquierdas (los que apoyaron en 2015 a Esquerra Unida) se quedó fuera de las Cortes. Luego, en 2019, las cosas se ajustaron bastante más. De entrada, con un miniadelanto en clave partidista, que hizo coincidir las elecciones autonómicas con las generales, y provocó los efectos electorales deseados por quien las convocó, el president Ximo Puig: un cambio de posiciones en el poder relativo de los socios del Botànic que convirtió al PSPV en líder indiscutible, con más escaños que los que sumaban Compromís y Unides Podem juntos.
Sin embargo, 2019 fue un resultado decepcionante. Aunque se salvaran los muebles, es decir, revalidar la Generalitat, se hizo por los pelos. A punto estuvo el PP de sumar con Ciudadanos y Vox, precisamente por el tirón electoral que tuvo para estas formaciones la coincidencia con las elecciones generales. El Botànic se quedó en 52 escaños, en los que también se incluían los votos correspondientes a Esquerra Unida (coaligada con Podem en 2019). En porcentaje, los apoyos electorales a la izquierda bajaron del 53,98% de 2015 al 48,29%, poco más que el 46,77% de la derecha. Es decir, los partidos que apoyan el Botànic se dejaron más de un 5% de los votos por el camino.
Por otra parte, el transcurrir del Botànic Reloaded en estos cuatro años ha transcurrido sin demasiados sobresaltos (el principal, la abrupta salida de Mónica Oltra), pero tampoco grandes éxitos. El Botànic ha vivido a la confortable sombra de la ausencia de alternativa, merced a la desaparición de Ciudadanos y la falta de solidez del candidato del PP, Carlos Mazón, como si eso fuera suficiente para revalidar cuatro años más. En paralelo, el gobierno de coalición en La Moncloa sí que ha erosionado significativamente sus apoyos, y habrá que ver en qué medida condiciona el voto de algunos votantes; si lo hace, es previsible que sea en un sentido adverso a los intereses del Botànic.
Las elecciones están marcadas por la incertidumbre que transmiten todas las encuestas, con una única certeza: la entrada de Unidas Podemos en el parlamento autonómico es crucial para revalidar el gobierno y que haya un Botànic III. Sin esos cinco o seis escaños que puede aportar UP, lo más probable es que Compromís y PSPV no sumen, y que sí lo hagan PP y Vox. La situación de debilidad de UP viene potenciada por los líos de la política nacional entre Podemos y Sumar y la percepción de que Yolanda Díaz espera a que Podemos tenga malos resultados en las próximas elecciones de mayo para así negociar desde una posición de fuerza. Más o menos esa será la ecuación que estará sopesando Compromís: que si Podemos se queda fuera ellos podrán recoger posteriormente a parte de esos votantes huérfanos en el marco de su pacto con Sumar. Lo que no está tan claro es que les compense el riesgo cierto de perder el gobierno autonómico.
Otro factor que también juega en contra del Botànic es que el espacio electoral de la derecha viene ahora concentrado en dos opciones, pues parece muy difícil que Ciudadanos logre superar el umbral del 5%. Tras ocho años de no cambiar la Ley Electoral en lo más mínimo, ni siquiera el excesivo corte del 5% de los sufragios, este es el panorama que tenemos ahora, que puede reducir las opciones parlamentarias a cuatro, dos por bloque. Pero la diferencia, importante, es que los votantes que pueden quedarse fuera en el bloque de la izquierda rondarán como mínimo el 4%, mientras que los que apoyen a Ciudadanos estarán más cerca del 1,5% o el 2%. Esto significa que la derecha podrá concentrar mejor el voto y aspirar a que el PP sea de nuevo la opción más votada, con el rédito adicional en escaños que esto puede suponer en el reparto.
Frente a ello el Botànic, y especialmente el PSPV, puede aportar el plus en votos que conlleva ostentar la presidencia de la Generalitat, la figura de Ximo Puig, enaltecida incluso en el lema electoral del partido, "El President". Habrá que ver si con eso y la solidez de Compromís en un contexto electoral que no les es tan adverso como el de 2019, al coincidir las elecciones con las Municipales -pero sin el tirón popular que aportaba Mónica Oltra- será suficiente para salvar los muebles, aunque sea con cincuenta escaños.
[La trilogía de Matrix ha tenido recientemente una secuela, "Matrix Resurrections", bastante mejor de lo que indican sus relativamente modestos resultados de crítica y público, y con capacidad para reírse de la trilogía que le antecede. En el peor de los casos para el Botànic, puede ilusionarse pensando en una resurrección futura. Aunque también hay que decir que entre la trilogía original de Matrix y la secuela han transcurrido veinte años. Veinte años de PP que habría que sumar a los 24 anteriores]