Hoy es 15 de noviembre

tribuna libre / OPINIÓN

Carta bomba con silenciador

4/12/2021 - 

Lea esta cita, es de un político: 

"No era una sorpresa que una parte de mi trabajo implicara ordenar que matasen personas, pero rara vez se presentaba de esa forma (...) Nada de todo eso me producía ninguna alegría. No me hacía sentir poderoso. Me había metido en política para ayudar a que los niños tuvieran una mejor educación, para conseguir que las familias tuvieran asistencia médica, para que los países pobres cultivaran más alimentos; ese era la clase de poder con el que medía mis logros. Pero había que hacer el trabajo y mi responsabilidad consistía en asegurar que nuestras operaciones fueran lo más eficaces posible. Además, a diferencia de algunas personas de izquierdas, yo jamás suscribí una condena total de la forma en la que antes se había gestionado la lucha antiterrorista"

¿De quién cree que se trata? ¿Algún personaje español de los ochenta? No, es Barak Obama, el ex presidente de Estados Unidos. De su puño y letra, apareció así publicado en sus memorias, lanzadas en castellano con el título Una tierra prometida (Debate, 2020) Hace referencia a las ejecuciones extrajudiciales que tuvieron lugar durante su mandato. Eran asesinatos preventivos y sumarios, y en ocasiones las víctimas fueron estadounidenses. Generalmente se hicieron con drones, pero también a mano, como la ejecución de Bin Laden. Felipe González se ha referido a este episodio cuando se le ha preguntado por las actuaciones antiterroristas españolas en Francia, pero hay una diferencia, si no de fondo, sí de forma. La Administración Obama, llegado un momento, defendió que sus ataques eran legales. Incluso cuando los objetivos eran compatriotas. 

Tal vez por el hecho de admitirlo a la mayoría de la opinión pública ya no le motive indagar en este suceso. Aunque el documental de Netflix Punto de inflexión sí que le han leído la cartilla, a Obama le dura la inercia de personaje positivo. Es un detalle que pone de manifiesto que en las guarrerías de los gobiernos puede importar más el quién, el cómo y el cuándo que el qué, sobre todo el cuándo de cuándo nos enteramos. Valga como prueba un hecho acontecido hace unos meses que se resiste a saltar a la primera línea de la actualidad. En el libro El jefe de los espías (Roca, 2021), las memorias del director del CESID entre 1981 y 1995, general Emilio Alonso Manglano, se transcribe una supuesta conversación entre él y Antoni Asunción, entonces ministro del Interior, que dice: 

- Corcuera tiene alguna cosa, que yo sepa, el cartero este que murió, que le estalló la bomba

-  Eso lo sabe poca gente ¿no? -inquiere Manglano. 

- Poca gente. Ese equipo funcionaba bien a esos niveles. 

Se trataría de una carta bomba enviada al militante de Herri Batasuna Ildefonso Salazar Uriarte que mató al cartero que la metió en el buzón, José Antonio Cardosa González, en Rentería. Esa supuesta conversación transcrita por Manglano despejaría la autoría. 

Resulta cómico que en otro libro relativamente reciente, la biografía del actual ministro de Cultura, Miquel Iceta, El estratega del Partido Socialista (Ediciones B, 2017) este, entrevistado, cuenta que en los años en los que arreciaban las exclusivas de El Mundo sobre los GAL, época en la que él estaba en Moncloa, conoció a Manglano en una comida en el cuartel general del CESID, y ocurrió lo siguiente: 

"No sé si fue en esa comida o en otra ocasión que le dije: 'General, tendrías que escribir un poco'. Y me contestó: 'Lo que se puede contar no tiene interés y lo que tiene interés no se puede contar' Y no hizo nunca sus memorias". 

Pues nada, al final sí hubo memorias y han traído algo de material interesante, como presagiaba Iceta, que ya no sé si le hará tanta ilusión. El problema es que en los libros de personajes que han pertenecido a servicios de inteligencia el papel lo aguanta todo. Hay innumerables casos, en España y fuera, de volúmenes llenos de hechos, historias e historietas que no se pueden demostrar y que tendrán como fin intoxicar u otros objetivos poco confesables del autor. 

No obstante, el periodista Antonio Rubio en esos años estaba firmando esas exclusivas que tuvieron acorralado al gobierno. En su libro El origen del GAL (Temas de hoy, 1997), escrito junto a Manuel Cerdán, tiene un apartado sobre la mencionada carta bomba. Según su versión, Corcuera y Vera quisieron poner en marcha un plan de envío de paquetes bomba, pero Roldán no quiso participar en él. Cuando murió el cartero en lugar del objetivo, le comunicaron a Roldán que el plan había seguido sin él y que ahora había que retirar de Correos dos envíos más por miedo a que pasara lo mismo. Iban dirigidos a Íñigo Iruin, de la Mesa Nacional de HB, y a otro dirigente. 

La elección de Salazar, por lo visto, no era circunstancial. En 1984 había sido detenido por pertenecer al comando Donosti de ETA y fue torturado en Intxaurrondo. La justicia le dio la razón y se condenó a al teniente Fidel del Hoyo Cepeda a dos meses de cárcel. Parece que había ánimo de venganza. "Los agentes de Intxaurrondo nunca perdonaron a Salazar el mal trago que les hizo pasar y pasaron a la acción", sentencia. El abogado en aquel proceso fue Íñigo Iruin, el otro destinatario. 

Como este capítulo ya había sido narrado más profusamente en las páginas de este libro que en las memorias de Manglano, llamamos a Antonio Rubio para obtener su valoración sobre el resto de la obra. Cuenta: "El señor Manglano ha hecho sus memorias o sus anotaciones o sus diarios y con lo que respecta a lo que yo he vivido, sufrido y padecido por el señor Manglano, no se adapta a la realidad ni un diez por ciento. Lo que escribe no se ajusta a la realidad. Recuerdo un juicio en la Audiencia Provincial de Madrid, sobre los papeles del CESID, yo estaba declarando con el señor Manglano detrás de mí y empezó a decirme 'eres un cabrón', 'eres un hijo de puta', 'te vas a acordar', hasta que llegó un momento determinado en el que levanté la mano, me dirigí al presidente del tribunal y le tuve que decir: 'Señoría, este señor me está insultando'. No sé si esto sirve para definir al personaje". 

Sin embargo, si en algo tiene validez este testimonio, sigue Rubio, "es para ratificar lo que revelamos en su momento: que había un GAL de la policía, otro del CESID y otro de la Guardia Civil, y él no lo dice en su libro, pero había coordinación en las alturas, por lo tanto, tiene que haber una cabeza superior por encima de todos ellos". 

Cuando estallo el escándalo del GAL en los 90, de alguna manera se conoció el qué. Inmediatamente después, en 1997 y 1998, aparecieron dos libros GAL: Punto final de Eliseo Bayo e Interior de Santiago Belloch, donde quizá a modo de excusa o justificación se bosquejaban los porqués. Vaya por delante que el libro de Bayo fue presentado por Barrionuevo y Vera y que el otro lo firmaba el hermano de otro ministro de González, el encargado de "limpiar" Interior, según se ha contado en numerosas fuentes, para que no le alcanzasen ninguna de estas historias. Básicamente, la razón de Estado directa o indirecta que se alegaba era el miedo a la "tensión involucionista". Tranquilizar a los poderes fácticos. No en vano, es un hecho, y está documentado en las propias asambleas de ETA, que ese era el objetivo del terrorismo vasco. Sin embargo, la fecha del suceso de la carta, 1989, es mucho estirar el chicle de este pretexto. 

En esto de los porqués, hay un pequeño ensayo imprescindible, de Patxo Unzueta, titulado ¿Qué era? el terrorismo ¿qué es? (Ediciones Destino, 1997) donde el periodista sostiene que el terrorismo es útil a sus autores, más que por su eficacia eliminando objetivos, cuando hace honor a su nombre: "Fuera por cálculo o por impericia, lo cierto es que casi un tercio total de víctimas de los GAL fueron personas que nada tenían que ver con ETA. Y según algunos análisis posteriores, fue precisamente ese carácter arbitrario lo que hizo que la población de la zona presionase a las autoridades para que intervinieran: concretamente, para que acabasen con el santuario de ETA, cuya existencia era percibida por esa población como causa de los atentados de los GAL". 

Para Rubio, sin embargo, la longevidad se explica de forma muy prosaica, solo puede tener que ver con el ánimo de lucro: es mucho más fácil: cómo y de qué forma se beneficiaron de los fondos reservados, cómo Vera se llevó más de 800 millones, cómo el ministro, el secretario de Estado, el director de la Policía, el director de la Guardia Civil y los gobernadores civiles del País Vasco venían cobrando cinco millones de pesetas todos los meses, el terrorismo también es un negocio"

¿Saldremos de dudas? Rubio también se queja de que hay un silencio deliberado: "La carta judicialmente no se ha investigado y la pregunta es por qué, porque los periodistas podemos llegar hasta donde podemos llegar, a mí nadie me ha solicitado que entregue la documentación que tengo, las cintas de Manglano tienen que estar, porque evidentemente eso se grabó". Hace dos semanas, en el Senado, el portavoz del grupo vasco Imanol Landa, del PNV, preguntó a Dolores Delgado, fiscal general del Estado, por las supuestas revelaciones del libro de Manglano. La fiscal replicó: "la Fiscalía no se puede guiar por informaciones periodísticas (...) respetables, entretenidas y a veces sorprendentes (...) pero no podemos permitir distorsiones sobre noticias periodísticas". 

next