El buque 'Libertad' vagó durante años por los mares del norte y del sur. Se convirtió en un barco fantasma durante los primeros años de la pandemia. Su tripulación quedó secuestrada junto al pasaje en un rumbo sin fin, sin posibilidad de atracar a puerto, sin bienvenidas en el malecón ni escalas de un día. Era un barco apestado, contaminado por la covid-21, la que aún no tenía nombre ni vacuna. El grupo de adolescentes que fue evacuado desde las islas mediterráneas aquel verano del Año I d.C -después de la covid- no podía imaginar que su mundo les iba a condenar a galeras para el resto de sus vidas.
Ni siquiera los ruegos de los padres fueron capaces de remover la conciencia de aquellos gobernantes que veían cómo se les escapaba de las manos el control del virus. La desescalada había dado sus frutos, la variante Delta se iba adueñando del TerritorioEuropa, el único que daba datos fiables de la pandemia a nivel mundial y, por tanto, el más señalado. A más PCR, más contagios. No, no es que los jóvenes se hubieran contagiado de repente, durante su viaje de final de curso. Es que hasta ese momento no se les había realizado un test ni habían sido objeto de control sanitario. Eran asintomáticos, y llevaban año y medio sin viajar.
De repente, la pandemia quedó al desnudo. La imagen gráfica eran un iceberg que ocultaba bajo la línea de flotación del mar la magnitud del virus. Europa volvía a cerrarse pintando de rojo el mapa de la costa mediterránea, incluso antes de la prevista oleada de turistas británicos que invadiría el Mediterráneo avanzado el verano, cuando su gobierno levantara las medidas de confinamiento. Y llegaban con la variante Delta, la más temida.