Comunitat Valenciana

Entrevista

Anna López: "El triunfo de la extrema derecha es convencer a los pobres de que la culpa es de otros más pobres, los migrantes"

La politóloga y periodista analiza el auge de la extrema derecha en Europa en su último libro

  • Anna López, antes de la entrevista.
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

VALÈNCIA. Las formaciones de extrema derecha han experimentado un crecimiento notable en las últimas citas electorales. De lograr apenas un 4% de los votos europeos en la recta final del siglo anterior, pasaron a desdoblarse al 8% entre 2007 y 2010 para, posteriormente, ir creciendo hasta alcanzar el 18% de media de votos en 2024 y un 28% de apoyos en el Parlamento Europeo.

La doctora en Ciencias Políticas y periodista Anna López Ortega analiza este recorrido en su libro La extrema derecha en Europa (colección Ágora de Tirant lo Blanch) recientemente publicado. Un relato en el que profundiza sobre las causas de este ascenso, las particularidades existentes en los diferentes países y las consecuencias para la democracia del auge de estas fuerzas políticas.

-En su libro traza el camino de la extrema derecha en Europa en las últimas décadas y señala que no sólo ha regresado para quedarse, sino para gobernar. ¿Cree que esto es imparable?

-Sí se puede lograr que regresen a los márgenes del sistema, que es de donde venían. Le Pen padre irrumpió en el Parlamento Europeo en el 84 con un 13%, y ahora lleva tres elecciones consecutivas siendo el partido más votado en las elecciones europeas. Enviarles de nuevo a los márgenes del sistema pasa por dejar de pactar con ellos. Como se ha comprobado, desde los años 70 ha habido 80 gobiernos de coalición con la extrema derecha y el resultado es que se refuerza la utilidad de votarlos porque la derecha asume sus postulados. ¿Y cómo han acabado las derechas en Francia y Alemania? Desapareciendo.  Con lo cual, para desactivarlos no hay que pactar con ellos porque, además, los legitimas como actor político. Pero bueno, aquí también hay que mirar al resto de partidos, sobre todo a aquellos que no pactan con ellos: deben hacer un nuevo discurso económico inclusivo que reduzca las desigualdades, que resuelva el problema de vivienda, que adopte los lenguajes y acciones de movilización política... 

-Habla de los lenguajes, supongo que se refiere también a las redes sociales.

-¿Cómo puede ser posible que las extremas derechas dominen perfectamente las herramientas de comunicación política de la red y el resto de partidos parece que vayan en pañales en eso? Esto es algo de lo que no se habla. Así que no solo sirve hacer un cordón sanitario y no pactar; significa también que tú tienes que hacer un discurso económico especialmente inclusivo para recuperar a aquellos que se han quedado fuera del sistema, tienes que adoptar nuevos lenguajes y sobre todo, tienes que regular las redes sociales sin caer en la censura, porque se ha demostrado que las redes sociales pueden desestabilizar una democracia. Por ejemplo, recientemente la Comisión Europea invalidó las elecciones en Rumanía por la campaña de desinformación en TikTok. Pero ojo, que también pueden llevar episodios de violencia. Lo vimos en la Dana y se vio en Reino Unido el año pasado. Con lo cual, la regulación de las redes sociales sin caer en la censura es necesaria.

-Resulta en cierto modo impactante la carencia de responsabilidad de las plataformas de redes sociales durante años respecto a las campañas y mensajes que se producían en las mismas.

-En eso hemos avanzado. Está la Ley de Servicios Digitales europea que por primera vez puede sancionar a las aplicaciones. ¿Cuál era el marco jurídico? Tú podías condenar a una persona que propagaba un discurso de odio, pero a las aplicaciones no, porque estaban amparadas en la libertad de expresión. Con esta ley, por primera vez pueden ser sancionadas. Y luego tenemos experiencias europeas: en Alemania, desde 2017, hay una ley de servicios digitales propia que sí que condena a las aplicaciones cuando generan discursos de odio o aquellos que puedan desestabilizar la democracia y les obliga a retirar el contenido. Dos años después el Parlamento francés también aprobó una similar en la que pone el acento por primera vez en las acciones sobre las aplicaciones, que son grandes aliadas para la extrema derecha. ¿Por qué? porque el algoritmo premia la polarización política y el odio. Recientemente, en la toma de posesión de Donald Trump no quedaron dudas de quiénes son sus amigos: Meta, Apple, X (Twitter)...

  • Anna López durante la entrevista. Foto: KIKE TABERNER



-Parece que hay una tentación de las fuerzas conservadoras como el PP de hacer suyos algunos postulados de extrema derecha... y de hecho, Carlos Mazón lo ha comenzado a hacer aquí con la bendición de Génova. Casi como si la Comunitat Valenciana fuera un campo de pruebas o laboratorio para cuando Feijóo tenga que hacerlo en España. ¿Eso puede funcionar para el PP como estrategia para seguir manteniendo a la extrema derecha en minoría?

-Exacto, ahí has dado la clave. Somos el laboratorio, pero no de Feijóo, sino de Santiago Abascal. Y no, esa estrategia no funciona. A ver, a corto plazo al PP le funciona porque continúa gobernando. Lo hemos visto en las comunidades autónomas y en más de 150 ayuntamientos. Pero, ¿qué nos dice la experiencia europea después de más de 80 gobiernos de coalición desde los años 70?. Pues que estos pactos, a medio plazo y a largo, acaban perjudicando a los partidos conservadores. Porque tú lo normalizas como actor político, cuando antes estaba en el margen del sistema, incluso estigmatizado. Legitima su discurso y en lugar de centrar al partido conservador, lo radicaliza. Entonces, al final el votante, entre el original y la copia, prefiere el original. Esto lo hemos visto en Francia, donde la derecha conservadora se ha quedado en un 6%; en Italia, donde ya ni existe; en los Países Bajos, donde se ha quedado en minoría y ahora es la extrema derecha la que lidera los gobiernos; en Austria lo mismo; en Polonia, lo mismo, y han tenido hacer grandes coaliciones de conservadores y socialdemócratas liberales para frenar a la extrema derecha. Entonces, los pactos a corto plazo y sobre todo en los primeros ciclos electorales, benefician a los partidos conservadores, pero una vez se normalizan y se legitima a la extrema derecha, quien acaban ganando son ellos.

-Usted navega por distintos partidos de extrema derecha en Europa a lo largo de su libro, pero, ¿en qué se diferencia la española del resto y por qué le está costando más llegar al poder en el gobierno central o superar al PP?

-En Italia, nace en 1946 el primer partido post-fascista italiano, el MSI. En otros países europeos llevan conviviendo con la extrema derecha muchos años porque nosotros nos incorporamos a la democracia mucho más tarde que los demás: ese es uno de los elementos que nos ha diferenciado del resto de Europa. Y luego hay otro factor que une a todas las extremas derechas: el componente migratorio. En el año 2000 es cuando en España empezamos a recibir inmigrantes, a diferencia de Francia, Alemania e Italia que ya tenían ya segundas o terceras generaciones, con lo cual los anatemas de las extremas derechas que los hacían aumentar en votos como la migración, la desafección política o la precarización laboral llegan a España después porque nos incorporamos a la democracia mucho más tarde.

-De la migración también habla en el libro y lo sitúa como uno de los ejes temáticos de la extrema derecha en Europa...

-El gran triunfo de la extrema derecha es convencer a los más pobres que la culpa de su pobreza son otros más pobres, los migrantes. El ejemplo es Donald Trump: multimillonario, hijo del sistema, presume de defender a la clase trabajadora cuando él es el principal explotador y, pese a ello mantiene ese discurso antiestablishment. ¿Cómo puede ser que Trump se presente como un outsider si es hijo del sistema neoliberal?

-En uno de los pasajes del libro, dice que la derecha no participó nunca en la laboriosa reconstrucción de la devastación que provocaron, precisamente, sus regímenes totalitarios. Han estado agazapados y ahora vienen a darnos lecciones. Pero usted puntualiza que la extrema derecha ha evolucionado y moldeado algunos de sus aspectos para hacerse más atractiva. ¿En qué ha cambiado?

-El proceso de normalización de la extraderecha viene especialmente por la incorporación de las mujeres a la política; también por modificar la estética y dejar las botas paraa ponerse el traje de chaqueta y las mujeres los tacones; y sobre todo en la renuncia a la violencia callejera. Es decir, cuando ellos aceptan que quieren jugar en las reglas de la democracia y renuncian a la violencia de forma explícita es cuando se normaliza, además de abandonar esos viejos discursos que recordaban al fascismo. Ahí se desarrolla el proceso que denominamos la batalla cultural en el que adoptan términos que se hacen atractivos para el gran público aprovechándose de los males que estaban apareciendo y resignificando conceptos. Por ejemplo, el término 'facha' ahora mismo para muchos jóvenes no es algo despectivo, y lo ven como sinónimo de valentía; el término libertad, patriota... así que el lenguaje ha sido fundamental, al igual que la estética y la incorporación de mujeres.

-Vox rechaza que se le tilde de partido de extrema derecha y da la batalla con los medios y en la opinión pública para huir de esa terminología. De hecho, uno de sus argumentos que utilizan es que Podemos debería denominarse de extrema izquierda. ¿Cómo ve eso? ¿Qué puntos determinan para usted que Vox sea un partido de extrema derecha?

-Bueno, otro éxito de la extrema derecha actual, la europea, es que se presentan como la alternativa y no se consideran ni de izquierda ni de derecha. Ni socialdemócratas ni conservadores, nosotros somos la alternativa. Entonces huyen de la etiqueta de extrema derecha para aprovecharse de este vacío, o de esta demonización y desafección política que recorren los partidos tradicionales. ¿Por qué es un partido de extrema derecha? Desde la ciencia política: uno, porque su discurso es ultranacionalista excluyente, es decir, ellos dibujan un Estado nacional solo para que los nacionales disfruten de los derechos. En segundo lugar, autoritario. Ellos apelan a la seguridad y al orden como formas para modelar la vida. Estamos viendo que Giorgia Meloni está intentando aprobar una reforma para establecer de nuevo la pena de muerte. Vemos las formas de Trump: sin juicio envía a personas por su nacionalidad a cárceles sin derechos. Eso es autoritarismo. Y luego el racismo. Es decir, cuando tú criminalizas a los migrantes y los acusas de agotar el sistema de bienestar, etc. Es por esas grandes características, el nacionalismo excluyente, el autoritarismo, como te he dicho, esa sociedad bastada en la ley y el orden, donde tú puedes expulsar a alguien sin juicio, y el racismo, que forma parte del ADN de todas las extremas derechas.

  • Anna López durante la entrevista. Foto: KIKE TABERNER



-Hablaba antes de las redes sociales y la capacidad que tienen estas formaciones para controlarlas, así como para la habilidad de la tergiversación o directamente exponer bulos. Creo que era Hannah Arendt quien decía que el objetivo de mentir constantemente no tiene como misión que el ciudadanía lo crea, sino que la gente termine por no creer nada. ¿Cómo beneficia a la extrema derecha ese descrédito institucional que parece buscarse con esos bulos?

-Claro, no es que te creas la mentira, es que dudes de todo porque en ese caos tú puedes elegir al partido que, uno, nunca ha gobernado hasta el momento y, dos, vuelvo al lenguaje. Es el partido que aporta el orden y la solución de forma aparentemente simple a problemas grandes y complejos.

-Las causas a las que alude en su libro sobre el crecimiento de la ultradrecha son muchas y variadas. Aparecen las crisis económicas, las migratorias... pero también las mediáticas, con menor peso de las cabeceras tradicionales y el auge de las redes sociales. Para usted, que también es periodista, ¿hay salvación para los periódicos? ¿no cree que las líneas editoriales, excesivamente acentuadas por la debilidad económica y a veces convertidas en trincheras, han terminado por recortar buena parte del crédito de los periódicos y permitido el ensanche de la extrema derecha?

-También se han polarizado, sí. Otro de los grandes triunfos de la extrema derecha es polarizar a todos los actores de la sociedad. Y los medios de comunicación han entrado en este juego para sobrevivir y para mantener lectores. Pero también creo que los medios pueden ser una de las soluciones para desactivar el voto de la extrema derecha, porque tienen que volver a recuperar la credibilidad entre la gente y esto implica, por ejemplo, adaptar también sus lenguajes, sus noticias a las redes sociales, no propagar sus bulos ni hacerles propaganda. Entonces, es cierto que todos los actores políticos entraron en el juego de la polarización, pero ellos también pueden ser la solución. De hecho, en Estados Unidos, marcaron un antes y un después cuando perdió Trump las elecciones y él en directo dijo que eso había sido un fraude: por primera vez medios de comunicación cortaron la señal. Así que hay esperanza. Es cierto que la crisis de publicidad que sufren los medios desde hace 25 años es innegable y a ello hay que sumar el problema de las nuevas formas de comunicación. Por ejemplo, sólo el 5,7% de los votantes de Alvise en las elecciones europeas se informaba por los medios de comunicación tradicionales. Así que tenemos una parte de la población que directamente solo se informa por las redes sociales, que además abonan el discurso de 'no te creas nada de lo que sale de los medios'.

  • Anna López. - Foto: KIKE TABERNER

-Hemos visto en estos años cómo fuerzas políticas emergentes nacían con gran impulso y a los pocos años se esfumaban como UPyD, Ciudadanos, Podemos... aunque ahora intenta remontar. Tal vez fue por la poca implantación territorial y los liderazgos muy mesiánicos. Ambas cosas también ocurren con Vox, ¿cree que puede pasar eso con la extrema derecha?

-No lo creo por varias razones. Uno, ya ha superado los ciclos electorales respecto a los que me comentas. Dos, no hay que olvidar que Vox es un partido que tiene un respaldo internacional que no han tenido los partidos que tú me has nombrado. Y eso significa recursos, eso significa personal, significa un discurso y una estrategia. Luego hay otro factor que son los pactos a los que llega con la derecha que, como he comentado antes, es lo que les normaliza y refuerza la utilidad de votarlos. ¿Para qué vas a dejar de votarlo? si gobiernas en coalición e incluso impones tu mensaje. Sí es cierto que hay elementos comunes como ese liderazgo mesiánico y una organización en este caso vertical, una implantación territorial que no es tan elevada, aunque ya empieza a consolidarse, pero sobre todo hay que entender que Vox es un partido que tiene una legitimidad internacional y un apoyo que no han tenido otros partidos. Y el ciclo electoral está demostrando que no solo sobrevive, sino que sigue creciendo.

-Atendiendo a la actualidad, el próximo martes empieza el Congreso Europeo del PP, que se celebrará en València. ¿Qué podemos esperar de esta cumbre respecto a las conclusiones sobre posicionamientos políticos junto a la extrema derecha?

-Creo que es importante este congreso por dos motivos. El primero porque vamos a ver qué alma del gran Partido Popular se impone. El alma que no ha normalizado los pactos con la extrema derecha, que es la alemana, frente a la que los ha normalizado como en Países Bajos o la española. Y la otra gran diferencia de estas dos almas es en cuestiones de identidad y valores tradicionales. Tenemos unas derechas que están en contra del aborto, en contra de los derechos LGTB y otras que son más aperturistas. Entonces en primer lugar este congreso servirá para ver qué alma se impone: si la que normaliza los pactos o no; y entre la que dibuja el futuro de la Unión Europea hacia la radicalidad o hacia el centro. Es innegable que vivimos tiempos de incertidumbre con un cambio de época en el que Trump ha roto todas las estructuras económicas y el Partido Popular Europeo es el partido más numeroso en Brusela, con lo cual las conclusiones que se decidan pueden resultar muy importantes.

-También resulta interesante el papel del propio presidente de la Generalitat y líder del PPCV, Carlos Mazón, que en su pacto de presupuestos con Vox abrazó tesis que chocan con sus compañeros europeos.

-Sí, diría que aquí Mazón es como el elefante de la sala del congreso. Primero porque seguramente habrá protestas por la Dana y eso es incómodo. Y segundo porque Mazón es el líder autonómico que más rápido pactó con la extrema derecha, 13 días frente a la de Países Bajos, que tardó cinco meses y medio. Pero también es el presidente de un PP regional que más concesiones ha hecho a la extrema derecha, asumiendo su retórica y su discurso negacionista climático y de xenofobia militante. Pero es que precisamente el Pacto Verde es uno de los grandes acuerdos que más le ha costado firmar al Partido Popular Europeo y Mazón lo ha calificado como dogma climático y postulado extremista. Entonces veremos que dicen en materia de pacto verde, de inmigración y sobre todo en pactos con la extrema derecha las conclusiones del PPE en este congreso.

-Hay una referencia interesante de Fukuyama en su libro en la que alertaba en 2018 de que la izquierda había dejado mucho espacio centrándose en las minorías, cosa que había aprovechado la extrema derecha para dirigirse a las mayorías. ¿Cómo se resuelve esto? ¿Se ha equivocado la izquierda enfrascándose en debates donde en ocasiones ni siquiera hay consenso en la propia izquierda y que le puede haber alejado, desde el punto de vista estratégico, de la sociedad real?

-Creo que no ha sido un error estratégico, sino más bien de comunicación y de lenguaje. Vuelvo al lenguaje porque tiene un carácter performativo y ayuda moldear marcos mentales. Pienso que las conquistas sociales en las que ha contribuido a izquierdas son fundamentales, pero el problema es que en muchos casos no las han sabido explicar a esa mayoría, que ha visto esas conquistas como una amenaza a las formas de vida tradicionales. ¿Por qué se ha percibido así? Probablemente porque lo han presentado como una especie de batalla y no como 'vamos a generar una igualdad, vamos a otorgar derechos'. Así, el problema es que se ha planteado en un marco dicotómico, al que ha contribuido también la derecha, pero donde también se ha producido una falta de comunicación, de pedagogía, ya no democrática,
sino pedagogía en consensos que deberían estar claros.

-En otro tiempo, y con un gobierno de extrema derecha como los que triunfaron en Europa, usted sería encarcelada, repudiada o ejecutada por este libro. ¿Cree que podemos volver a eso?

-Las señales están ahí. De hecho, el objetivo de Abascal es crear una pequeña Hungría en España. Ese modelo de Dios, patria y familia. Y vemos que está haciendo Orbán. Allí han aprobado que los ciudadanos puedan denunciar a parejas homosexuales que tengan hijos a su cargo, o ahora mismo se están prohibiendo las marchas del orgullo porque se consideran ideología peligrosa. Es decir, no sé la erosión en la democracia y en los derechos fundamentales a la que puede llegar la extrema derecha. Lo que no creo es que debamos banalizarla, porque tenemos ahí las señales. Es decir, ellos no renuncian a una sociedad basada en la ley y el orden, en volver a la pena de muerte, en volver a expulsar a las personas sin un juicio justo, por razón de origen, sexualidad...  Pero también es cierto, a diferencia del siglo pasado, que nuestras democracias están más fortalecidas, mientras en el siglo pasado acababan de nacer. Ahora tenemos contrapesos. La justicia y la sociedad civil son dos de los grandes cortafuegos. Tenemos una justicia que puede frenar todas las barbaridades en materia de derechos humanos que puedan hacer: por ejemplo, la mayoría del Tribunal Supremo que fue elegida por Trump ha paralizado deportaciones. Aquí en España tenemos las fiscalías de delitos, el Tribunal Constitucional. Entonces, a diferencia del siglo pasado, nuestra democracia está más consolidada, la división de poderes está también mucho más estable, pero no podemos banalizarlo y que esta división termine por erosionarse, porque la justicia empieza a fallar donde la extrema derecha está gobernando. 

  • La periodista y politóloga Anna López. Foto: KIKE TABERNER

 

Recibe toda la actualidad
Castellón Plaza

Recibe toda la actualidad de Castellón Plaza en tu correo