VALÈNCIA. En un año han cambiado muchas cosas. El 29 de octubre de 2024 quedará marcado en la memoria colectiva, no solo de quienes lo vivieron en primera persona, sino de todo el pueblo valenciano. Hace ahora un año, la denominada ‘zona cero’ de la Dana comenzaba a respirar los primeros compases de la recuperación: algunos vecinos regresaban a sus casas, otros levantaban tímidamente las persianas de sus comercios. Sin embargo, apenas dos meses después de la catástrofe, los estragos, el barro y la incertidumbre seguían formando parte del día a día.
Estas Navidades, más de un año después, el escenario es distinto. La vida ha ido abriéndose paso y la ‘zona cero’ presenta una imagen más cercana a la normalidad. Han regresado la alegría y la ilusión propia de estas fechas, aunque el recuerdo permanece muy presente. Nada es exactamente igual, pero tampoco es como entonces.
Durante las Navidades de 2024, periódicos, radios y televisiones se llenaron de reportajes que reflejaban la dura realidad de los vecinos de municipios como Paiporta, Catarroja o Alfafar, que afrontaban unas fiestas marcadas por el desorden, el silencio y la pérdida, en un entorno todavía irreconocible. Un año después, la fotografía ha cambiado. Calles, puentes, carreteras, edificios públicos e infraestructuras han sido recuperados progresivamente, devolviendo la rutina diaria a una sociedad profundamente golpeada, aunque no del todo recompuesta.
A pie de calle, las luces de Navidad vuelven a colgar de las farolas, los escaparates se decoran y los niños recorren las plazas con la naturalidad de cualquier otro diciembre. Pero basta con detenerse unos minutos para comprobar que el recuerdo sigue ahí. En muchas conversaciones aparece, de forma espontánea, el “antes” y el “después”, como una línea invisible que aún estructura la memoria colectiva de estos municipios.
Algunos vecinos reconocen que estas fechas siguen siendo difíciles. Hay quienes han podido reconstruir sus hogares y retomar sus rutinas, y quienes, aunque han recuperado la vivienda, aseguran que el proceso emocional avanza más despacio que el material. Otros continúan pendientes de ayudas, trámites o reformas que se alargan más de lo esperado.
En este sentido, los ayuntamientos de los municipios afectados han apostado este año por recuperar una programación navideña más amplia y emocionante. Tras unas fiestas marcadas por la contención y el duelo, las agendas municipales vuelven a llenarse de actos, actividades culturales y encuentros pensados para todos los públicos. El objetivo es claro: demostrar que la vida vuelve poco a poco y poner en valor el camino recorrido en apenas un año por una sociedad que ha sabido levantarse tras el golpe.
“Hay dolor y pena”
Pese a los avances, la idea de unas Navidades marcadas por la tristeza sigue muy presente para muchas familias. No hay que olvidar que los familiares de 230 personas no volverán a ver a los suyos sentados a la mesa. Así lo recordaba estos días la presidenta de la Asociación de Víctimas Mortales de la Dana, Rosa Álvarez, con palabras breves pero contundentes: “Hay dolor y pena”.
Las víctimas explican que su sufrimiento se intensifica en fechas tan señaladas, cuando las ausencias se hacen más evidentes y las sillas vacías se repiten por segundo año consecutivo desde la tragedia. En este contexto, han entregado una bandeja de carbón al expresident de la Generalitat, Carlos Mazón, como su particular ‘regalo de Navidad’, depositado a las puertas de Les Corts Valencianes. Con este gesto, también han querido recordar la decimocuarta manifestación prevista para este sábado, para la que, pese a coincidir con unas fechas tan especiales, solicitan la máxima participación.
El comercio recupera la vida
En paralelo, el pulso cotidiano de los municipios comienza a normalizarse. La mayoría de los negocios han vuelto a abrir y la actividad ha regresado de forma progresiva a las calles de l’Horta Sud. La reconstrucción, todavía incompleta, empieza a notarse en los pequeños gestos del día a día. Con ritmos y trayectorias distintas, los comerciantes coinciden en una misma idea: la recuperación no ha sido un hecho puntual, sino una suma constante de decisiones, esfuerzos y perseverancia.
Poco a poco, el comercio vuelve a cumplir su función más básica: dar vida al pueblo. Así lo expresaban varios comerciantes de Paiporta en declaraciones a Valencia Plaza, destacando que los vecinos regresan con cautela, pero también con ilusión, y que la población mira hacia adelante con una mezcla de optimismo, memoria y resiliencia. Porque en la ‘zona cero’, estas Navidades conviven la reconstrucción y el recuerdo, la esperanza y la herida todavía abierta.