CASTELLÓ. Ganadora del Premio Nacional de Narrativa en 2023 con ‘De bestias y aves’, Pilar Adón escribe desde la intimidad de los encierros y la fuerza de las atmósferas inquietantes. Sus personajes, siempre mujeres, buscan refugio en escenarios opresivos para alcanzar una forma insólita de libertad, o al menos eso es lo que parece querer plasmar en su obra esta madrileña que llega a Benicàssim el lunes para cerrar el ciclo Leeinfluencers. De nuevo, Galaxia Gutenberg le edita su último trabajo, ‘Las iras’, un conjunto de relatos en los que no deja de sacudir al lector con su lenguaje tan noir y sus góticas protagonistas.
Adón, en su charla con Castellón Plaza, nos habla de la felicidad que supone el reconocimiento de otros tantos premios recibidos no menos importantes pese a vivir a la sombra del Nacional de Narrativa, del reto de escribir sin concesiones al lector y de cómo vive rodeada de libros casi por obligación como fundadora de la editorial Impedimenta junto a su pareja, quien le acompañará en su visita a Benicàssim.
— No me resisto a preguntar, antes que nada, ¿cómo ha sido recibir un premio como el Nacional de Narrativa?
— La felicidad de recibir ese premio es muy grande, no te lo voy a negar. Es un clásico y es un tópico, pero muy real, el hecho de que los escritores llevamos una vida de encierro cuando estamos escribiendo. Es un trabajo realmente muy íntimo y solitario aunque estén siempre presente los personajes. El trabajo de creación es bastante solitario y, de repente, recibir una llamada para comunicarte que te han otorgado esa distinción sabiendo que hay un jurado detrás que ha deliberado, que se ha leído las obras presentadas y que después de considerar cuáles son las más interesantes del año ha elegido la tuya… no hay palabras. Ese premio te otorga una sensación de no estar tan sola muy importante, y supone un espaldarazo impresionante. Luego hay una parte de alegría máxima también por la propia obra.

— ¿Te refieres a tu libro ‘De bestias y aves’?
— Sí. Supuso, de repente, un empujón y que esa obra vuelva a estar en las librerías y que se hable de ella. Como te digo, ese premio es una felicidad muy grande que se recibe con mucha, mucha alegría.
— ¿Se afronta la profesión de manera diferente después del vértigo del Premio Nacional de Narrativa?
— No. En mi caso no. Después de ‘De bestias y aves’ he publicado un libro de relatos que se titula ‘Las iras’, del que voy a charlar en mi encuentro en Benicàssim, y ahí vuelvo a repetir la forma narrativa, la intención, la búsqueda y los argumentos de la obra premiada. Yo tengo la impresión de que llevo escribiendo lo mismo desde que empecé a escribir. Con 18 años gané mi primer premio literario en Radio Nacional con un cuento en el que ya hablaba de un ser que se encerraba en una casa y no salía, y todo el relato sucedía en ese lugar. Por tanto, a día de hoy sigo hablando y sigo escribiendo sobre seres que se aíslan y que se meten y se encierran en casas, así que, como ves, la vocación se ha mantenido. Realmente esa temática es de lo que me gusta escribir. Me llega el tema y me obedezco a mí misma hasta llegar a esa imagen que plasmo en el papel.
— ¿De dónde nace esa atmósfera oscura y perturbadora que envuelve tu obra?
— Es difícil de responder porque para mí fue complicado ser consciente de ello. Llegó un momento en que me di cuenta de que hay una imagen o pulsión a la que obedezco, pero que al mismo tiempo busco. Es una especie de serpiente que se muerde la cola, que me llama y yo la llamo, y que me lleva a esos temas de encierro, de ambientes opresivos e inquietantes. Primero llegó la conciencia de que esos eran mis temas. Hubo un momento en el que me di cuenta de que eso era así. Es como cuando descubrí que todos mis personajes son mujeres. Puede parecer muy raro, pero no me di cuenta hasta que no me lo preguntó una periodista. Sucedió hace ya muchos años con un libro de cuentos llamado ‘Viajes inocentes’. Cuando lo asumí empecé a hacer indagación autobiográfica.
Esas atmósferas en las que se suceden mis obras puede que vengan de una actitud que tenía ya cuando era muy pequeña, donde para mí lo más importante era leer
— ¿Y dio resultados?
— Es complicado explicarlo, pero llegué a la conclusión que esas atmósferas en las que se suceden mis obras puede que vengan de una actitud que tenía ya cuando era muy pequeña, donde para mí lo más importante era leer y, como consecuencia de tanta lectura, vino la escritura. Y para leer me metía debajo de una mesa en mi habitación y ponía unas cuerdas en torno a las cuatro patas de la mesa, ahí ponía unos trapos y me metía dentro. Era como un refugio protegido, una especie de cueva que yo me montaba de pequeña sin más voluntad que la de localizar un refugio para leer y que me dejaran un poco en paz, porque cuando yo era niña había mucha presión para que saliera a jugar y me relacionara con otros niños, pero yo lo único que quería era leer. Entonces, quizá como derivación de aquello yo encierro hoy en día a mis personajes para que sientan que tienen esa libertad. Les meto en una especie de cueva en la que se puedan sentir como en un refugio.
— No sé si será de ahí de donde viene, pero la respuesta es maravillosa...
— (Risas) Yo pienso que además de ser una buena respuesta algo de verdadero hay y puede que ese interés mío venga de ahí, del lugar del que te acabo de hablar. Entiendo que puede parecer muy disparatado que yo encierre a mis personajes para que sean libres, porque libertad y encierro son términos un poco contradictorios, pero pienso que van por ahí los tiros.
— De todas maneras, comentas que ese ambiente en el que encierras tus narraciones al principio te salía de manera natural. ¿No era consciente?
— No. Era algo natural. Hay que distinguir entre lo que es el primer impulso y la primera imagen. La originaria ocasión de centrarse en esos temas, en esos paisajes, en esos personajes y en esa inquietud me viene así, de esa forma. Ese sería el qué de la narración, pero el cómo lo cuento, la manera de narrar y elaborar cada relato, eso llega tras muchas horas de trabajo. Yo tiendo a repetir los temas porque es como verdaderamente me divierto escribiendo, cuando hablo con algún periodista o con algún escritor me preguntan si no me aburro. Y la respuesta es negativa. No me aburro nunca, porque en el cómo, en la ejecución de los cuentos o novelas, en ese trabajo del lenguaje, en las elipsis, en decidir qué pongo antes y qué pongo después, yo ahí me divierto muchísimo. Para disfrutar en el cómo y jugar tanto con la forma tengo que saber muy bien el qué. Es decir, primero tengo que saber perfectamente cómo es el texto, qué va a pasar, cómo son los personajes, cómo es el escenario, cómo es el poder en la casa, todo eso, y a partir de ahí, ya juego con la forma.
— Pilar, tus obras no son fáciles de leer. ¿Te preocupa?
— A ver, fíjate, la primera pregunta que me hacías respecto a si había influido en algo el Nacional de Narrativa en mi manera de escribir está muy relacionado con esto que comentas ahora. Aquí todos somos lectores, y en mi vocación como lectora no ha lugar a lo fácil y a que me lo expliquen todo desde el principio. A mí me gusta que me consideren una lectora o una espectadora inteligente. Ya sea en temas de cine, de arte o de lo que sea. No hace falta que me lo den todo trabajado, ya puedo aportar yo.
Dicho esto, yo tiendo a escribir de la manera en que a mí me gustaría leer, y como me gusta esa manera de que me propongan obras, pues yo hago lo mismo. Pero sí que es verdad que lo que me interesa, también como lectora, es que me inquieten y me zarandeen y que no me deje un libro igual que empecé. Me gusta acabar un libro, una película o una pieza musical mínimamente cambiada, que me haga pensar, que me haga sentir. Entonces, al final yo hago lo mismo. Hay lectores y espectadores que están dispuestos y hay otros que no. O hay momentos en la vida en que tienes más ganas y otros momentos en que tienes menos. Entonces, bueno, la apuesta está ahí, y cada uno obviamente es libre de elegir una cosa u otra.

— Los premios han sido importantes en tu trayectoria, ¿también lo fue que se empezaran a traducir a otros idiomas tus libros?
— Sí, sí, eso es muy interesante porque además yo también soy traductora de inglés al castellano. El proceso de creación de la obra en otra lengua lo puedo entender cuando se me ha traducido al inglés. Cuando se habla de que el traductor tiene concepto de autor es absolutamente real porque ahí hay una conexión y un despertar muy curioso cuando ves que la obra se está traduciendo a otras lenguas y que va a ser recibida en otras culturas. Cuando vas a los otros países a presentarla es una experiencia también impresionante. Recuerdo hace muchos años, en una conversación con otra escritora en un momento en que en España dominaba la novela social y el realismo urbano, temática que nunca he abordado, ella me preguntó porqué escribía de la manera que lo hacía, tan oscura, y me dijo que no lo entendía.
Para mí fue como un bofetón porque fue como bajar a una especie de realidad y darme cuenta de que yo no estaba en ese momento donde tenía que estar. Pero yo perseveré, porque es una especie de obligación casi a la que obedezco, aunque yo también la llame, y perseveré. Y de repente pareció que las cosas cambiaban, que había una perspectiva mayor y que se abría un espacio a otros tipos de literatura. Por eso sí que tengo la sensación de que cualquier creador, hablamos de escritores, de cineastas o de músicos, hay como una historia que te llama, te llama, te llama y no se acaba nunca. Porque tú terminas un libro y es como que la historia sigue y sigue, y tú tienes que seguir obedeciendo porque parece que no termina nunca. Y yo creo que en esas estamos casi todos. No creo que nadie se plantee escribir para ver si le traducen o le dan un premio. Eso sería muy triste.
— ¿Sigues traduciendo, por cierto, o no tienes tiempo?
— No, ahora no. Ahora de vez en cuando preparo alguna traducción pequeña para la editorial Impedimenta, pero nada mas.
— ¿No publicas en Impedimenta, verdad?
— No. Decidí no hacerlo porque mi pareja, Enrique Redel, y yo somos los editores. He hecho traducciones y otro tipo de trabajos. En Galaxia Gutenberg publico mis novelas y libros de relatos y mi poesía en La Vella Varsovia.
No creo que nadie se plantee escribir para ver si le traducen o le dan un premio. Eso sería muy triste
— Hablando de editoriales, publican unas portadas maravillosas de tu obra. ¿Participas en el proceso de diseño?
— Las portadas de La Vella Varsovia son de mi editora, que tiene a bien preguntarme siempre, pero son de ellos. Y las de Galaxia sí que las he elegido yo. Hace unos años, preparando ‘Eterno amor’, un libro que iba a publicar Páginas de Espuma con ilustraciones de Kique de la Rubia, él me dijo que la portada tenía que ser una mujer porque eran siempre mujeres lo que salían en mis portadas. Y de nuevo es algo que no me había dado cuenta hasta que me lo apuntó Kique. A partir de ahí siguieron saliendo mujeres en las portadas pero ya de manera consciente.
— En este ciclo, los autores que han venido han recomendado cinco lecturas a los asistentes. ¿Cuáles serán las tuyas?
— Los libros que llevo a Benicàssim son ‘Picnic en Hanging Rock’, de Joan Lindsay; ‘El mar, el mar’ de Iris Murdoch; ‘Septología’, de Jon Fosse; ‘Gilead’, de Marilynne Robinson; y ‘El iris salvaje’, de Louise Glück.