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MALOS MALÍSIMOS (INVENTADOS)

Ponga un villano en su historia, o por qué nos fascinan tanto los malvados de la ficción

  • Drácula

VALÈNCIA. Estamos rodeados de malvados. Los tenemos a pequeña y a gran escala. Compañeros de trabajo malévolos. Protagonistas de las páginas de sucesos. Megalómanos perversos en puestos de poder. Tecnofascistas haciendo sus pinitos por aquí y por allá. Vecinos cizañeros. Y no solo es que la maldad campe a sus anchas por nuestro día a día, es que encima ahora está de moda. Así lo explica Mauro Entrialgo en Malismo. La ostentación del mal como propaganda (Capitán Swing). En sus páginas, define el malismo como un “antiintuitivo mecanismo propagandístico” consistente en la ostentación pública “de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial” Y riega el asunto con ejemplos como la popularidad de quien llama “mantenidos subvencionados” a los afectados por una pandemia, la chulería de aquellos que se muestran  “agresivamente contrarios” a las minorías y la justicia social o el éxito de figuras que humillan a concursantes de programas televisivos. El malismo, narra, supone “una fórmula publicitaria que ya no se dirige contra los poderosos, sino que es una herramienta de estos”.

Pero si hay un universo en el que los malvados irredentos gozan de veneración pública ese es la ficción. Malvados que, además, suelen resultar mucho más interesantes que los héroes. Asesinos brillantes, monstruos legendarios, villanos de cómic, antagonistas de instituto y todo tipo de criaturas maquiavélicas que habitan en las cartografías de la imaginación. Del Joker a Hannibal Lecter, pasando por Cruella de Vil o Wile E. Coyote (sí, el perseguidor de ese engreído correcaminos que siempre consigue escabullirse) ¿Pero por qué nos fascinan ciertos personajes execrables? ¿Qué pulsiones despiertan en nuestras almas de animalitos con cuenta corriente? Dejamos la realidad aparcada por un rato, que menudo tute de desgracias auténticas llevamos a cuestas, y partimos hacia la creatividad ajena para radiografiar qué tienen de hipnóticas esas figuras de ficción (repetimos, de FICCIÓN, denme mayúsculas más grandes).

 

  • Misery -

 

Para el traductor audiovisual Javier Pérez Alarcón, ese embelesamiento nace de que los villanos pueden “hacer lo que nosotros no podemos. Representan una pulsión interna que, a través de la pantalla, podemos explorar sin consecuencias y hasta disfrutar con sus fechorías”. Por una linde semejante se mueve la escritora y guionista Elisa Ferrer. Para ella los personajes malvados actúan como un espejo “en el que proyectamos nuestros defectos más oscuros, nuestros sentimientos menos puros. Todos hemos tenido pensamientos horribles, cosas que nunca haríamos… pero ahí están. Y ver a un personaje capaz de llevar a cabo actos a los que jamás te atreverías despierta algo en nosotros”.

 

Otro elemento clave en ese amor por el malvado son sus aristas, sus recuerdos ocultos, sus claroscuros. Y es que, explica Pérez Alarcón, en los procesos creativos a los antagonistas se les otorga “más profundidad, matices. El héroe, sobre todo en el mainstream, tiene que ser buenísimo. Sin fisuras. Si se equivoca, a las tres escenas ya lo está arreglando. Eso puede acabar siendo aburrido. Al villano se le permite ser contradictorio, tener grises... Eso genera conflicto, la base de cualquier narrativa interesante”. Toma la palabra la productora y gestora cultural Clara Gorria, quien defiende que el atractivo de los villanos reside en ser “el espacio donde se puede romper con lo normativo, donde representar otras formas de ser y actuar. Están fuera de ese molde del chico y la chica rubios y guapísimos que lo hacen todo bien”. 

 

Aquí, Santiago Álvarez, escritor, gestor cultural y uno de los responsables del festival Valencia Negra, acude a una cita de André Gide: ‘No se puede hacer buena literatura ni con buenas intenciones ni con buenos sentimientos’.  “En el fondo, todo está ahí. Nos atrae ver a personajes moviéndose por territorios oscuros”, resume.

 

  • Darth Vader -

 

Además, el novelista apunta también a la cuestión temporal. En concreto, a la evolución narrativa de las últimas décadas en lo que a construir malvados se refiere: “durante mucho tiempo, especialmente por la influencia de Hollywood en los años 80 y 90, hubo un ‘imperio del buenismo’ y todo tenía que acabar con un final feliz. Ahora vivimos en una sociedad más cínica, donde, de hecho, parecer cínico está bien visto. Eso ha influido también en la ficción. El antagonista ya no es solo un obstáculo para el héroe, sino el centro de la narrativa. Ya no hablamos de que ‘nos guste el malo’, sino de que es el protagonista. Pienso en series como Dexter o Juego de Tronos, donde los personajes principales son gente moralmente cuestionable y con contradicciones”. 

 

Por otra parte, Ferrer considera inevitable que nos convirtamos en “psicólogos de los personajes. Intentamos entenderlos, diseccionarlos. Cuando conseguimos ver su vulnerabilidad y empatizar con ellos... ahí está lo impactante. De repente ya no estás solo del lado del protagonista, sino dividido. Eso es pura magia narrativa”.

 

  • Breaking Bad -

Instrucciones para construir a un buen villano

Un lunes cualquiera pegas una patada a una farola y te caen doce antagonistas insulsos con alguna barrabasada pendiente. Crear a un malvado cualquiera sobre el papel es fácil, pero, ¿cómo se construye un enemigo realmente carismático? Uno de esos malos que acaban apoderándose del argumento. Pérez Alarcón toma dos direcciones, por un lado, apuesta por el diseño de personajes “complejos, con capas. Los que te hacen pensar: ‘es una mala persona, pero en algunas cosas tiene razón’. Ese conflicto interno me parece muy interesante.  De hecho, se ha puesto de moda eso de que ‘el villano es el héroe de su propia historia’. Es decir, él cree que está haciendo lo correcto, aunque para el resto del mundo no lo sea. Y muchas veces su comportamiento tiene una justificación interna: una infancia difícil, una injusticia...”. Pero el traductor confiesa deleitarse también con las canalladas de quienes “son malos porque sí. Sin trauma, sin redención. Malos porque les da la gana. Por puro gusto. Esos también tienen su encanto. No todo el que hace cosas terribles lo hace por un pasado doloroso. Y está bien representarlo en la ficción”. 

 

“Se suele decir que los héroes deben tener algo oscuro para ser interesantes y los villanos algo bueno para que empaticemos con ellos. Eso genera complejidad, lo que hace que nos quedemos enganchados a una historia”, apunta Álvarez. En la misma línea, para Gorria lo esencial es que ese antagonista tenga algo “entre lo misterioso y lo seductor. Aunque te caiga mal, hay algo que te engancha”. Consultada al respecto, Ferrer hilvana tres rasgos que comparten los grandes villanos imaginarios: la falta de empatía, “hipnótica para quien sí la tiene”; el narcisismo, “tan potente narrativamente” y una inteligencia “fría y planificadora. No puedes simplemente ser malo. Has de contar con ingenio, habilidades y estrategia”. 

 

  • Un cada?ver a los postres -

Cómo me convertí en malvado

Desde hace un tiempo, es fácil toparse en redes sociales con usuarios que explican su villain origin story’, es decir, aquel incidente que les convirtió en auténticos seres malignos en busca de venganza. Normalmente, la afrenta se reduce a aquella vez que prestaron su libro favorito y nunca regresó, la tarde en la que alguien se les coló en el supermercado o el intento de atravesar uno de los calvarios burocráticos a los que nos condena la vida moderna. Eventos, en general, poco conmovedores (ya hemos dicho que no es fácil ser un villano fetén). Sin embargo, basta un vistazo a la cartelera o al catálogo de las plataformas de streaming para comprobar que proliferan las historias sobre los orígenes de malvados icónicos. Vamos, que no solo nos interesan ellos, sino también cómo llegaron a ser así de maquiavélicos.

 

A este respecto, Pérez Alarcón es tajante “a menudo se trata simplemente de una forma fácil de hacer caja mediante películas protagonizadas por personajes ya conocidos. A nivel comercial, muchas veces gusta más saber por qué el villano es como es, que seguir ahondando en el héroe (a quien ya conocemos, pues está en el centro de la historia). En cambio, el villano entra, deja huella y desaparece. Pero yo no necesito que me expliquen absolutamente todo”. Hay excepciones. Por ejemplo, Darth Vader: “su presencia, diseño e historia sob tan potentes que quieres saber más. Pero, ¿me atrae el pasado de un mercenario que sale en tres escenas? Pues no”, defiende.

 

Una postura que rima con la de Gorria: “es un efecto de la decadencia del cine estadounidense. Los buenos ya tenían sus películas. De repente, necesitaban seguir sacando historias de donde no había. Ampliar esos universos sirve para seguir generando material dentro de las megaproducciones de Hollywood, que cada vez tienen menos sentido”.

 

  • Drácula -

 

Por su parte, Álvarez defiende que esa curiosidad no es exclusiva de las figuras perversas, sino que nos interesa el origen de cualquier personaje que haya vivido una transformación: “queremos saber cómo alguien común pasa a ser extraordinario, ya sea el Batman o el Joker. En realidad, Breaking Bad va de eso: no nos atrapa tanto por qué Walter White era profesor de química, sino lo que pasa después, el cambio que le convierte en lo que es”.

 

Llegamos a una pregunta que casi se ha vuelto inevitable al hablar de malhechores inventados: ¿acercarnos con fervor a sus trayectorias criminales puede contribuir a frivolizar el mal auténtico, ese que desgarra vidas a nuestro alrededor? Al aparato Elisa Ferrer: “actualmente existe un problema para entender la ficción como lo que es: ficción. Se pueden y se deben hacer películas y libros sobre seres moralmente reprobables. Como autora, tienes que darles profundidad, no pueden ser planos. Y para ello, quizás necesitas humanizarlos… lo que puede llevar a romantizarlos. ¿Puede ser peligroso? Quizás un poco, pero es fascinante que la literatura y el cine entren en terrenos difíciles. Eso no significa justificar ni relativizar atrocidades reales”.

Inventario de villanos favoritos

Llegados a estas alturas, toca hacer un inventario de villanos predilectos. De esos malos malísimos que nos horrorizan y maravillan a partes iguales.

 

Cuando solicitamos a Pérez Alarcón que incorpore algún nombre a nuestro registro, elige al personaje de Truman Capote en Un cadáver a los postres: “Un millonario excéntrico que invita a varios detectives famosos a su mansión para que resuelvan un asesinato... ¡el suyo propio! No quiere usar su fortuna para ayudar al mundo, quiere fastidiar a los detectives. Adoro esa maldad juguetona y excéntrica”.

 

Elisa Ferrer vota por Annie Wilkes, la antagonista de Misery (tanto en la novela de Stephen King como en la película de Rob Reiner). “Esa obsesión desmedida que tiene con las novelas del escritor es brutal. Llega a hacer cosas tremendas, sin piedad, sin empatía. Al principio parece algo tonta, pero luego descubres que es muy inteligente. Y la interpretación de Kathy Bates… inolvidable”.

 

En cuanto a los canallas que copan el podio de Álvarez, hay un claro vencedor: “el Drácula de Coppola, interpretado por Gary Oldman me acompañó durante mucho tiempo. Los supuestos protagonistas del film son Keanu Reeves o Anthony Hopkins, pero el peso recae en Oldman. Aunque sabía que no podía triunfar, quería que lo hiciera. El villano suele tener ese componente trágico: sabes que no debería ganar, pero te atrapa. Quizás esa lucha imposible, esa tensión entre deseo e imposibilidad, es lo que los hace tan atractivos”.

 

Acabamos con una confesión de Clara Gorria: “me maravilla Tony Soprano. Es tóxico y problemático, pero me parece un personaje increíble. También me encanta la antagonista en High School Musical, Sharpay Evans, que, en realidad, es la buena. La mala es la otra, Gabriella Montez, la mosquita muerta que va de ‘ay, no me entero de nada’ y quiere quitarle el sitio a alguien que lleva años currándoselo. Bien mirado, quizás no sean mis malvados preferidos, sino mis héroes”. 

 

Ahora, trasladamos el ejercicio a las buenas gentes lectoras de Culturplaza para que tracen su propia taxonomía de los malvados ficticios que les tienen robado el corazón… y se pregunten por qué. 

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