A lo largo del tiempo, el símbolo por excelencia de las fiestas de la Magdalena ha evolucionado sin perder su esencia. Antes y después de 1945, el esclat de llum sense foc ni fum que definiera Antonio Pascual Felip ha sido mucho más que un monumento destinado a lucir -en todos los sentidos- durante la celebración magdalenera, al final de la procesión de penitentes, el día en que la noche se convierte en claro día, como dejó escrito el padre Vela.

En 2017, el IV Congreso Magdalenero -convocado por el Ayuntamiento- dejó algunas conclusiones claras, que piden ser escuchadas desde el cajón donde quedaron arrinconadas. Entre ellas, la de que “Castelló ha de ser identificada como la ciudad de las gaiatas, un aspecto que se debe tener en cuenta en todas aquellas acciones comunicativas de promoción de las fiestas de la Magdalena y en algunas de las de la ciudad”. La importancia de la gaiata ha sido reafirmada en numerosas ocasiones porque su fuerza simbólica es parte de la identidad del pueblo de Castellón.

Sin embargo, nadie es ajeno a las inocultables y eternas discusiones en torno a la plasmación del símbolo, a su corporeidad como monumento, con un fuerte estilo herencia del barroco resistiéndose a las modas y resurgiendo cada primavera como predominante, frente a las propuestas minoritarias que aspiran a ser más vanguardistas. En el recuerdo de los más mayores queda la participación de artistas punteros del momento, como Juan Bautista Adsuara o Tomás Colón, o la participación del mago de la luz, Carlos Buigas, como creador de la Gaiata de la Ciudad y de la Puerta del Sol en 1966. La innovación, a partir de aquellos años, ha quedado relegada a la excepcionalidad, como en los casos del Taller Miralda y su Gaiata Pelegrina, bajo el impulso del Espai d'Art Contemporani de Castelló (EACC). 

Ante la reiteración de fórmulas estilísticas y formales, y ante la ausencia de producción de gaiatas monumentales fuera de los 19 sectores que quedaron conformados en su estructura actual a mediados de los años 80, brillan por su ausencia iniciativas que apuesten por la innovación desde fuera del món de la festa. Así, son noticia iniciativas como la impulsada en este curso 2024-2025 desde la Escola d’Art y Superior de Disseny (EASD) de Castellón. Dos profesoras del centro -Inma Rubio y Marina García-Broch- han incluido en el programa docente del Grado de Diseño de Interiores, como trabajo para su alumnado, la elaboración de maquetas de gaiata. Para ello, han dado al alumnado la información básica sobre el simbolismo de la gaiata y han querido favorecer la máxima libertad en cuanto a diseño y materiales para su elaboración.

Trabajo de Iovescu, Conde e Hijazi - José Antonio Arias (Keco)

Cabe subrayar que el diseño de interiores pasa por desarrollar la capacidad de “crear, cualificar e intervenir en espacios que posibiliten la vida, el trabajo, el descanso y las relaciones humanas, atendiendo a aspectos estéticos y funcionales”, según la web de la EASD. A partir de esta premisa, alumnas y alumnos del tercer curso de la titulación han experimentado en búsqueda de sus propias interpretaciones del monumento gaiatero. Así, han participado en una particular aventura magdalenera en su formación Iuliia Baraniuk, Paula Conde García, Martina Fernández Villanueva, Anais Herrero Polaino, Raquel Meseguer Regalado, María Sotos Reina, Manuela Terrasa Esbri, Viktoryia Aliaksandrava, Zaynab El Azzouzi, Sandra Gorriz Delgado, Mohammed Hijazi, David Iovescu, María Mirabela Milea, María Mitu, Dobrochna Packo, Weronika Nikola Józwiak y Clara Zannoni, las tres últimas participantes en el programa Erasmus. 

Los trabajos presentados tienen nombres como La nostra història, la teua llum, el teu Castelló; Luz de castellonera, Gaiata proyecto, Gaiata nº 20, Gaiata 20 o Aurora cristalina. Entre los materiales y técnicas empleados para la elaboración de las maquetas se ha utilizado madera tipo DM cortada en el FAB-LAB o laboratorio de fabricación digital de la EASD Castelló con una máquina de corte láser, con las plantillas diseñadas por el alumnado en formato CAD. Los resultados obtenidos no excluyen el estilo más tradicional, pero las y los estudiantes se han atrevido a explorar otros caminos a partir del respeto a la esencia del símbolo, con la exaltación de la luz como única guía y unas formas variables, que encuentran su inspiración en diferentes aproximaciones artísticas, del cuerpo de una castellonera a estructuras que recuerdan elementos constructivos. 

Todo un reto en el aula

Como explican Rubio y García-Broch, “Gaiata 20 como proyecto de aula fue un reto que generó un debate entre el alumnado, planteándose opiniones distintas alrededor de la estética, la tradición y el diseño” de los monumentos. Se buscó inicialmente una respuesta libre de influencias, “pero no fue posible desligar completamente la creación de las fuertes raíces emocionales y culturales que algunas alumnas mantenían con las gaiatas, especialmente aquellas que habían participado en su elaboración junto a sus abuelos”.  

El proyecto, subrayan las profesoras, “también ha permitido reivindicar el valor de las gaiatas entre el alumnado no sólo como símbolos tradicionales, sino como piezas de diseño de gran valor estético y funcional, auténticas obras de arte lumínicas que interactúan con su entorno”. 

De cara al futuro, las docentes creen que el desafío “radicaría en plantear un ejercicio que libere por completo al alumnado de los referentes tradicionales de las gaiatas, trabajando únicamente con la luz como protagonista, utilizándose como medio para narrar la historia de la fundación de Castellón y sus símbolos sin recurrir a las formas convencionales. Este enfoque permitiría abstraer la esencia de la gaiata, explorando nuevas posibilidades de diseño y representación que vayan más allá del arraigo cultural que en el debate de aula aparecían como elementos difícilmente separables de su concepción original”.