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CASTELLÓ. Con el encendido de la última traca, Castellón asumió anoche el final de las fiestas de la Magdalena de 2025 y empezó a contar los días que faltan para el 7 de marzo de 2026 en un brillante acto con el sello inconfundible de Xarxa Teatre. Con los masclets retumbando por las calles del recorrido, el público congregado en la plaza Mayor asistió al inicio del último espectáculo, plasmado en una proyección de las representantes de las 19 gaiatas mayores e infantiles. Al completarse la vuelta de la traca, la luz se posó sobre el balcón noble del Ayuntamiento para que Paula Torres Claramonte y Carla Ibáñez Fabra unieran sus voces y gritaran al cielo la palabra de nueve letras que cierra nueve días: Magdalena. Abajo, los castellonenses respondían como lo habían hecho toda la semana, de forma entusiasta y participativa. El Vítol rasgó las gargantas y sin solución de continuidad, de la cubierta de la Concatedral de Santa María empezó a brotar la pirotecnia. Con el fondo musical de Crits de festa, de Samuel Parejo -autor también de otras piezas de la noche- y los detalles del cartel de las fiestas, obra de Joan Rojeski¸ de las pantallas de la plaza empezaron a surgir letras, como al azar, dibujando el cartel de Magdalena Vítol sobre la fachada del templo.
Un disparo de papelitos de plata con remate de fuegos daba paso a la segunda escena de la noche, una evocación de la Romeria de les Canyes. Una espiral de cañas y cintas verdes recorría la fachada y se convertía en cuatro caminos que se desdibujaban como agua al caer, mientras la voz de Josep Miquel Francés acariciaba la plaza. De repente, el foco sobre dos figuras humanas haciendo rappel sobre la Concatedral sorprendía al público de la plaza y recordaba una escena de años atrás, en que dos romeros verticales hicieron lo propio sobre las piedras del Campanar. Mientras tanto, se proyectaban imágenes de la Romeria y de sus hitos, del Primer Molí al ermitorio de la Santa de Magdala, pasando por Sant Roc. Como culminación de esta parte del espectáculo, cuatro cintas magdaleneras se descolgaban de arriba abajo, ornamentando la fachada.
Otro de los actos emblemáticos de las fiestas tomaba entonces el relevo en el protagonismo del acto. Al son de Lledonera, de Jaume Gosálbez y Samuel Parejo, la Ofrenda a la Mare de Déu de Lledó tomaba cuerpo a través del Grup de Danses Castelló, sobre un escenario con distintos niveles y una ambientación floral. Una imagen de la Patrona en el centro de la fachada de Santa María coronaba la escena, que poco a poco se llenaría de flores en una proyección en las pantallas, simbolizando el propio desarrollo del acto de la víspera a las puertas de la Basílica.
Sin solución de continuidad, en esta especie de recapitulación de las fiestas, el espíritu del Pregó hizo su aparición de la mano del baile tradicional, con la dolçaina sonando al son de los versos de las de las Marineries de Urbàlia Rurana: Ai, perla castellonera! Tens els meus ulls admirats. Cada volta que te mire estic més enamorat. La imagen de una marina castellonense sobre las piedras completaba la proyección del baile en las pantallas y contrastaba con el blanco de enaguas y camisas, acompañando el camino hasta un nuevo y breve remate piromusical.
Y precisamente el arte de la pirotecnia vendría a continuación a dar un nuevo tono al espectáculo, con el impacto visual de seis dimonis de la emblemática Nit Màgica de Xarxa Teatre repartidos con sus horcas encendidas por la terraza de la Concatedral. Las pantallas se fueron por un momento a negro mientras las chispas relampagueaban contra el muro y la noche formando espirales blancas. Distintos momentos trasplantados de la noche del martes pasado, instantes efímeros de música y pólvora, asomaron a las pantallas para dar paso a la última fase de la velada.
Ahí hicieron aparición, cómo no, los símbolos de la fiesta: esos esclats de llum sense foc ni fum que inmortalizara Antonio Pascual Felip. Una espectacular adaptación del Bolero de Castelló a cargo de Rubén y Ausiàs Parejo, a la guitarra española, abría una escena llena de poesía en homenaje a la gaiata como representación de cultura, de hermandad y de tradición. Una interpretación musical, la de padre e hijo, que quedará para el recuerdo, de las que hacen época por su sensibilidad. Pura vida, abrochada a continuación por un desfile de imágenes de rincones más que emblemáticos en la ciudad, de la Farola a la capilla gremial de la Sangre, creando la ciudad. Completada la recreación, las ventanas de los edificios se iluminaron para reflejar la vida ciudadana, siempre al son del bolero. Luz, siempre luz. Luz que crecía para estamparse contra la fachada de Santa María para mostrar un cielo estrellado que se transformaría finalmente en un gran conjunto de puntos de luz propios de la gaiata, hasta sugerirla en su integridad. Y fue así, con la recreación del símbolo por antonomasia de la ciudad, como empezó a sonar la última pieza musical del Vítol: Magdalena Festa Plena, la más popular de las canciones de Els Llauradors, grupo que el próximo mes de mayo cerrará su propia historia con su último concierto. Anoche, al son de su música, Castellón despidió las fiestas fundacionales de 2025 y como cada año, sobre la visión del último masclet estallando en el aire empezó a construirse el sueño de la próxima edición, del próximo renacer.