Ignacio Camacho atinó en ABC cuando dijo en una columna de hace unos meses tras la primera comparecencia de Carlos Mazón en las Cortes Valencianas, que estábamos ante una investidura de sí mismo, del relevo ambivalente de su persona tras la ineptitud de su alter ego. Lo ha vuelto a hacer, tras la aprobación de los presupuestos con Vox, ha vuelto a darse autobombo, a dar un espaldarazo a su propia gestión, a romper una lanza a su favor ante el espejo. Reflejado en una mejor versión de sí misma fabricada por su autoestima se ha erigido como el referente que necesita Valencia para reconstruirse, en el político en el que se debe fundamentar todo avance hacia la normalidad. Sin casi hacer referencia a su partido, el que lo abandonó a su suerte, tiró de autosuficiencia encontrando en Vox a su mejor aliado. Lo entiendo. Cuando Alberto Nuñez Feijóo renegaba de Santiago Abascal, Mazón fue el primero que les abrazó y les buscó acomodo en su gobierno con nocturnidad y alevosía. Se explica la blanda oposición de la formación conservadora porque en el fondo se llevaban mejor con el presidente de la Generalitat que con el líder del PP; Abascal no se ha escondido al alabar al jefe del Consell.
Carlos Mazón debía ser más sincero en privado que su jefe nacional, quizá así se explica su buen rollo con personas como Vicente Barrera. Feijóo es un amasijo de complejos e inseguridades de la propia naturaleza de la derecha, no sólo del conservadurismo sino de la racionalidad tal y como están las circunstancias en Europa. Justo en el día en el que José María Aznar le guiña el ojo a Felipe González (no sé por qué le pidió de forma tan vehemente que se fuera allá por 1996 si en realidad pensaban igual), llega el líder Popular en la Comunitat Valenciana y apóstata de la corrección política y de los consensos que ha protegido con sumo cuidado su formación. Que desde Génova apoyan el pacto verde, pues llega Mazón desde el Palau y dice que esa pantomima está perjudicando a sectores de nuestro país como la agricultura o la pesca. Un compañero suyo en Cataluña, Alejandro Fernández, acaba de publicar un libro que ha titulado 'A calzón quitao', empiezo a sospechar que el verdadero autor intelectual es nuestro president. El ver tanto a Donald Trump en televisión le ha debido de poseer con su espíritu irreverente e indiferente al qué dirán, camina como un llanero solitario cual forastero en su propia casa, sabe que al igual que el presidente de los Estados Unidos, no le quieren en su partido, han renegado de él, por eso ignora cada gesto de los suyos. Trump insultó a referentes republicanos, no sería de extrañar que Mazón hiciera lo propio con tótems del PP; el tiempo dirá si no termina llamando progre a Aznar o paniaguada a Cuca Gamarra.
En Génova siempre tuvieron la sospecha de que Carlos Mazón iba a lo suyo, de que pensaba en su propio beneficio político, como diría Mariano Rajoy, a lo mejor por eso tampoco se han molestado en disimular el repudio al que le han sometido. No deja de ser una especie de venganza enfriada a lo que el president hizo cuando pactó con Vox sin haber recibido la aprobación de Madrid. Mazón siempre ha sido un aventurero, un lobo solitario en la tierra de lobos que es la política, nunca ha sentido los colores del partido, por eso no puso ascos a dejarse querer por Ciudadanos cuando los naranjas le sedujeron en la planta noble de un Corte Inglés. Ahora, tras el vapuleo al que el PP le ha sometido, ha reconstituido su espíritu libre. Lo que dijo tras el pacto con Vox es lo que piensa en realidad, muchos en la formación Popular están más cerca de Abascal que de Feijóo, lo que pasa que casi nadie tiene las narices de decirlo. Más que estar al lado de unos y alejados de otros, creo que el problema está en que la mayoría prefiere vivir en una mentira. Es un hecho que determinadas políticas bruselenses están anestesiando ciertos sectores de nuestro país hasta matarlos, es una realidad que la inmigración descontrolada es uno de los problemas de Occidente, lo que ocurre es que no se ha buscado hacer política sino simplemente perpetuarse en el poder a base de perpetuar tupidos velos en los ojos de los que gobiernan.
Lo que me preocupa, es que hayan tenido que ser reos de tentativa de homicidio político los de su propio partido para que Carlos Mazón diga lo que piensa en realidad. Algo falla en las formaciones cuando no se deja hacer política a sus gobernantes anulados por ciertos decoros orgánicos, acuerdos de pasillo, disimulos de salón. El president de la Generalitat afronta lo que queda de legislatura sin partido propio, con el único anhelo de aguantar hasta que termine la legislatura.
