En una época en la que triunfa el individualismo, en la que se nos invita constantemente a priorizar el yo por encima del nosotros, a mirar solo por nuestros propios intereses, me parece esencial reivindicar el valor insustituible de la familia.
La familia lo es todo. Es nuestro refugio, ese lugar seguro donde aprendemos a amar, a cuidarnos, a confiar. La familia no es una construcción política ni una herramienta de ingeniería social; es el núcleo donde se forjan los valores, se brinda seguridad y se construye la libertad individual y colectiva. Es, sencillamente, el pilar que sostiene la vida en común. Por eso, protegerla no es hacer política, es defender el futuro.
Desde el Partido Popular lo tenemos claro: somos el partido de las familias. Y no hablamos de un solo modelo. Hablamos de todas aquellas realidades que comparten vínculos, cuidado mutuo y compromiso.
No creemos en el intervencionismo, no queremos decirle a nadie cómo vivir. Al contrario, defendemos que las familias puedan desarrollarse con libertad, sin ser instrumentalizadas ni tratadas como herramientas ideológicas. Eso sí, nunca la familia tradicional debe de entenderse como regresión, tal y como la extrema izquierda promulga.
Preocupa, con motivos, la crisis demográfica que atraviesa España porque sus consecuencias pueden ser dramáticas para las próximas generaciones. Darle solución debería ser una de nuestras prioridades como país, pero parece que al Gobierno de España la única familia que le preocupa es la de Pedro Sánchez y sus casos judiciales.
En la actualidad, la pirámide de población de España presenta una estructura regresiva, caracterizada por una base estrecha y un ensanchamiento en las edades adultas y avanzadas, con un notable envejecimiento poblacional. Para garantizar un futuro próspero, es necesario que la pirámide poblacional adopte una forma más equilibrada, con una base más amplia que indique una mayor proporción de jóvenes.

Abordar este desafío demográfico requiere de medidas como las que defiende el Partido Popular. Porque este reto va mucho más allá de lo económico: es también un desafío cultural, de identidad y de modelo de sociedad. Se trata de recuperar el valor de formar parte de un proyecto común, de reivindicar que tener hijos, cuidar de nuestros mayores y construir una familia no es una carga, sino una elección legítima que merece apoyo y reconocimiento.
La apología del individualismo ha llevado a percibir la familia como una institución opresiva que limita el empoderamiento, especialmente de la mujer. Incluso algunos medios de comunicación han difundido mensajes alarmistas que sugieren que tener hijos contribuye negativamente al cambio climático.
Frente a esta corriente, creemos que es hora de recuperar el orgullo de formar parte de algo más grande que uno mismo. La familia es un pilar esencial de nuestra sociedad. La familia no nos encadena, nos hace libres. Nos da raíces, afectos y seguridad. Formar una familia es un proyecto de vida que debe ser apoyado y fomentado, no desalentado.
Debemos liderar esta batalla cultural: que la familia vuelva a estar de moda. No desde la nostalgia, sino desde el compromiso con el presente y el futuro. No queremos que los españoles deban elegir entre formar una familia o su vida profesional. Por eso, nuestras políticas impulsan la conciliación, la corresponsabilidad, la protección a la maternidad y la paternidad, ayudas directas, la educación gratuita de 0 a 3 años y el apoyo fiscal a las familias numerosas.

Estas iniciativas reflejan un compromiso real con la corresponsabilidad y la conciliación, elementos esenciales para revitalizar el tejido familiar en nuestra sociedad. Desde las administraciones públicas, se deben crear las condiciones educativas, sanitarias, sociales y económicas para que las familias puedan crecer.
La colaboración público-privada es fundamental en esta apuesta por la familia: trabajando con las empresas, así como reconociendo a aquellas que promueven la conciliación y cuidan de sus trabajadores. Debemos premiar a los que contribuyan a este objetivo de país, porque solo podemos conseguirlo si estamos unidos.
En definitiva, las familias deben estar en el centro de nuestras políticas. Y es hora de decirlo alto y claro: formar una familia no es un acto de renuncia. Es una decisión valiente y generosa en un mundo que a menudo empuja hacia lo contrario. Es elegir construir, compartir y apostar por el futuro.
Y si queremos que más personas puedan tomar esa decisión con libertad, toca ponérselo más fácil desde lo público y lo privado. Nosotros ya estamos en ello. Somos la mejor ciudad del mundo para vivir, para disfrutar y para invertir. También la mejor ciudad para formar una familia.