Opinión

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El tiempo de la vida

Publicado: 07/07/2025 ·06:00
Actualizado: 07/07/2025 · 06:00
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CASTELLÓ. Mi perro Pancho empeora, es incapaz de moverse con soltura entre los arbustos del Parque Ribalta que tanto le gustan. Paseamos lentamente por las sendas de arena, evitando el calor del pavimento que, por cierto, está para ser reparado en bastantes tramos. Mi perro cojea sin remedio. Me mira como si quisiera disculparse al tiempo que muestra esos ojos vidriosos y húmedos de una vejez inevitable. Seguimos transitando nuestro parque favorito, un gran espacio verde que urge cuidados, prevención, protección y mucha limpieza. Hay dejadez y suciedad en muchos recodos de los caminos del parque. 

Ayer, como el resto de los días, el calor derrota, no hay tregua para respirar aliviados, el aire es caliente, pastoso. Llevamos días y noches de bochorno, también sin tregua, y se avecina un verano de temperaturas elevadas. El agua de las playas supera los treinta grados, según informan las entidades expertas. Es caldo, como decimos coloquialmente. Es caldo que alimenta las nubes que crecen amenazando fuertes tormentas en las comarcas del interior. Mientras unas escribimos sobre el calor, otras y otros están soportando estás excesivas temperaturas a diario en sus lugares de trabajo.

Desde el pasado mes de junio, se han producido decenas de muertes por golpes de calor trabajando, practicando deportes, o por sufrir patologías previas. En Castelló y Alacant dos personas han fallecido, la última semana, por golpe de calor, una por motivos laborales y patologías propias, y otra practicando senderismo, respectivamente. Habrá que empezar a tomarse en serio, frente al negacionismo, los graves riesgos que provoca el cambio climático que ya sufrimos. Habrá que adoptar medidas urgentes de prevención y mayores controles e inspecciones laborales para seguir el cumplimiento riguroso de las normativas. Nos va la vida en ello. Asimismo, quienes practican deportes deberán creerse las previsiones, advertencias y alertas de los servicios sanitarios y meteorológicos que se emiten cada día de riesgo. Las muertes por golpes de calor superaron las 2.000 el pasado año, según estimaciones del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo). Son, desde luego, cifras alarmantes para tener en cuenta y ser responsables. 

Foto: Mirko Saviane

En medio de la interminable ola de calor, estoy a punto de solicitar la pensión de jubilación. Tras una serie de cambios que han rebajado los tiempos de años de cotización, he podido confirmar que ya soy una jubilada, una persona pensionista más. Por una parte, muestras tranquilidad y alegría tras llevar un largo periodo desempleada. Pero, asimismo, me ha invadido la tristeza, la sensación de ‘no servir’ ya para la vida laboral activa, todos los significados del cierre de un extenso ciclo de dedicación de lleno al periodismo y a diferentes formas de la comunicación. Las mujeres, desde luego, no iremos a mirar obras por la ciudad, pero tampoco nos lanzaremos a los cursos de corte y confección, macramé, maquillaje, cocina o a bailar pasodobles en el local de la jubilada y el jubilado. 

Quienes nos jubilamos ahora somos otra generación, venimos del boom de los nacimientos de los años finales de los cincuenta y de los años sesenta del pasado siglo. Somos un elevado número de personas para el sistema de las Pensiones. Y somos muy diferentes al pensionista tradicional. Tenemos otros intereses e inquietudes, a diferencia de anteriores generaciones, como la de nuestros padres, poseemos más formación y acumulamos una sabiduría que nadie parece apreciar y querer. Somos mayores inquietas, activas, emprendedoras, con la curiosidad intacta ante la vida y sus experiencias. Pero en este país te jubilan y punto. 

Foto: Martha Rosler

Mi vecina Carmen, está jubilada hace más de diez años. Es feliz y se queja de mis opiniones. Ella no para y se apunta, sobre todo, a las actividades deportivas gratuitas. Me anima para que vea el lado positivo, el bienestar social, la estabilidad económica, aunque tengamos pensiones que no son para tirar cohetes. Y, además, como dice Carmen, ahora podrás apuntarte al Inserso y viajaremos juntas. Qué lejano veía eso del Inserso y de los viajes de jubilada. Tremendo. 

Carmen cocinó ayer gazpacho, que mezclamos con taquitos de sandía, y de segundo ensalada campera, con sus patatas hervidas, pimiento verde y rojo, tomate, atún, cebolla y huevo duro. De postre, llevé un melón para disfrutarlo espolvoreado de canela. Comimos como reinas y jubiladas. Qué vértigo estar jubilada, le digo a Carmen. 

Seguimos brindando con nuestras copitas de espirituosos, dos deditos de absenta de Segarra, de Xert, que es digestiva. Y volvimos a pensar en la mierda de mundo que habitamos. Los asesinatos crecen el Genocidio de Gaza. Más niños muertos cada día, más mujeres y hombres muertos, más hambre y miseria que está matando. 

Buena semana. Buena suerte. 

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