Calles vacías, persianas bajadas, escaparates cubiertos de polvo y locales que nunca volverán a abrir. Esto es lo que queda en demasiados pueblos y ciudades tras el desastre de la Dana: una imagen desoladora que retrata mejor que nada el abandono al que el Gobierno de Pedro Sánchez ha condenado a los autónomos de este país. No hablamos de números ni de estadísticas frías, creadas por chiringuitos de propaganda electoral del propio Gobierno sanchista, hablamos de familias que lo han perdido todo, de comerciantes que cada mañana se levantaban para sacar adelante su negocio y que ahora se encuentran solos, sin un plan de rescate y sin una ayuda real por parte del Ejecutivo.
El drama es mayúsculo: uno de cada cuatro negocios afectados por la Dana no reabrirá jamás. No porque no quieran, sino porque no pueden. Porque mientras la Generalitat Valenciana ha ayudado a más de 17.000 autónomos y destinado 108 millones de euros a ayudas directas, el Gobierno de España no ha destinado ni un solo euro. Ni un céntimo. Frente a esta inacción, ayuntamientos como el de Valencia han tenido que asumir competencias que no les corresponden para evitar que la dejadez de Sánchez afecte tanto a los valencianos como al turismo. Un ejemplo claro ha sido la limpieza de las playas tras la Dana: un auténtico desastre, con toneladas de cañas y suciedad acumuladas que ponían en riesgo la temporada turística y la imagen de la ciudad. El anterior ejecutivo valenciano de izquierdas hablaba de “biodiversidad” para justificar la falta de limpieza, pero la realidad es que han preferido las cañas antes que a las personas. Gracias a la rápida actuación del Ayuntamiento de Valencia, las playas han sido limpiadas sin esperar a un Gobierno que, como siempre, llega tarde o simplemente no llega.
Y lo poco que han anunciado, llega a cuentagotas. Obligan a mendigar lo que es nuestro, como si nos estuvieran haciendo un favor con el dinero que todos los españoles aportamos con nuestros impuestos. Pero mientras el Ejecutivo sigue mirando hacia otro lado, empresarios como Juan Roig han puesto más dinero que el propio Gobierno de España para ayudar a los afectados. Es una vergüenza absoluta.
Los efectos de esta inacción del Gobierno ya se sienten en muchas localidades: negocios cerrados, calles desiertas y una sensación de “pueblo fantasma” en las zonas más afectadas. Lo que antes eran calles llenas de vida, de tiendas abiertas y de bares con clientes, hoy son lugares vacíos con carteles de “Se vende” o “Se traspasa” colgados en escaparates cubiertos de polvo y barro seco.
Cada uno de esos locales que no volverá a abrir representa a una familia que ha perdido su sustento. Son panaderos, ferreteros, hosteleros, peluqueros, fruteros… Autónomos que han dedicado su vida a su negocio y que ahora se ven completamente desamparados. Muchos no pueden esperar más y han tirado la toalla porque el Gobierno de Sánchez no ha estado a la altura. No hay ayudas, no hay un plan de reactivación, no hay un calendario concreto para que estos trabajadores puedan acceder a una compensación justa. Solo hay excusas, burocracia infinita y una absoluta falta de voluntad política.
El problema no es solo que las ayudas sean insuficientes, sino que ni siquiera han llegado. Mientras tanto, los afectados siguen pagando facturas, alquileres y préstamos de negocios que ya no existen. Las aseguradoras tardarán aún meses en pagar y el Gobierno de España ni está, ni se le espera. La realidad es que los autónomos están completamente solos ante la catástrofe.

Los pocos fondos prometidos llegan tarde y mal. Mientras tanto, la Generalitat Valenciana ha demostrado que, con voluntad política, sí es posible ayudar. 108 millones de euros han ido directamente a los bolsillos de los autónomos que lo han perdido todo. Mientras, en Moncloa siguen con su discurso vacío y su inacción absoluta.
Lo más indignante es la sensación de abandono. No hay un solo plan del Gobierno para reabrir estos negocios. No se han destinado fondos específicos, no se ha diseñado un plan de apoyo al comercio local, no se ha trazado una estrategia para reactivar la economía en las zonas afectadas. Nada.
Los autónomos se ven obligados a depender de la solidaridad privada porque el Gobierno de Sánchez los ha dejado a su suerte. Lo peor es que este abandono no es una excepción, sino una constante. Siempre que hay una crisis, los autónomos son los últimos en recibir ayuda y los primeros en pagar los platos rotos. Lo vimos en la pandemia, lo vimos con la subida de cuotas a la Seguridad Social y lo vemos ahora con la Dana.
Basta ya de mendigar lo que es nuestro. El dinero de las ayudas no es del Gobierno de Sánchez. Es de todos los españoles. No es un favor que nos hacen, es una obligación que tienen. No se puede dejar tirado a un sector que representa el 17% del PIB y que sostiene la economía de miles de municipios. No se puede permitir que, mientras hay dinero para propaganda, para ministerios inútiles y para mantener el mastodonte de gasto público de este Gobierno, no haya ni un solo euro para los autónomos que han perdido todo por la Dana.
Basta ya de excusas. Los autónomos no quieren palmaditas en la espalda ni discursos vacíos, quieren soluciones reales. Y las quieren ahora. No dentro de seis meses, cuando muchos ya se hayan visto obligados a cerrar para siempre.
El tiempo se agota, pero parece que a Pedro Sánchez le da igual. Mientras tanto, en demasiados pueblos y ciudades, la vida se apaga y las persianas siguen bajadas. Y el que debería estar ahí para ayudar, sigue desaparecido.
Alma Alfonso es portavoz de Economía Social del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados