Está claro que las cosas son como son, y no como nos gustaría que fueran. Pero hay días que no está de más pararse, dar rienda al pensamiento libre y analizar en qué estado se encuentran las claves de bóveda de nuestro sistema, de nuestra manera de ver las cosas y de cómo las hacemos funcionar. Y en esa cúspide, para los que hemos estado educados en el Derecho, la Constitución, de la que este domingo celebramos aniversario, es pieza fundamental.
Una Constitución es un acuerdo de reglas de convivencia, un pacto político y social de primera magnitud. La llamamos Constitución porque integra, establece, organiza y constituye las normas que rigen a la sociedad de un país. Y también da voz a las libertades y derechos, esos que tanto nos ha costado conseguir, y que han supuesto un gran avance para los 42 años de convivencia democrática que la iluminan.
La generación del 78 nos dejó una gran lección de consenso dentro del pluralismo político del momento: la voluntad colectiva de aunar fuerzas, partiendo de distintos apoyos desarrollados en el órgano legislativo, que luego vieron la luz con su ratificación en el referéndum del 1978. Pero la Constitución, como todo norma, es hija de su tiempo.
Cada generación tiene derecho a disfrutar de su modelo de convivencia, de los avances generados por el mero devenir social, y que este modelo quede reflejado en la Carta Magna. Por eso, aún tenemos por delante una importante tarea para conseguir un mayor avance social, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, un modelo de país sostenible y un replanteamiento del modelo territorial del estado donde todos podamos convivir. Porque nuestra voluntad como país es ser un modelo de sociedad que actúe como un espejo donde los demás países puedan proyectarse.
"debemos abrir sin temor grandes brechas de nuestra sociedad, como la brecha digital, o el debate de la posición de las mujeres para introducir la obligada perspectiva de género, que ahora brilla por su ausencia".
Como instrumento que ha sido de progreso, debemos conservar la actual constitución y, como solo se reforma lo que se quiere conservar, la reforma constitucional es necesaria para asegurar su perdurabilidad. El texto necesita una actualización y este proceso debe ser abordado con total normalidad ya que, como decía García Pelayo, primer presidente del Tribunal Constitucional, “la esencia de una constitución es ser la norma capaz de resolver los problemas de la organización política del presente y del futuro“. Por ello, debemos abrir sin temor grandes brechas de nuestra sociedad, como la brecha digital, o el debate de la posición de las mujeres para introducir la obligada perspectiva de género, que ahora brilla por su ausencia.
Otro gran debate es la reforma del modelo territorial. Por un lado, estaría la importancia de las ciudades y qué papel deben desempeñar ya que, los estudios indican que, en las próximas décadas, más del 70% de la población vivirá en las ciudades y sus áreas metropolitanas. Por otro lado, estaría la pluralidad de las distintas realidades que conforman España ya que, su diversidad reflejada en las distintas Comunidades Autónomas, han mostrado su voluntad —con más o menos empeño— en actualizar las relaciones entre ellas, y entre ellas y el Gobierno central, con la finalidad de dotar a este país de los instrumentos de un estado federal que permitan dar solución a serios conflictos que son utilizados por ciertas fuerzas políticas con intereses electoralistas.
Con todo, los 42 años de Constitución han sido los mejores años de la historia de nuestro país, años de libertad, de democracia, de impulso a la igualdad, progreso económico y social y de proyección de España en Europa y el resto del mundo. Y junto al sistema político que nos otorgamos, no hay que olvidar que el progreso de la humanidad se ha producido gracias a las políticas progresistas que lucharon por cambiarla. Por eso, cuando la sociedad avanza y progresa, no damos las gracias a los conservadores. Estos, desgraciadamente, tratan de perpetuar el estado de las cosas, algo que choca frontalmente con la sociedad moderna que queremos seguir construyendo.