CASTELLÓ. La biografía de la neuróloga Rocío López Diego (Ciudad Real, 1971) dibuja una trayectoria de ida y vuelta entre dos continentes. Licenciada en Medicina por la Universitat de València en 1995, y doctora en Microbiología e Inmunología Molecular por la University of Southern California (Los Ángeles), realizó la residencia de neurología en la Universidad de Michigan y un Fellowship post doctoral de la National Multiple Sclerosis Society, especializándose en esclerosis múltiple y enfermedades desmielinizantes en el Brigham and Women’s Hospital de la Universidad de Harvard. En hospitales asociados a esta prestigiosa Universidad ejerció como especialista y profesora durante ocho años, llegando a ser jefe del Departamento de Neurología en Harvard Vanguard Medical Associates. Acreditada como neuróloga por la Junta Americana de Psiquiatría y Neurología, es miembro tanto de la Academia Americana de Neurología, y miembro de la Sociedad Española de Neurología. Desde 2008, además, desarrolla su actividad profesional a través de su proyecto THiNKBrain, consultoría privada desde la cual atiende pacientes y provee opinión médica experta en casos neurológicos complejos. Su visión social le llevó a ser cofundadora de la fundación internacional IMFAHE, que promueve el desarrollo profesional de universitarios españoles, y como cooperante en proyectos de desarrollo neurológico y salud global en África (Liberia y Kenia). Amante de la naturaleza y de la natación, le apasionan las historias humanas.
- Naciste en un lugar de la Mancha pero eres y te sientes castellonense.
- Sí, sin duda: me emociona la pólvora y cuando estaba fuera de España, mis padres me enviaban vídeos de la mascletà [ríe]. Toda mi familia es castellana, mi padre es de Cabezarrubias del Puerto (Ciudad Real), cerca de Despeñaperros, y mi madre era de Salamanca capital. Mi tía trabajaba en Castellón y veníamos de vez en cuando en verano... pero cuando yo tenía 8 años nos vinimos porque mis padres eran profesores, y pensando en que sus hijos tendrían que ir a la Universidad, eligieron Castellón porque tiene muy buen clima y por su cercanía a Valencia. Aquí me he criado, he ido al colegio y al instituto antes de ir a la Facultad en Valencia. Luego ya me fui directamente a EEUU.
- ¿Cómo surge tu interés por la medicina?
- Bueno, de niña yo no quería ser médico, ¡quería curar el cáncer! Y al acabar la EGB, en lugar de comprarme un Vespino, mis padres pensaron en comprarme libros, porque como buena empollona me había leído todo lo de las bibliotecas. Leía como una bestia. Y entonces mi madre me llevó a Armengot y me dijo "elige el libro que quieras". Y había uno muy chulo, gordo con las pastas de cuero y se titulaba La ciencia de la vida. Aún lo tengo en casa, pesaba un montón. Me pongo a leer y los primeros capítulos iban sobre Mendel y los genes y los experimentos con el maíz. Y luego hablaba del ADN y las mitocondrias y todo esto. Y aunque no entendía nada, pues me parecía... mira, es que se me pone la carne de gallina.

- La trayectoria de la doctora comprende una larga etapa de estudios y trabajo en EEUU
- Vaya, que te impactó.
- Era fascinante, me encantaba. Y hablaba de la ingeniería genética. Estamos hablando de 1983, yo tenía 12 años. Y me digo "yo quiero ser ingeniero genético y voy a utilizar los genes para curar el cáncer". Desde entonces, y esto me lo recuerdan mis amigos, yo siempre que me presentaba era un poquito repelente: decía "Hola, soy Rocío, voy a ser ingeniero genético". Así, tal cual. En tercero de BUP, yo tengo 15 años. Y ponen un anuncio en el tablón del colegio sobre una organización que promovía el intercambio cultural con el extranjero. Yo sabía que tenía que aprender inglés y que me iba a tener que marchar de aquí para estudiar lo que yo quería, porque no existía en España. Y voy a mis padres y se lo digo. Mi madre no quería que me fuera... pero hablamos y me plantean Inglaterra. Y yo digo que ya hemos estado y que está muy cerca. Y como me gustaba Magic Johnson, propongo Estados Unidos.
- ¿Y acabas marchándote?
- Sí. Quería Los Ángeles pero acabé en Colorado. Iba un año adelantada, hice COU un año antes de lo que me tocaba. Podía haberme ido a la universidad porque me dieron permiso, pero quería utilizarlo para otras cosas: así que me fui a hacer COU allí, aunque ya había hecho la Selectividad. Solo para aprender inglés. Seguía queriendo ser ingeniera genética y entonces había que echar la matrícula. Intento quedarme allí, con 17 años, y empiezo a enviar cartas a las universidades explicando que yo quiero curar el cáncer. Y me responden "muy bonito, pero tienes un visado que te obliga a volver a España". Al regresar, mi padre había puesto la matrícula en Biología.
De partida, la medicina tradicional es fragmentada: tú tienes un problema y vas al cardiólogo, al neumólogo... y como entre ellos no se comunican, al final tú no eres una persona: eres un hígado, un pulmón, un corazón, y así sucesivamente
- En Valencia.
- Claro, porque lo más parecido a Ingeniería Genética y Biología Molecular era Biología. Y justo antes de que se acabara el plazo, sucede algo: como mis amigos de COU ya habían ido a la Facultad, le pido a una amiga mía que estaba en Medicina que le preguntase al catedrático de Biología en Medicina. Quería saber qué debía hacer para estudiar Ingeniería Genética aplicada al cáncer. Y él le responde que ni se me ocurra estudiar Biología, que me cambie a Medicina.
- Justo a tiempo.
- Suele pasar que han personas que te marcan y te abren puertas en la vida. En mi caso, es fue el Dr. Antonio Pellín. Total, que el último día, último minuto, mi padre tuvo que coger su Renault 12 corriendo y fue a Valencia y cambió la matrícula a Medicina. Así es como entré en Medicina sin querer ser médico.
- Qué historia.
- Ni tenía vocación de médico ni había pensado en serlo: yo quería curar el cáncer y investigar sobre los genes. Y en la facultad yo repetía: "soy Rocío López Diego y voy a estudiar Ingeniería Genética". E hice toda la carrera pensando que acababa la carrera y me iba a Estados Unidos a estudiar Biología Molecular. ¡Y es lo que hice! Termino la carrera y al quinto día de haber acabado ya estoy en Estados Unidos. Sin Internet por entonces, ahora pienso ¿cómo lo hice?, ¿cómo busqué las universidades? ¿ cómo hice las entrevistas?
- Parece que hablemos de otro mundo, cierto.
- Fui a hacer el doctorado en Biología Molecular en cáncer de mama en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles. Y cuando estaba haciendo investigación me gustaba mucho, pero yo tenía una visión de la ciencia muy de los tiempos de Leonardo da Vinci: transdisciplinar. Estudiar por el afán de curiosidad y por el conocimiento. Y cuando ya te enfocas un poco, te das cuenta de que está todo muy especializado, que a lo mejor estás toda la vida sin conocer el impacto que va a tener tu trabajo, porque del 100% de tu trabajo, el 90% se va a la basura. Es muy repetitivo. El 10% lo aprovechas, y luego no está claro que eso tenga una transcendencia y una aplicación a la ayuda a personas con cáncer... Además, es trabajo solitario, pasas muchas horas con las bacterias, con los ratones... y yo echaba de menos el trato con la gente. Veía también cómo funciona la política dentro de la ciencia, las modas... tuve mucha suerte, estaba en un laboratorio muy bueno, mi jefe le iba muy bien y me fue muy bien. Pero no lo acababa de ver. Y te das cuenta de que tienes que ser un poco obsesivo para hacer ciencia.
- Suena fuerte, dicho así.
- ¡Y a mí me encanta! Pero no soy obsesiva porque hay muchas otras cosas que me gustan. No me veía ahí el resto de mi vida. Total, que empecé a valorar y pensé en volver a la medicina. Y tenía la suerte de que podía combinar las dos cosas: lo aprendido en investigación podía aplicarlo a lo que fuera. El paso lógico habría sido ser oncóloga. Y lo pensé, pero me echaba un poco para atrás el hecho de que yo me apego a la gente y que iba a ser difícil ver a tanta gente morir.

- López Diego, en un momento de la entrevista
- ¿Cómo resolviste ese debate interno?
- Empecé a dar vueltas al tema y caí en la otra cosa que siempre me ha fascinado: el cerebro, la neurología. Me parece el órgano más increíble y fascinante que existe. Además, de niña yo era súper fan de Ramón y Cajal y uno de mis mentores en la facultad era neurólogo. Hice una beca del CSIC con él justo antes de irme a Estados Unidos. Al decidir estudiar neuro, todo el mundo me decía que eso era deprimente, que eran todo enfermedades horrorosas que no tienen cura. Y yo: "bueno, sí, pero le veo futuro". Pensaba que habría avances y empezaríamos a conocer más, que habría muchas cosas que se iban a averiguar todavía durante mi periodo de vida.
- ¿Y adónde te vas a estudiar entonces?
- Estaba haciendo el doctorado en Los Ángeles. No me quería quedar porque aunque es un sitio genial, es una ciudad muy loca para vivir y los valores son muy superficiales. Es todo apariencia, todo Hollywood... y te pasas la vida en el coche. Pensando en un sitio más tranquilo, se me pasa por la cabeza Nueva York, pero acababa de pasar el 11S... y además me decían que era muy estresante y caro. Pienso en algo intermedio y hago entrevistas para Stanford, para la Universidad de Michigan... y termino en Michigan. Es un estado horrible, pero Ann Arbor es maravilloso. Una de las mejores ciudades para vivir. Una experiencia espectacular. Es muy duro hacer la residencia en cualquier buen programa allí, pero lo volvería a repetir. Pasé cuatro años increíbles.
- ¿Y después de esos años?
- Pues pensaba que iba para enfermedades cerebrovasculares, ictus y demás, pero tuve un mentor de esclerosis múltiple que me empezó a comer el coco. Y decidí especializarme en esclerosis múltiple y enfermedades desmielinizantes ¡porque los pacientes de esclerosis múltiple tenían mi edad! Es una enfermedad más frecuente en mujeres y entonces solía diagnosticarse entre los 20 y los 40 años. Ahora es entre los 20 y los 50 e incluso más tarde. En la neurología hay muchísimas especialidades que me gustan, también consideré demencias, trastornos del movimiento... pero me dije "guau, tienen mi edad, están en la fase más productiva de su vida”. Es el adulto que está en esos años de que empiezas a desarrollar tu carrera, tu familia, todo y de repente, pam. Me sentía identificada con ellos. Y luego, veía que en la neuroinmunología estaban produciéndose avances. Porque antes, al ser diagnosticado con esclerosis múltiple era como decirle "tiene usted cáncer, váyase a casa y buena suerte". Y yo empezaba a ver que no, que la gente iba a acabar teniendo una vida normal y que íbamos a poder...
- Tener un impacto en sus vidas.
- Sí, exacto. Y confiaba en que a lo mejor en mi periodo vital, llegásemos a ver una cura, vale. La vi fascinante y por eso hice la subespecialidad. Así me fui a Boston, de rebote porque inicialmente quería ir a San Francisco, tan multicultural, muy avanzada, preciosa. Además, la UCSF además tenía un programa. Pero fui entonces por primera vez a a la Conferencia Mundial de Esclerosis Múltiple, que ese año se celebra en Grecia. Llego con gripe y me quiero quedar en la cama. Pero mi mentor insiste en que vaya a una cena. Éramos seis personas y una de ellas era el que fue luego mi jefe, Howard Weiner, una gran figura de la esclerosis múltiple. Ni nos conocíamos, y yo ni sabía quién era. Y me pregunta algo así como si yo creo que vamos a encontrar la cura. Y con toda mi cara le dije: "yo creo que lo estáis haciendo mal".
- ¡No te creo! ¿En serio?
- Sí, y le digo que la razón por la que no hemos encontrado una cura es porque no sabemos qué la causa y porque están empeñados en que esto es una enfermedad autoinmune inflamatoria. Y esto es una enfermedad neurodegenerativa, y la inflamación es un proceso secundario que refleja algo que está pasando. Y se me queda mirando como diciendo "¡Sí, hombre!". Pero luego me dice "vente a mi laboratorio". Es la diferencia entre España y Estados Unidos: se dijo "esta piensa diferente". Y yo le respondo que no puedo, que tengo una plaza en UCSF. Y él "bueno, tú ven a visitarnos y luego ya veremos".
- Por lo que dice tu currículo, la visita se alargó.
- Esto fue en septiembre y en octubre me fui a Harvard a visitarle. Y claro, Harvard es mucho Harvard. Mi madre, que era muy sabia, me dice "no dejes que te deslumbre la marca. Haz lo que creas que tengas que hacer". Y yo le digo que UCSF es mejor en esclerosis múltiple que Harvard, pero si me vuelvo un día a Europa, mientras la gente de la disciplina valorará mucho que venga de UCSF, al resto de la gente le dejará frío, pero cuando tú mencionas el nombre de Harvard, todo el mundo enseguida presta atención, aunque no siempre sea lo más justo. La segunda razón para elegir Boston es que estaba más cerca de España. Mis padres se iban haciendo mayores y no quería que me pasara lo que me pasó cuando mi abuela se murió, que estaba en Los Ángeles y fue el viaje más largo de mi vida. A ellos no se lo dije, pero elegí Boston porque estaba a siete horas en avión. Y esto enlaza con tu primera pregunta, de dónde soy.
- ¿De qué forma?
- Mira, nací en Ciudad Real. Somos de una familia súper normal. La primera generación universitaria fueron mis padres: estudiaron Magisterio porque era lo que se podían permitir mis abuelos. En mi familia no hay médicos. Yo me crié hasta los siete años en un pueblo de pastores, Aldea del Rey, donde solo había ovejas y cerdos y campos. Y de repente te vas a Boston y estás en Harvard y dices "no me lo puedo creer". Sobre todo cuando estás haciendo kayak en el río Charles ¡y pasa todos los días el tren de Ally McBeal! Es el tren de la línea roja del MIT. He vivido allí 14 años y todos los días pensaba en las vueltas que da la vida
- Eres consultora, has dado clases, has sido especialista en varios hospitales... ¿ no es como vivir varias vidas en una?
- Pero es que yo creo que habría que vivir así. Porque hay una cosa que me molesta mucho y que espero que un día cambie. Por ejemplo, intento asesorar a gente que está empezando su carrera, porque aquí en España todavía existe la mentalidad de que tú vas por un camino y haces ciencia y tu trayectoria es que acabas de profesor en una universidad.
- Sota, caballo y Rey.
- Sí. ¿Y no tienes más salidas? Mentira. Allí en EEUU, haces ciencia y puedes hacer 50.000 cosas. Por otro lado, las personas que son curiosas suelen tener intereses transdisciplinarios. Entonces, el que no se pueda picar de todo es un error, porque ese tipo de sinergias, de conocimiento... hacen que contribuyas mucho más. Y es más interesante. Y luego, otra cosa que me molesta es que cuando tú haces cosas diferentes aquí se piensa que has cambiado porque no valías para lo otro, o que eres una persona conflictiva, o que no sabes lo que quieres.
- La noción del fracaso es muy diferente aquí y allí, ¿no?
- Allí el fracaso se valora: si tú tienes un proyecto y vas a un inversor a decirle "quiero montar esto", lo primero que te preguntan es "cuéntame veces en las que has fracasado". Y aquí es al revés: que nadie se entere que he fracasado. Y hay que caer para aprender.
- Volviendo a lo que le dices al que sería luego tu jefe en Boston, la esclerosis múltiple se sigue definiendo hoy como una enfermedad autoinmune.
- Sí y no: si lees los libros que van un poco por detrás, sí, pero si vas a las conferencias internacionales como ECTRIMS ya no hablamos de que es una enfermedad autoinmune y crónica de la sustancia blanca. No: es una enfermedad con un origen autoinmune, inflamatorio... pero que tiene un componente neurodegenerativo ¡desde el día 1! Esto es como un iceberg, antes de que tengas síntomas. Es un concepto nuevo que apareció hace cinco o seis años, que se llama la progresión independiente de la actividad de brotes. Eso antes era inconcebible. Lo intento explicar de forma sencilla: antes la esclerosis múltiple se concebía como una enfermedad con varios tipos: uno, relapsante remitente, que es el más habitual, se presenta con brotes que luego remiten poco a poco hasta la siguiente vez. En un 60% de los casos, este tipo puede evolucionar con el tiempo a lo que se llama secundaria progresiva: dejas de tener ataques, pero vas a cada vez peor, porque prima la neurodegeneración sobre la inflamación. Y luego está la primaria progresiva: desde el principio no tienes ataques, pero ya empiezas sin ellos a empeorar.
- Pero ese marco mental desde el que se entendía la enfermedad dices que ahora ha cambiado.
- Sí, porque ha aparecido un concepto nuevo que es el de progresión independiente de ataques: existe desde el momento cero, y ahora ya lo sabemos. Ese concepto ha sido revolucionario: es antes de que tengas el primer ataque, antes de que tengas la primera lesión. Por eso nosotros los especialistas de esclerosis múltiple somos agresivos tratando la enfermedad. Y siempre explico a los pacientes que no es lo mismo que te trate un neurólogo general, con todos los respetos, o que te trate un especialista en esto. Vemos la enfermedad de una manera mucho más detallada, conocemos cómo funciona y somos más agresivos: cuanto antes empieces a tratar lo más fuerte posible -sin producir problemas de toxicidad y demás- mejor es en general la evolución del paciente, teniendo en cuenta que todavía no la curamos.
- ¿Y qué consecuencias está teniendo este cambio?
- Antes tú tenías pacientes de esclerosis múltiple que acababan en silla de ruedas. Al principio porque no había tratamientos, después porque había tres, pero de alcance limitado. Ahora la mayor parte de los pacientes de esclerosis múltiple no acaban en silla de ruedas. Porque tenemos más tratamientos, pero además tratamos más pronto.
- ¿Cómo ha evolucionado tu mirada sobre la enfermedad?
- Lo ha hecho en varios aspectos. Desde el punto de vista de la esperanza o el pronóstico, soy más optimista. Porque son personas que pueden tener una vida esencialmente normal: te casas, tienes hijos, trabajas, vives... llegas a viejo. Y cada vez hay mejores tratamientos, si bien es cierto que cada vez son más tóxicos, pero bueno, esto es otra historia. En cuanto a qué la causa, conocemos más factores relacionados con la probabilidad de tenerla, ahí seguimos en suspense. No lo sabemos. Y en cuanto a cómo es, se ha superado la visión que teníamos antes, que era hipersimplificada. No es solo autoinmune, no es un proceso inflamatorio crónico, es inflamatorio y degenerativo desde el principio. No afecta solo a la sustancia blanca o la mielina que se hablaba antes: afecta desde el principio a la sustancia blanca y a la sustancia gris. Y afecta a todo el sistema nervioso central. Y existe una disrupción completa del sistema inmune. Es una enfermedad muy compleja, y se está complicando más. Pero eso también lo convierte en algo más apasionante. Tenemos más información, y eso también nos da poder para poder mejorar y tener un impacto en el paciente. Es fascinante.
- Hace poco diste una charla con la asociación provincial, AEMC, en la que hablabas del impacto del estilo de vida sobre la enfermedad. ¿Hasta qué punto impacta o influye en su evolución?
- En cualquier tema relacionado con la salud, importa y mucho. Pero en esclerosis múltiple, para ser específicos, no hablamos de una enfermedad genética. Existen factores de riesgo genéticos, pero el 70% es ambiental: cosas que suceden a tu alrededor y cosas que tú haces, tu estilo de vida. La exposición al sol es un factor de riesgo para el desarrollo de esclerosis múltiple por los niveles de vitamina D. Si los tienes bajos, tienes más posibilidades de desarrollar la enfermedad y además cuando la tienes, va a peor. Luego, el tabaquismo, tanto activo como pasivo, es un factor de riesgo negativo también para esta enfermedad. La obesidad, sobre todo cuando se ha sido obeso en la adolescencia, es un factor de riesgo para desarrollar. Son factores que suman. La vida sedentaria produce un proceso proinflamatorio en tu organismo. Y el estrés aumenta o expande el proceso autoinmune que tienes. Los pacientes lo saben muy bien. Normalmente el estrés físico o psíquico hace que tu sistema inmune cambie y tienes un ataque. Es fundamental, como en otras enfermedades.
- ¿En qué punto nos encontramos? En tu opinión, ¿dónde está el equilibrio entre ese optimismo sobre el futuro por la aparición de nuevos tratamientos, y la realidad?
- Es que la realidad invita a ser optimista, pero veamos: los dos grandes retos son en primer lugar, que no hemos conseguido encontrar la cura, porque no sabemos lo que la causa y eso lo hace difícil. Y dos, a ver si encontramos tratamientos que eviten el que el paciente entre en fases progresivas y esto se pueda convertir realmente en una enfermedad crónica parecida a la diabetes, que más o menos la manejas. Ya hay tratamientos que tienen incidencia en la progresión, pero todavía no... soy optimista por lo que he explicado antes: una persona con esclerosis múltiple puede tener una vida normal, salvo cuando tiene un ataque. Antes acababas mal sí o sí, y eso ha cambiado.

- La medicina personalizada es una de las guías de actuación de la doctora
- ¿Cuándo cambió?
- Los primeros tratamientos de esclerosis múltiple salieron a mediados de los años 90. Eran todos inyectables y la gente lo odiaba. En el año 2010, el primero de los tratamientos orales, que además cada vez son más específicos. Empezamos con tres tratamientos en los años 90 y ahora tenemos 24. Es difícil que uno de ellos no le vaya funcionando más o menos al paciente, para ir controlando. E incluso cuando esos fallan, tienes otras opciones. Puedes prolongar las cosas mejor, pueden tener una calidad de vida mejor.
- Eres neuróloga clínica y consultora en neurociencias, también has trabajado en biomedicina y te orientas también a la prestación de servicios de salud global. Y además, eres una emprendedora. ¿Qué pesa más en tu actividad actual?
- Ahora mismo sigue pesando más la actividad neurológica. Lo que pasa es que yo la estoy desarrollando ahora mismo vía telemedicina con EEUU, aún con pacientes americanos.
- ¿Y cuál va a ser tu siguiente paso?
- Bien, estoy en conversaciones con diferentes hospitales: mi idea es abrir mi práctica privada, probablemente tanto en Castellón como en Valencia, porque sería un poco de cargo de conciencia si estoy en Castellón y no puedo ayudar a los pacientes de aquí. Tenemos una responsabilidad: al final te dedicas a esto porque quieres ayudar. La idea de la clínica en España viene de lejos: empecé a pensar en esto en el año 2009, cuando estaba en EEUU. El concepto que tengo en la cabeza es allí completamente normal, pero aquí todavía te miran como si fueras un chamán. Cambiará, igual que ahora ya todo el mundo hace yoga y pilates aquí.
- Hablemos de ese concepto de clínica. Te he leído en alguna entrevista que la verdadera salud es ecotecnosocial.
- La definición oficial del concepto de salud por la Organización Mundial de la Salud es que no es la ausencia de enfermedad, sino la existencia o presencia de un bienestar completo u óptimo, físico, psíquico y social. Así de claro. Que levante la mano quien diga que está sano [ríe]. Entonces, si piensas un poco en cómo se practica y se concibe la medicina actual, vamos siempre cuesta arriba y un paso por detrás. Tú esperas a que se produzca un problema y una enfermedad para intentar solucionarlo. Realmente la medicina debería ser de atención precoz, preventiva. Y nuestro trabajo como médicos debería ser el de mantener a nuestros pacientes saludables. No esperar a que pase algo y luego intentar sanarlos. Hay que optimizar todo lo que puedas la salud y prevenir que se acabe desarrollando enfermedad, porque además es que luego es mucho menos eficiente, mucho más caro y además, es una batalla perdida.
- Planteas dos retos urgentes a nivel global: la epidemia de enfermedades crónicas y la brecha de disparidad sanitaria y socioeconómica en el mundo.
- ¡Y a nivel local! Me resulta alucinante. En la Comunidad Valenciana, el código postal determina el nivel de cuidados de salud que tenemos. Lamento decirlo pero no es lo mismo vivir en Castellón que en Valencia, ni vivir en la Vall d'Uixó es igual que vivir en Castellón. Y estoy hablando solo de un código postal. Luego hablaríamos de otras cosas, de tu estatus socioeconómico, de tu nivel educativo... un montón de cosas.
- En tu caso, puedes ver con perspectiva dos sistemas tan distintos como el español y el americano.
- Sí: el americano tiene muchos problemas y muchos defectos. Es peligroso. Yo nunca practiqué la medicina aquí, pero estudiando aquí hacía mis prácticas en hospitales públicos y tenía un concepto negativo de la salud pública porque era un poco desastroso. Es cierto que la gente tenía que esperar un montón, y en las clínicas estaba la gente hacinada como si estuviéramos en África. Yo tenía un concepto bastante negativo. Es cierto que para cosas gordas es maravilloso: mi tía tiene un trasplante de hígado y eso es gracias al sistema de salud público y lleva viviendo 30 años con un trasplante de hígado. Eso es maravilloso. Pero tiendes a pensar entonces que lo guay es aquello, lo de EEUU. Y llegas allí y estás de residente un día y tienes un paciente que está llorando sin parar. Esto me pasó personalmente. Y "no se preocupe, hombre, que se va a curar, va a salir". Estaba en Neumología. Y dice "no, si no lloro por eso: lloro porque cuando salga, voy a estar en la ruina". Era tan caro aquello que a pesar de tener un seguro de salud, no le cubría. Y entonces me dije "bendito sistema de salud público español". Que además tiene grandísimos profesionales. Los médicos españoles no tienen nada que envidiar a nadie. Son buenísimos, pero el sistema está mal gestionado y está roto.
- La situación, además, tiene consecuencias para los profesionales.
- Mis compañeros son fantásticos todos ¡y están de un quemado y de un harto! y no es justo ni para ellos ni para los pacientes. Recursos hay, pero están mal gestionados.
- Constatas que actualmente aquí tenemos un tipo de vida relativamente confortable, lo cual, unido al hecho de que vivimos más años, provoca más enfermedad crónica.
- Claro. Piensa que hay una inversión de la pirámide poblacional. Cada vez hay más personas mayores y por muy sano que estés, el proceso de envejecimiento conlleva que antes o después vas a tener una serie de problemas. Y la gente dice "yo quiero vivir más", pero la cuestión es vivir más pero bien, porque si los últimos años de tu vida vas a estar fatal de enfermedades crónicas. Que tenemos cerca a gente con colesterol, diabetes, hipertensión y tal, ¡pero es que a los 50 ya están así! Y a veces a los 40. Si las enfermedades crónicas no transmisibles son la mayor carga de salud global en el mundo occidental y nos gastamos la mayor parte de los recursos, tiempo y esfuerzo en ello, no podemos poner el foco en que muchas de estas enfermedades se solucionan no con pastillas, sino con una mejora del estilo de vida. Pones a una persona con diabetes tipo dos, hipertensión y colesterol a tener una vida más saludable y eso se soluciona. Pero requiere tiempo del médico con el paciente. Y tiempo del paciente para poder hacer esto, porque si tiene una vida agobiadísima, quiere pastillitas que se lo solucione rápido. ¿Las pastillitas no solucionan, solamente son como tiritas, vale?
- Aquí hemos hablado del problema de EEUU con los opioides como algo lejano.
- Y aquí ya ha llegado. El otro día leía que España era el país europeo que más problemas estaba teniendo con el consumo de fentanilo, que es lo que estaba pasando ya en EEUU. Este tema me enfurece. Mira, yo aquí soy usuaria de la sanidad y cuando voy al médico nunca digo que soy médico. Y hablo básico y espero. Y aparte de otras cosas que no voy a criticar aquí, continuamente me pasan cosas como que dices "vengo porque me duele el hombro". Y la respuesta, sin explorarme siquiera, es "ah, pues tómese esta pastilla".
- Por no hablar del paciente que llega ya diciendo "deme esta pastilla porque me han dicho..."
- Pero lo de la pastilla es alucinante. Toda la gente mayor y muchos no tan mayores están tomándose un antidepresivo sin estar deprimidos. O un ansiolítico tipo Tranquimazin, Tranxilium, Valium... Porque no duermen. ¡Eso es una barbaridad tan seria! Es tan epidemia del consumo de opioides como la del consumo de benzodiacepinas. Igual de peligrosa, igual de seria. Y aquí se recetan las benzos como si fueran caramelos. Alucino con eso. Tenemos mucha gente de 40 años que se toma una pastilla para la ansiedad, una para dormir, otra para el estrés y otra para los efectos secundarios de las anteriores. Eso es una sociedad enferma. Y sí, también hay muchas presiones de las compañías farmacéuticas para que esto sea así.
- Describes un panorama de sobremedicalización.
- Es que mira, a mí también me han criticado a veces como mal médico, porque no quiero dar la pastillita. Porque le digo al paciente "mire usted, es que tenemos que empezar a pensar en esto". Y el paciente te dice "no tengo tiempo. A mí denme una pastillita, que yo tengo que irme a trabajar muchas horas, tengo los niños, no sé qué, la hipoteca tal". Es que el sistema está enfermo.
- Pero eso va mucho más allá de quién tiene las competencias para resolver una cosa, atañe a toda la sociedad, ¿no?
- Por supuesto, es holístico, integrativo... y por ahí va el centro neurológico que yo quiero montar.
- Me hablabas fuera de micro de crear un centro parecido a lo que has vivido en Boston. ¿En concreto a qué te refieres? ¿Qué características debe reunir?.
- Mira, en EEUU existe la medicina integrativa como subespecialidad y significa que tú ves a la persona como un todo integral. Podríamos definirlo como una medicina personalizada. Y se trata a los pacientes así porque sabes que la medicina tradicional, de partida es fragmentada: tú tienes un problema y vas al cardiólogo, al neumólogo... y como entre ellos no se comunican, al final tú no eres una persona: eres un hígado, un pulmón, un corazón, y así sucesivamente.
Y los tratamientos se resienten de esa incomunicación.
- Totalmente. Y aparte, hay una redundancia. Es que ¿desde cuándo se concibe que lo que le pasa a un órgano o a un sistema de mi cuerpo, no afecta al resto? Si todo está conectado, ¿por qué tratamos a las personas así? Entonces, mucha gente cree estar deprimida sin estarlo. Es un problema emocional, psicológico. ¿Pero a que afecta? A la salud física. Y si te encuentras mal físicamente, ¿a qué afecta? A tu salud mental. O tienes mal el hígado. ¿A qué afecta? A cómo funciona tu corazón. Entonces, ¿desde cuándo nosotros somos paquetes no conectados?
- Es un error.
- Es algo peor, además es ineficiente. No consigues los mismos resultados. Está demostrado que los centros que utilizan este enfoque dan mejores resultados. Tenemos que volver al sentido común. Pero es que además, existe evidencia científica médica de que cuando tú manejas a los pacientes de una manera personalizada, los resultados a corto y largo plazo son mejores. Y el ahorro económico, que es lo que le importa a todos los gerentes y es un win-win para todos... menos para las compañías farmacéuticas. Ah, y en el caso de la esclerosis múltiple, además, es innegociable, porque los pacientes neurológicos tienen múltiples afecciones: no solo el sistema nervioso central, sino la vista, la función sexual, la función urológica, hay problemas psicológicos, de fatiga… montones de cosas. Y al final acaban en 40 especialistas diferentes y el lío es tremendo. En EEUU existen centros de ELA y de esclerosis múltiples multidisciplinares, para que en cada visita del paciente, no solo le vea el neurólogo sino más especialistas, para que se vaya con todo hecho.
- ¿En qué modelo te fijas? ¿Se puede trasladar al 100% o requiere adaptación a España?
- A ver, lo importante es la idea general. Osher Harvard tiene su centro de Medicina Integrativa. Pero hay otros ejemplos allí que sirven como referencia, como el Benson-Henry Institute. Es todo lo mismo, o los de San Francisco o los de Cleveland Clinic; son todos iguales. Mi idea es poner en marcha un instituto neurólogico multidisciplinar avanzado. En el que podamos dar atención tanto al paciente neurólogico como a personas sanas, centrado en la persona completa, con un enfoque médico y social integrador, aplicando métodos de diagnóstico y tratamiento basados en evidencia científica multidisciplinar rigurosa y contrastada.
- Y aquí en España, ¿no hay ejemplos de ello?
- En España como tales no existen. He estado buscando si existían clínicas de neurología de lo que en EEUU se llama integrative, que podríamos traducir como personalizada. Pues bien, tienen a profesionales, pero cada uno hace lo suyo. Por ejemplo, tienen un neurólogo, un psicólogo, un logopeda y un nutricionista. Centros multidisciplinares integrados como los de EEUU realmente no existen todavía, aquí. Mira, yo ahora estoy pasando por el tema de la menopausia. Vale, que es un rollo. No te lo explica nadie, y en la Facultad de Medicina debería estar penado que no te lo contaran. Oye, ¡que somos el 50% de la población! Pues bien, por ejemplo en EEUU tienes medicina para mujeres: existen clínicas específicas dentro de cada hospital, donde tienes Women's Neurology, Women's Cardiology... y la hay porque se entiende que hombres y mujeres somos distintos. Esto de una talla para todos no funciona, necesitamos la medicina personalizada.
- ¿Es cuestión de tiempo que se extienda, este tipo de medicina?
- De tiempo y también de cambio de mentalidad. Creo que ya va cambiando porque ves que la gente ahora se preocupa por su salud y por mantenerse bien, y por envejecer bien, y por tener una función cognitiva óptima el mayor tiempo posible. Entonces ahora puedes empezar a dar este tipo de mensaje. Pero claro, esto requiere una inversión y realmente en el tema de inversión la visión sigue siendo muy cortoplacista. Y en salud esto no debiera funcionar así, porque es una inversión de futuro.
- ¿En qué punto de desarrollo está tu proyecto?
- A ver, mi proyecto está en la fase de propuesta de negocio, en desarrollo. Me están asesorando dos mentores -Vicente Nebot Vilar y José María Martin Algarra- desde Secot Castellón (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica), cuya ayuda agradezco de veras. Necesitaré luego un centro serio que tenga los recursos; en España hay hospitales muy buenos que ya tienen a la serie de profesionales que necesito y que están interesados en este enfoque. Y con esa base, lo único que tienes que hacer es reestructurar. Pero claro, esta fase actual lleva su tiempo... pero yo soy muy cabezona [sonríe].
- Para terminar, ¿cómo le explicarías a una persona no iniciada qué es para ti la innovación ecotecnosocial en medicina?
- Yo no lo veo como innovación, sino como un concepto de salud, porque hoy en día somos nosotros y nuestras circunstancias, como decía Ortega y Gasset. Somos un ser que biológicamente tiene una serie de sistemas que pueden funcionar mejor o peor, al cual además le afecta el estilo de vida que tiene y el ambiente que lo rodea. Y en esta sociedad existe una serie de tecnologías que podemos utilizar para mejorar nuestra calidad de vida, para mejorar los procesos diagnósticos, para mejorar los tratamientos. Se trata de catalizar esos tres elementos.