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SILLÓN OREJERO

Cherid, el misterioso final de un sicario de la extrema derecha

Un libro contó recientemente la historia sin edulcorar de Jean Pierre Cherid, atracador en Francia, miembro de la OAS y mercenario del Batallón Vasco Español y el GAL. Su muerte manipulando un explosivo está considerada como un hecho clave para el posterior desenmascaramiento del terrorismo de estado. Se produjo bajo la sombra de su decisión de dejarlo todo y marcharse y existe la sospecha de que por ese motivo forma parte de los testigos eliminados

10/04/2023 - 

VALÈNCIA. Hace años, tuve largas conversaciones con un extoxicómano de los años duros, de los ochenta y noventa. Me contó muchas historias abracadabrantes, pero siempre suelo recordar la misma, quizá por el terror y la ansiedad que evocaba. Cuando les detenía la policía y les llevaba al calabozo, contaba mi amigo que pasar ahí la noche con el síndrome de abstinencia era el infierno. Una experiencia tan sumamente dolorosa que la única forma que tenían de paliarla de alguna manera era masturbándose. La eyaculación les servía para olvidar el mono al menos tres segundos y medio. Lo hacían sin parar. Esa escena siempre me ha rondado la imaginación. Alguna vez, en programas sobre cárceles españolas de esa época, he vuelto a encontrarme con el fenómeno. 

Quién me iba a decir que leyendo sobre el crimen de estado en España me iba a volver esa escena a la cabeza. Fue en el libro Cherid, un sicario de las cloacas del Estado, de Ana María Pascual y Teresa Rilo (Garaje, 2019). En este caso no eran yonquis, sino de un sicario de extrema derecha. En Francia, cuando fue detenido en la prisión de Saint-Michel, inició una huelga de hambre con el objetivo de que le enviasen a un hospital donde estaba un compañero suyo ingresado. Para acelerar la debilidad en la que se iba sumiendo cada día que pasaba sin injerir alimentos, se sometía a "frecuentes sesiones de onanismo". Muchas veces delante de los propios carceleros "que acababan por tirarle cubos de agua para apaciguarle los ardores". 

Desde entonces, también rumio esta escena mentalmente. Y no es la única, la ultraderecha de los años 70 y 80 es un universo lleno de momentos grotescos y personajes inverosímiles, más allá del estereotipo. Por ejemplo, la lectura de Ultramemorias de Ernesto Milá, activista de ultraderecha, al margen de que los hechos que relata sean verdad, manipulación o mentira, las descripciones de personajes y ambientes que hace me parecen fascinantes. Alguna vez me han afeado este interés gente muy de izquierda, tan de izquierda que piensan lo mismo de la gloria industrial del franquismo y su declive y de la Constitución que todos estos fascistas. Pero esas coincidencias se conoce que solo me parecen fascinantes a mí. 

Este libro sobre Jean Pierre Cherid tenía un aspecto que multiplicaba más su interés. Estaba escrito a través del relato de su viuda, Teresa Rilo. La periodista Ana María Pascual iba contextualizando sus recuerdos aportando una perspectiva histórica. Es importante porque el fenómeno neofascista de aquellos años estaba muy entrelazado con movimientos internacionales, redes interconectadas como las que ahora se promueven desde Moscú. En el caso de España, fue fundamental la independencia de Argelia. Entre los franceses que abandonaron la colonia, para ellos su lugar de nacimiento y territorio francés, salió todo un ejército de terroristas de extrema derecha, todos en torno a la OAS (Organización del Ejército Secreto). En la España de Franco tuvieron no solo la retaguardia de sus acciones contra Francia, sino también su santuario. No por casualidad, luego ETA tuvo lo mismo en dicho país. 

La guerra colonial les sirvió para aprender todo tipo de prácticas violentas. Lanzar prisioneros al mar desde un avión, torturarlos en interrogatorios salvajes, entrar en sus casas de madrugada... Jean Pierre Cherid creció en ese conflicto y, para su sorpresa, luego en la Francia continental era considerado pier noird, pies negros, ciudadano de segunda a los que había que abandonar a su suerte. Algo parecido, cuenta esta obra, a lo que ellos sentían por los argelinos.

Cherid, con este currículum, encontró trabajo en Madrid. En las descripciones de estos ambientes ultras, uno que sale por ahí danzando es Sixto de Borbón dándose aires de aristócrata caballerescos. Cuenta la que era su pareja: 

"A finales de los setenta, casi todas las semanas Jean Pierre me llevaba a festejos y celebraciones de sus amigos falangistas y de empresarios y abogados que financiaban el terrorismo ultraderechista para que la transición democrática en España no prosperara (...) El carlista, un hombre muy solemne y elegante, tras besarme la mano, se dirigió a mi marido 'te felicito Jean Pierre, tienes una mujer encantadora y muy bella'. Un ridículo trofeo. Eso era yo para aquella caterva de mafiosos". 

Pronto, donde acabó Cherid, como es conocido, fue en el terrorismo de estado contra  el terrorismo nacionalista vasco. Antonio Rubio, un periodista que investigó toda la trama y en sus libros hay hechos contrastados que arrojan luz inequívoca sobre el fenómeno, le calificó de "fino especialista". Aquí Rilo cuenta que Cherid se enfadó cuando se cambiaron las siglas de Batallón Vasco-Español a GAL. Al parecer, dijo: "BVE era un nombre con carácter, que hablaba por sí mismo, pero Grupos Antiterroristas de Liberación, los GAL, es un hombre estúpido ¿Y todos esos jefecillos que salen de debajo de las piedras? Capullos inútiles. Todos quieren ponerse medallas y ganar dinero". 

Se refiere a cuando este tipo de acciones pasaron a estar controladas por responsables de la Guardia Civil dependientes del Ministerio del Interior. La parte del dinero, al mismo tiempo, es esencial, como se explica en la citada entrevista al periodista, el ánimo de lucro fue determinante en la duración de la lucha antiterrorista ilegal. El fenómeno sirvió para que la cadena se enriqueciera con lo que estaba haciendo con los famosos fondos reservados. "Tan cutre como eso", sentenciaba Antonio Rubio. 

En este contexto de dinero negro y asesinatos a la carta aparecen muchos de los cromos que no han dejado de salir en los medios estos años, como Billy el Niño. Según este trabajo, Cherid solía verle en la discoteca Vanity, donde el policía iba con sus "estrafalarias camisas estampadas", de las que se mofaba el mercenario francés. Otros citados son Conesa, Martín Villa... aunque no dejan de ser testimonios orales, no hechos contrastados. 

Al final, sobre la muerte de Cherid, manipulando un explosivo, quedó la duda de si fue un asesinato, una forma de eliminar testigos. Parece que consta que Cherid había expresado sus deseos de abandonar el GAL y marcharse con su mujer a vivir a Sudáfrica. Su viuda considera que fue el inicio del fin del terrorismo de estado, ya que en ese momento se sospechaba que estas acciones podían estar financiadas por empresarios y ultraderechistas, pero no por el Estado. Son historias que perfectamente podían presentarse en formato de serie tipo HBO y similares, el problema que tiene es que resultarían difíciles de creer. 

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